Había una vez... un peluquero de barrio que se llama Hugo Del Casale, pero al que todo el mundo conoce como el Tano. Inaugura la peluquería en 1972. Y, desde entonces, se cortan los chicos, se cortan los grandes. Se cortan los gordos, se cortan los flacos. Se cortan los polacos, los gauchos, los gallegos, los turcos. Se cortan los peronchos y se cortan los radichetas. Y el Tano se construye como una módica celebridad de barrio en Colegiales, donde gana admiración y respeto cada vez que desenfunda su navaja y despliega su arte. Calle afuera, la navaja es herramienta temida del punga. Acá, puertas adentro de la peluquería Il Figaro, en avenida Lacroze y Charlone, es acrobacia y pericia estética.
Hugo tiene un hijo llamado Darío. Darío prueba suerte con el fútbol, su pasión. Juega –va de arquero– en la Primera de Lamadrid. Y luego en Excursionistas. Pero los años pasan y la carrera no despega, así que Darío corta por lo sano y se pone a trabajar en la peluquería de papá. Año: 1986. Son, para ese entonces, papá, Darío y un empleado. Y la peluquería de papá Hugo ya tiene 20 años en el barrio.
Darío trae suerte al local. Un día, llega Luciano "El Tirri" Giugno, que maneja Mercedes- Benz y es primo excéntrico de Tinelli. Se corta, le gusta, y vuelve. Se convierte en algo más que un cliente estable: el Tirri se transforma, prácticamente, en parte del mobiliario de la peluquería
El Tano pone a su hijo, sin experiencia en el oficio, a ganar confianza y seguridad cortando jubilados. Un público normalmente menos exigente para el peluquero. Y si el Tano ve que un jubilado parte con una desprolijidad, lo llama: "Vuelva, Quique, siéntese otra vez". Y le tunea el descuido de su hijo Darío. Hay que cuidar la reputación.
Pero Darío trae suerte al local. Un día, llega Luciano "El Tirri" Giugno, que maneja Mercedes- Benz y es primo excéntrico de Tinelli. Se corta, le gusta, y vuelve. Se convierte en algo más que un cliente estable: el Tirri se transforma, prácticamente, en parte del mobiliario de la peluquería. Y llega, obsesivo y charleta, a cortarse seis días a la semana –y eso es porque un día de la semana Il Figaro cierra–. Es el primer famoso en llegar.
47 años cumplió su peluquería, inaugurada por su padre Hugo
El Tano hijo, futbolero frustrado, queda con el corazón ligado con su amor juvenil. Ya no ataja, pero atrae futbolistas al local –de hecho, también cortaba part time en sus tiempos de arquero de Excursionistas– y recuerda sus días de breve gloria. El primer desembarco estilístico lo hace en 2015, con el equipo de Tigre. Le corta al arquero Sebastián D’Angelo, que un sábado llega con un imprevisto: "Mirá, Tano, tengo que ir a concentrar. Me enteré de que el peluquero les falló. ¿No te animás a ir vos?". El Tano Darío va, feliz. Llega al club a las 21 y –se suponía que cortaría solo a dos– termina cortando a casi todo el plantel. Cuando guarda las tijeras, mira el reloj: es la una de la mañana.
3 generaciones comparten la pasión peluquera: abuelo, papá e hijo
Un colega le pasa el dato a Sebastián Driussi, de River, coqueto y enfermo del cabello, y se hace Tano fan. Contagia su fiebre al resto de los jugadores y, en cuestión de meses, el Tano se convierte en el peluquero oficial de River. Lo consideran amuleto de buena suerte. Lo llevan hasta a las pretemporadas en Miami. Y, antes de la final de la Libertadores, en Madrid, también le pagan tickets aéreos y estadía y servicios para que el Tano le corte al plantel antes de la gran final.
Los jugadores, ya no importa el equipo, hacen fila para poner la cabeza al servicio de Casale, al que llaman ya el Tano Figaro. Algunos, como el exdelantero de Racing, Gustavo Bou, se cortan cada tres días. No sea cosa de llegar al partido y, tras un cabezazo, que suceda el imprevisto vergonzoso de una despeinada. Otros, como El Japo Rodríguez, de Tigre, cada vez que convierte un gol requiere servicios inmediatos de peluquería. La celebridad del Tano picó tan alto que hubo ocasiones en las que, en un mismo día, cortó a dos planteles completos.
215.000 seguidores tiene en su cuenta de Instagram
El Tano es emprendedor inquieto: investiga tendencias y, en sus viajes por Estados Unidos –sobre todo inmersiones peluqueriles en Miami, Los Ángeles y Nueva York–, estudia el mercado de peluquerías y se trae máquinas con tecnología de punta. Y cremas orgánicas que hacen lucir el pelo siempre peinado, sin nada de gel ni fijadores. Su primera pegada se llamó la Sharper: una máquina que corta a ras el pelo de la nuca, y a diferencia de la navaja, no deja asperezas, ni erupciones.
Mientras otros peluqueros comunes y silvestres se manejan con dos máquinas, Casale desfunda, solo él, 17 maquinitas. "Y las uso todas, eh", jura.
El Tano instala en la Argentina la moda del corte degradé: rapado a los costados y jopo artístico en la cresta. Su estilo se hace sello en el desbordante mundo futbolero.
Los futbolistas suben fotos a sus redes, mencionan el nombre y el local de la mente detrás de sus cabelleras, y en cuestión de días el local de Casale explota. Darío abre a las ocho de la mañana y ya hay muchachos haciendo fila. "Los sábados, los pibes vuelven del boliche y vienen directo a la peluquería", dice él, que dispone de un hall de espera y entrega numeritos para evitar líos.
La fama del Tano del Casale llegó a oídos del number one Leo Messi, que en una estadía en Argentina, previo al Mundial de Fútbol en Brasil, lo convocó a su departamento en Puerto Madero. El Tano metió en un bolso sus máquinas último modelo y partió hacia allí: la prueba de su vida. "Haceme el corte que quieras", le dijo Messi. "Confío en vos, Tano". Y Casale se puso creativo: le quitó el flequillo y le levantó el corte hacia delante. El resultado gustó tanto que Leo se lo replica una y otra vez, y junto con él, fanáticos de medio planeta.
El Tirri Giugno, su primer cliente estelar, alienta a su primo Tinelli a aggionar el look y, un día de diciembre de 2015, Tinelli mensajea a Darío –que ahora, como el padre, todo el mundo también conoce como el Tano Figaro– y, en cuestión de días, el peluquero sube el ascensor de la torre Le Parc y, en breve, Marcelo tiene corte nuevo, moderno, y marca tendencia. En lugar de tijeras, como estaba acostumbrado, el Tano le corta los costados con maquinita, le marca la raya y le traza un jopo futbolero. El día de estreno de cabellera, Tinelli recibe elogios unánimes del panel de famosos del jurado. Todos coinciden en que la revolución en su cabeza le sienta bien. Cool. Refrescante. Y Marcelo repite, una y otra vez cual latiguillo glorioso y eterno: "Me lo hizo el Tano Figaro". No da muchas más explicaciones. Pero ya ha encendido la pólvora de lo que vendría después.
Al día siguiente, Darío abre el local y enseguida tiene al diario Clarín en la puerta y a movileros de radio y tele. El teléfono de la peluquería es un sonar y sonar. El sello catapultado de Tinelli y la tevé lo pone en el cielo de los peluqueros. Y su local de barrio desborda y se hace furor nacional.
Tan requeridos sus servicios que el Tano mudó local, más amplio, a metros del original –se niega a abrir sucursales para no perder el control personal de calidad–. Hoy en día tiene 18 peluqueros a su servicio. Dice que no hay otra peluquería en Sudamérica con tanta clientela, staff y tijereteo. Atiende siempre de traje, camisa de punta en blanco, barba y cabellera milimétricamente acomodada, y chaleco con look de la vieja guardia.
Corta prácticamente en todos los clubes de Primera. Y hasta en 2018, de la mano del mediocampista Leandro Paredes –otro Tano fan–, le cortó al plantel completo de la selección. Por eso, ahora quiere transformarse en peluquero oficial de la selección argentina en ocasión de la Copa América. "Sería su sueño hecho realidad", dice.
En la actualidad, tiene su propia línea de productos para el pelo, con materia prima que trae de Estados Unidos y fórmula de laboratorio que él supervisa con obsesión de hormiga. Y hasta cuenta con su propio perfume.
Ahora, no solo trabajan Darío y papá Hugo, el fundador de todo. También ya hace carrera Diego, de 23, el propio hijo de Darío. La gente entra a chorros y solamente en Instagram 215.000 seguidores chusmean las tendencias y a las estrellas futboleras que entran y salen del Figaro, transformadas y lookeadas. Made in Tano Figaro.
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