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Daniel Castellani, la leyenda del vóleibol que dejó atrás un cáncer: “Dirigir es un desafío que me mantiene vivo”
El DT de las Panteras cuenta por qué tomó el reto de entrenar a la selección femenina y reflexiona sobre la enfermedad
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SANTIAGO DE CHILE.- De fondo, el Arena Parque O’Higgins es un hervidero. Los animadores de la final femenina de vóleibol en los Juegos Panamericanos Santiago 2023 levantan al público y la música rebota como un búmeran en todos los rincones. Pero acá, abajo de las tribunas, algo alejado, Daniel Castellani busca un rincón medianamente tranquilo, cerca del vestuario argentino, y detiene el tiempo. Accede a la entrevista con LA NACION con mucha amabilidad y avisa que ya hace años perdió la mayor parte de su voz y que por eso es mejor hacerla acá, sin tanto ruido. Se esfuerza mucho para sacar las palabras y esa es una evidencia tan clara como las que impone el paso del tiempo.
Ya no es ese flaco espigado que como jugador integró una de las selecciones más gloriosas de la historia, con el bronce en el Mundial 82 y en los Juegos Olímpicos de Seúl 88, aunque mantiene los rasgos. Es el hombre más grande, de 61 años, que trotó el mundo por más de 40 y necesitó volver al origen. También el que hace unos meses se le sacudió la vida. Y es en este punto, en el que se quiebra. Se saca los lentes y se seca las lágrimas. Se toma unos segundos y vuelve a intentarlo: “Nunca hablé… Nunca hablé de esto”. Se interrumpe otra vez y tiene que hacer lo mismo. “Me dejó sensible”, dice con una sonrisa.
El punto de inflexión es el relato sobre el cáncer que le diagnosticaron a principios de año, apenas después de haber firmado su contrato con la Federación de Vóleibol Argentino (FeVA) para dirigir por primera vez a un equipo femenino, la selección mayor, Las Panteras. “Este es un desafío que me mantiene vivo”, remarca al inicio de la entrevista. Ni más ni menos.
Castellani inició este ciclo en mayo de este año y ya se vieron resultados prometedores, pese a que se trata de un proyecto a largo plazo que tiene como faro los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Sin embargo, el título conseguido por primera vez en la historia en la Copa Panamericana, el subcampeonato en el Sudamericano y la gran labor en el Preolímpico de Japón hacia París 2024 pese a no haber podido conseguir la plaza (era realmente una quimera para el seleccionado argentino, por formato y rivales), sobresalen. Por eso tal vez no duele tanto que este jueves la Argentina no haya podido defender en estos Juegos Panamericanos la medalla de bronce de Lima 2019 (terminó cuarta tras caer con México por 3 a 2). El camino a recorrer es largo. Y con muchos desafíos.
-¿Cómo estás viviendo estos primeros meses al frente del equipo en el que ya se ven cosas muy interesantes?
-Contento porque hemos crecido y eso es muy importante. Se ve que el equipo mejoró y obtuvimos algunos resultados que acompañaron. También para mí esto es un aprendizaje, aprendí muchísimas cosas este año y creo que el año que viene lo voy a poder hacer mucho mejor, voy a poder ayudar a las chicas mucho más. Para mí esto es todo nuevo. Por más que todos dicen que es el mismo vóley tiene muchas cosas diferentes en detalles, situaciones, que para mí son un aprendizaje.
-Dicen que no es lo mismo dirigir mujeres que hombres. ¿Desde ese lugar también es un desafío para vos que siempre trabajaste con caballeros?
-No es lo mismo. Algunos dicen que son más difíciles las mujeres, pero no es eso, son diferentes. Hay muchas cosas diferentes: lo biológico, las hormonas, responde el cuerpo de otra manera. Y las emociones. Las mujeres están mucho más presentes que los varones y obviamente hay que aprender a dar respuestas a cada situación que va encontrando. Así que sí, es diferente, pero se aprende.
-¿Por qué tomaste el desafío?
-Al principio dije que no porque nunca había dirigido mujeres, pero quería volver a casa, quería volver a mi país. Ya iban 20 años afuera dirigiendo en el exterior y quería volver. No pensé que se iba a dar con mujeres, por eso primero dije ‘no lo sé’ y después lo pensé. Creo que podemos hacer un buen trabajo y acepté también porque es un desafío personal como estudiar, crecer, buscar nuevas soluciones, nuevos estímulos. Como los desafíos que te mantienen vivo. Lo acepté inmediatamente.
-Atravesaste un problema de salud, complejo. ¿Por eso decís que el vóley te da vida?
-(Se quiebra dos veces, pero pide que se lo espere para poder responder) Sí, en enero me detectaron un cáncer. Me dejó sensible… Nunca hablé… Nunca hablé de esto. Sí, pasé por un cáncer, pasé la quimioterapia… Ahora estoy bien, fueron momentos difíciles, pero obviamente que con el apoyo de mi familia y de todos los que estuvieron cerca, que fue mucha gente, pude pasarla y hoy estoy bien, operado.
-Entonces, esta noticia fue entre que firmaste para dirigir a las Panteras (diciembre) y tener que iniciar. Hay que tener muchas fuerzas para poder arrancar. ¿Lo dudaste?
-Hice la quimio por cuatro meses y en mayo empecé a dirigir. No, sí tenía más ganas, obviamente. Quería salir, tenía este compromiso con las chicas. Obvio, quería hacerlo, quería que las cosas salgan bien y quería salir también por eso. Y por mi familia, por mis amigos…
-¿Qué deseo tenés para tu proceso en la selección, con qué sueño llegaste?
-Mirá, como entrenador el objetivo es ser un vehículo para que sean las atletas las que desarrollen sus sueños y sus objetivos, eso es lo que más feliz me deja de este trabajo. El poder ayudar al equipo a transformarse, a buscar sus objetivos.... Así que eso es lo que más me gratifica.
-¿Con qué te encontraste?
-Del vóleibol que se juega en la Argentina, el 65% es femenino, así que hay mucha cantidad de chicas, pero tenemos algunos problemas como no tener una liga competitiva como tienen los varones. Entonces, algunas chicas piensan en irse a estudiar a Estados Unidos y las perdemos. Otras dejan de jugar y también las perdemos. La idea es hacer un trabajo integral con las selecciones de base y que las chicas que tienen la posibilidad de ser profesionales tengan esa visión de irse a Europa y de jugar en las mejores ligas del mundo y representar a la selección. Después, estamos haciendo una planificación integral.
-También incorporaste el trabajo mental en el equipo, ¿no?
Sí, trabaja mi mujer Silvina, ella es counselor, es su especialidad. Trabajó con básquet en Turquía, trabajó con jugadoras, me couchea a mí desde hace muchos años (ríe). Así que es una ayuda también tenerla cerca. Estamos trabajando todo el aspecto psicológico, pero dentro de ello mucho la seguridad, que es un tema muy importante para las chicas, para sentirse bien y para ayudarlas a reforzar su autoestima.
-¿Cómo es el lineamiento con las selecciones de base? ¿Hay una metodología que se baja para que cuando lleguen a mayores no se sienta tanto el cambio?
-Exacto. Hay una coordinación de todas las selecciones en la que lo que marcamos son parámetros de desarrollo, parámetros técnicos. Obviamente, cada entrenador le da su impronta, su estilo, pero sabemos o determinamos cuáles son las cosas que son importantes para cuando lleguen a mayores. Por ejemplo: cómo atacar una pelota a cuatro, que saquen en salto, los tiempos de ataque, son lineamientos generales a partir de que creemos que el vóleibol femenino va a ir por ahí.
-¿Cómo se suple la falta de jugadoras muy altas pese a que es una cuestión de biotipo?
-México nos dio un gran ejemplo (en el partido por el tercer puesto en estos Panamericanos), con una armadora muy rápida a la que nos costaba mucho tomarle los tiempos. Son el modelo México, Puerto Rico, Tailandia. No son tan físicos, pero son equipos que le imprimen más velocidad al juego y nosotros tenemos que ir por ahí.
-¿Dónde está parada la Argentina con respecto al vóleibol Mundial, con las potencias?
-Nuestro objetivo en estos próximos cuatro años es ser competitivos con el grupo del medio. Del medio significa Bélgica, Holanda, Tailandia, Canadá, Bulgaria… Ya con algunos jugamos y ganamos, con otros perdimos. Puerto Rico es un equipo que estaría también ahí. En ese grupo del segundo pelotón hay que empezar a ser competitivos y no perder con ellos. El segundo paso es empezar a jugar con las potencias, a algunas ya le jugamos, por ejemplo, a Turquía (es el 1° del mundo, le quitó un set en el preolímpico), a Estados Unidos en la copa (panamericana) le jugamos, con Brasil nos cuesta… Es el paso que sigue, jugarles de igual a igual.
-¿Los buenos resultados que se dieron en estos pocos meses de trabajo estaban en los planes?
-No, para mí es todo nuevo, así que no podía planificar nada de esto. Tuvimos una muy buena copa, empezamos a tomar confianza, empezaron a salir en el campo algunas ideas que hicimos en el entrenamiento y pasó. Se generó una química adentro del equipo y una seguridad que hicieron que empecemos a arriesgar. Después hicimos también un buen preolímpico. Así que todo se fue dando espontáneamente.
-Pasaste muchos años en Europa y venís con muchos conocimientos de allí. ¿Es mucho o que tenés que cambiar acá respecto a metodologías?
-Sí, obvio. Fueron más de 25 años dirigiendo y unos 40 con la época de jugador. En términos de metodología lo que yo digo es: ‘O hay actualización o estás viejo’. El mundo cambia, las tecnologías, las redes sociales, los conocimientos, la medicina. Todo cambia, por lo tanto, todo es muy dinámico y si uno no está en esta evolución de incorporar cosas, de estudiar, hoy te quedás atrás. Entonces, eso me gusta, intento justamente tener una actualización constante.
¿Hay material para plasmar esas ideas?
-Sí, seguro tenemos para dar un paso hacia adelante, ese paso de ser competitivos en el segundo grupo y después hay que hacer lo que hicieron los varones. Después de la medalla de Seúl el vóley masculino tuvo casi 25 años ininterrumpidos de trabajo de selecciones de base. Las selecciones de base de la Argentina por 20 años siempre estuvieron ahí, oro, plata, bronce y de repente apareció esta camada de mayores que obtuvo una medalla (se refiere a la olímpica, de Tokio 2020). El secreto es tener un programa y desarrollarlo en el tiempo, los resultados ya van a llegar.
-¿Cómo viviste ese Tokio 2020 sabiendo que eras uno de los que había estado en el único antecedente, el de Seúl ‘88?
-Yo digo que para los que jugamos al vóley siempre es un poquito tuya, obviamente que los protagonistas son ellos y es de ellos, pero esto es como en el mundial de fútbol: todos fuimos campeones, ¿no? Todos participamos. Y lo disfrutás y lo vivís, obviamente que como espectador, como hincha, como fan. Estoy feliz por eso.
-¿Qué deseo tenés para tu proceso en la selección?
-El objetivo como entrenador es ser un vehículo para que las atletas desarrollen sus sueños y sus objetivos. A mí me hace feliz de este trabajo poder ayudar al equipo en lo individual y colectivo, a transformarse, a buscar sus objetivos y desafíos. Eso es lo que más me gratifica.
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