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De la ola de fanáticos a la “pocilga”: la historia de la internación de Diego Maradona en la clínica de Parque Leloir
El 9 de mayo de 2004, el astro era ingresado en un centro de Castelar porque sufría una excitación psicomotriz generada por el síndrome de abstinencia
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El máximo referente del fútbol argentino -y por qué no del deporte mundial- tuvo fuertes altibajos en su vida. Imágenes como la de Diego Maradona de 25 años levantando la Copa del Mundo en 1986 o la del joven que causaba sensación en el Napoli lejos están de las que muestran el lado más vulnerable del fenómeno que tocó el cielo con las manos.
Episodios que demostraron que detrás del Dios aclamado por el público había un hombre capaz de cometer errores. Una de estas imágenes, que por supuesto nadie quiere recordar, tuvo lugar el 9 de mayo de 2004, cuando el 10 era trasladado a una clínica psiquiátrica para tratar su adicción a la cocaína.
Según consideraban su médico y sus familiares, era lo mejor para su salud y para su pronta recuperación, aunque sería un tratamiento largo que duraría al menos unos meses. En ese entonces, Diego estaba internado en la Clínica y Maternidad Suizo Argentina, donde había sido atendido por una insuficiencia respiratoria.
Eran las 14.35 cuando una ambulancia de Swiss Medical partía desde el establecimiento de Barrio Norte con Maradona, sedado pero con el alta médica, y su médico personal, Alfredo Cahe, quien le había mentido a la prensa diciéndole que el traslado sería el día siguiente -10 de mayo- con el objetivo de evitar las cámaras y mantener la privacidad del 10.
Detrás del móvil iban su exesposa, Claudia Villafañe, sus hijas, Dalma y Gianinna, y su mamá, Doña Tota. Mientras viajaban en caravana a la Clínica del Parque, ubicada en Parque Leloir, Ituzaingó, la Suizo lanzaba un parte a las 15.01 que decía: “La dirección médica informa que Diego Maradona ha superado con éxito su emergencia sanatorial, por lo que hoy se ha definido su alta clínica, debiendo continuar los tratamientos médicos prescriptos para su definitivo restablecimiento”.
El comunicado emitido por la entidad de salud cerraba: “Maradona ha sido trasladado a un centro asistencial a los fines de recibir tratamiento especializado, según la decisión tomada por sus familiares y médico personal. La Clínica y Maternidad Suizo Argentina desea que esta nueva etapa del tratamiento encuentre el respaldo y la comprensión necesarios en todos aquellos que transformaron al señor Maradona en un ídolo indiscutido”.
Una llegada abultada
El campeón argentino no quería que lo internen. Él quería volver a General Rodríguez para más tarde regresar a Cuba, donde había estado viviendo desde el año 2000 y atravesando también un tratamiento por su adicción a las drogas. Sin embargo, su entorno consideró que lo adecuado era que se tratase en la Argentina.
Como era de esperarse, tras la llegada de Maradona a la Clínica del Parque pasadas las 15.20, los fanáticos del astro empezaron a rodear el lugar para apoyar y acompañar a su ídolo y también lo hizo la prensa, con cámaras y periodistas que ansiaban conseguir una foto del exfutbolista en el lugar que se convertiría en su hogar provisorio durante los siguientes 133 días.
Con camisetas, carteles y mensajes alentadores, los fanáticos del 10 decoraban los alrededores del centro psiquiátrico, ubicado en las calles Martín Fierro y Del Cielito, en plena zona de casa quintas, lo que hizo enojar a algunos vecinos que no acostumbraban a tal bullicio. Sin embargo, un patrullero de la comisaría 3ª de Ituzaingó, 40 policías y un extenso vallado impedían que la gente se acerque a menos de 100 metros de la puerta de la clínica.
Era tal la euforia que se vivía en el lugar, poco familiarizado con la presencia de una figura tan masiva como Maradona, que hasta se dio un pequeño incidente con el hermano mayor del excapitán de la Selección, Hugo Maradona, quien mientras entraba a la clínica junto a su papá, Don Diego, se llevó puesto a un camarógrafo que intentaba capturar el momento.
“Me embocaste”, contó Cahe, el médico personal del crack, sobre lo que le dijo Pelusa al recuperar su estado de consciencia en el centro psiquiátrico. Según detallaron los especialistas de la Cátedra de Psiquiatría del Hospital Italiano, el exfutbolista, al llegar a la clínica, estaba atravesando un “síndrome agudo de abstinencia” que no hacía más que enojarlo.
En cuanto a sus condiciones físicas y psíquicas, un grupo de médicos que trató al 10 le reveló meses después a LA NACION que Maradona “estaba muy grave”.
“El objetivo del grupo tratante fue controlar su abstinencia y realizar un proceso de desintoxicación por su adicción a las drogas. Apenas ingresó, Maradona estuvo muy excitado y se oponía a todo tipo de tratamiento; estaba confuso y no dormía. Se puso violento con terceros, pero no se agredió a sí mismo”, explicaron entonces los doctores Osvaldo Brennan, Adriana Bolzán y Feder Rey.
Asimismo, los especialistas contaron que el Diego estuvo atado “los dos o tres primeros días”, aunque desmintieron que hubiera estado contenido con chaleco de fuerza. Según justificaron, tuvieron que apelar a esa modalidad porque se trataba de un paciente que tenía medicación intravenosa y se quitaba las vías. “Por eso hubo que sostenerle las muñecas para evitar males mayores. Después comenzó a recuperar su consciencia y eso posibilitó comenzar con medicación oral”, plantearon.
Un oasis para el 10
El centro donde Maradona estuvo internado durante casi cuatro meses, más precisamente 133 días, era, según declaró él mismo, “una pocilga”, algo que enojó a los médicos y lo consideraron “una impertinencia”. De todas formas, Diego se encargó después de agradecerles a los especialistas por salvarle la vida.
En la clínica había entonces una población de 80 pacientes, donde se trataban tanto casos psiquiátricos como de adicción a las drogas. De acuerdo con lo declarado por los familiares de los internos, el 10 estaba internado en un cuarto apartado del resto.
Su habitación, sin demasiados lujos, se ubicaba en un sector privado y contaba con custodia policial. La misma tarde en que llegó, Maradona recorrió el parque del centro en jogging, acompañado por un médico, y entabló una conversación con una nutricionista. Es que, además de las medicaciones que recibía, Diego necesitaba seguir una dieta muy estricta, lo cual, combinado con una cierta tranquilidad a su alrededor, lo ayudaría a superar el contratiempo que lo poseía: la adicción.
Durante esa primera noche, el ídolo estuvo acompañado por Claudia Villafañe, Don Diego, su hermano Lalo y su médico personal.
En el cuarto donde dormía y pasaba la mayor parte del tiempo, tenía una televisión, una bandera argentina, la imagen del Che Guevara, a quien consideraba un referente, y un escritorio que llevaba los colores de Boca Juniors, uno de los clubes que lo vio brillar.
La esencia del 10
Si de contratiempos del campeón se trata, cabe recordar la historia que salió a la luz días antes de su muerte. Mariana Copland, una chica que había estado internada en el mismo centro psiquiátrico que el Diego en 2007, contó en Twitter una anécdota que hizo emocionar hasta a las hijas del 10.
“Yo fui internada antes que él. Un mes y medio antes. Cuando él llegó, yo empezaba a ver que había algo más. Me ayudó a querer levantarme, jugamos al voley, me apodó ‘lapicera veloz’ porque me la pasaba escribiendo. Hasta que un día desaté una crisis horrible y entre tres enfermeros intervinieron para calmarme; me ataron a la cama de un primer piso y me dieron una sobredosis de Midax”, recordó Copland en febrero pasado a través de un hilo de Twitter que se hizo viral.
Mariana contó que tres días después de tal episodio que la devastó, sobre todo por lo fuerte de las drogas que le dieron, tuvo una nueva crisis. Su médico había firmado un acta que decía que no la podían medicar sin consultarle a él de antemano. Sin embargo, los mismos tres enfermeros que había mencionado anteriormente se acercaron para proceder a darle algún fármaco. “Pero Diego se paró adelante, abrió los dos brazos, me hizo casita, y dijo: ‘Con la nena no’”, rememoró sobre la actitud de Maradona.
“Entonces me pidió el número de mi mamá y la llamó. Y cuando mamá, harta del dolor de saberme internada, lo atendió, él dijo: ‘Señora, soy Diego, la nena está bien. Sí, tranquila, pero mejor que no pase la noche acá'”, agregó la chica, agradecida con Maradona, y cerró: “Y no se despegó de mí un minuto. Recuerdo que antes de cortar le dijo: ‘Vos tranquila, podría ser mi hija, tranquila, te esperamos acá'”.
Esta anécdota, si bien no corresponde al período en que el exfutbolista estuvo internado en 2004 en el Gran Buenos Aires, revela la esencia de lo que era Diego Armando Maradona. Tantas historias de personas que recuerdan gestos y actitudes imborrables del astro. Quién sabe entonces si desde aquella “pocilga” de Parque Leloir el ídolo no le cambió la vida o al menos el día a alguien que luchaba, como él, contra sus peores fantasmas.
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