La cantidad de víctimas, con qué equipo se identificaban y las causas del episodio son algunos de los hechos aún no esclarecidos de la tragedia de la Puerta 12
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La Tragedia de la Puerta 12 es el acontecimiento más triste de la historia del fútbol argentino. Atravesó durante 55 años una nebulosa de silencio, misterio, falsas acusaciones y olvido. Pero, por sobre todas las cosas, fue una tragedia nacional. El 23 de junio de 1968, después de un River-Boca disputado en el estadio Monumental, más de 70 personas murieron a la salida de la Puerta 12.
Oficialmente se dijo que las víctimas fueron 71, que todos eran hinchas xeneizes y los supuestos motivos del desastre se bifurcaban en el pantano de la rivalidad: los fanáticos de Boca acusaron a River de no abrir la puerta ni retirar los molinetes, y los de River sentenciaron que los culpables eran los propios hinchas visitantes, por salir en masa y a las corridas por unas escaleras oscuras y resbalosas, lo que provocó la avalancha humana, el apretujamiento y el desastre.
Pero nada de eso es cierto. De hecho, en los días posteriores, nadie se enfocó en saber con qué equipo se identificaban los fallecidos, por lo que nada grantiza que todos hayan sido hinchas de Boca. Incluso, más de medio siglo después puede asegurarse que al menos cuatro fallecidos eran de River y uno de Racing. Y murió alguien que jugaba en las Inferiores de Independiente.
La realidad desactiva para siempre aquellas fake news repetidas hasta el hartazgo y afirmadas como si fueran cierto. Lo concreto es que el dolor popular fue muchísimo más intenso que el fanatismo. Y la solidaridad, conmovedora. De hecho, y solo como ejemplo, antes de las 18 de ese día ya se habían donado 200 litros de sangre para ayudar a los heridos. Nadie preguntó antes de la extracción de qué equipo eran los donantes...
¿Qué pasó en la Puerta 12? ¿Por qué pasó? y, fundamentalmente, por qué el hecho se fue hundiendo en el olvido con el paso de los años es algo que resulta difícil de comprender. Más de medio siglo después, y sobre una base de 150 testimonios, el rompecabezas logra armarse. Y derrumba varios mitos.
No fueron 71 los muertos
El más sorprendente de los mitos está enfocado en la cantidad de fallecidos. Si bien el número oficial se detuvo en 71, la realidad es que son varios los testigos que afirman que fueron más. Muchos más. Apenas un caso: en el diario LA NACION del domingo 30 de junio de 1968, justo una semana después de los hechos, hay un recuadro titulado “Otro muerto por el trágico hecho en River”. Allí se informa: “En el Hospital Fernández falleció Jaime Feldman, de 16 años, víctima del alud del estadio de River Plate. El diagnóstico médico era traumatismo craneano y aplastamiento de tórax, y no había recobrado el conocimiento”.
Y uno más: como tantos otros, Délfor Jesús Sueldo falleció en la Puerta 12 e incluso fue velado en la Bombonera. Sin embargo, LA NACION pudo acceder al listado de fallecidos del registro civil de esa época y su nombre no figura. Por otro lado, en declaraciones de la época a este diario, Julián William Kent, entonces presidente de River, afirma: “Puedo manifestarles que, aún con las arcas vacías, empeñaremos el club si hace falta, para salir en ayuda de los heridos y deudos de los muertos, cuya cifra, según me informaron hace pocos minutos llegaba a los 85″.
Además de Julián Feldman (16 años), también están confirmados los fallecimientos de Juan Nicolás Oviedo (26 años) y de José María Vargas (18 años), quienes figuran como víctimas en diarios de la época y luego sus nombres quedaron en el olvido.
No todos eran de Boca
Otro mito está vinculado con el fanatismo de las personas que perdieron la vida en las escaleras de la Puerta 12. ¿Eran todos de Boca? La respuesta es no. Apenas dos historias:
El único porteño de los hinchas que fueron velados en el Salón Azul de la Bombonera se llamaba Alfredo Aldo Quintana, de 31 años. Por cuestiones económicas terminó viendo el superclásico en la Centenario Alta. Su féretro, al igual que todos los otros, fue envuelto con la bandera boquense. Pero ante un pedido especial de su madre, antes de cerrar el cajón se le colocó sobre su pecho un gorrito con los colores de River, el club que más amaba. Lo asevera la crónica publicada en la edición número 728 de la revista Así es Boca, del 3 de julio de 1968.
El caso de Gustavo Brancato es similar. Durante la semana previa, este chico de 17 años se había peleado con su novia. Rubio, de cabello enrulado y ojos claros, decidió calmar su pena en un lugar que solía frecuentar por ser fanático de River: el Monumental.
En 1968, Gustavo cursaba tercer año comercial en el Instituto Costa Agüero y sus buenas condiciones como futbolista le habían permitido sumarse a las inferiores de Independiente. Estaba en la Quinta División. Solo unas horas más tarde, sus familiares lo reconocieron en la Comisaría 33 por su indumentaria. Su rostro estaba irreconocible.
En tiempos donde el hincha de fútbol optaba por ir a ver a un equipo o a un futbolista determinado (en esa oportunidad Amadeo Carrizo o Ángel Clemente Rojas), sin ser necesariamente hincha del club en donde jugaran, no es descabellado imaginar que entre las víctimas haya más simpatizantes de River y e incluso de otros clubes. Sobre todo porque la Centenario Alta era la tribuna visitante, pero allí también iban los hinchas de River que no eran socios, o que no podían pagarse una platea.
No había puertas, no había molinete
Según decenas de testigos que salieron por la Puerta 12, las puertas estaban abiertas y los molinetes, retirados. De hecho, quedaron arrumbados a un costado de la salida, junto a una cortina que cubría el depósito donde se guardaban esos artefactos entre partido y partido. Es más: tanto hinchas de Boca como responsables del club de Núñez afirman que para esa época no se utilizaban molinetenes en las puertas de acceso a las tribunas populares, sino pasamanos.
Los peritajes posteriores confirmaron lo que la gran mayoría de los testigos declaró: la puerta estaba abierta, pero no rebatida. Es decir que del total de apertura (4 metros), solo estaba abierta 3,08 metros, debido a que los otros 92 centímetros estaban bloqueados por la propia puerta plegada.
Incluso, por un principio de la física, de haber estado cerrada, la misma presión de la gente al menos la hubiera sacado de eje. Y de haber quedado puestos los molinetes, varios cuerpos hubiera quedado aprisionados contra ellos. No pasó.
¿Qué pasó entonces?
De acuerdo a decenas de testimonios, un grupo de policías de a pie, sumados a media docena de policías a caballo se apostaron demasiado cerca de la salida de esa puerta, lo que provocó el apretujamiento dentro de la escalera entre los que retrocedieron para evitar los palazos y los que siguieron empujando hacia abajo para salir.
De hecho, la hipótesis principal es que la gran mayoría de los fallecidos dejó de respirar en el último descanso antes del último tramo de escalera. Allí quedaron, entre la fuerza de los que empujaban hacia arriba y la que pugnaba por bajar sin saber lo que ocurría a ras del suelo.
Como una suerte de spoiler de lo acontecido, fueron los propios hinchas de River y de Boca quienes expusieron lo ocurrido en Puerta 12, cuando al Superclásico siguiente cantaron, a coro: “No había puerta, no había molinete, era la cana que daba con machete”.
En tiempos de dictadura militar, con Juan Carlos Onganía como presidente de facto y una policía muy violenta y de “palazo fácil”, nadie quiso señalar a las Fuerzas como la responsable de lo sucedido en el Monumental.
Los acusados y la causa judicial
Después de dos meses de trabajo, el juez Oscar Hermelo ordenó la prisión preventiva de Américo Di Vietro y Marcelino Cabrera, intendente y capataz de River respectivamente. Además, dispuso un embargo de 200 millones de pesos contra ambos y contra el club.
Sin embargo, en un proceso judicial récord, el 29 de noviembre de 1968 la sala VI de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, integrada por Raúl Munilla Lacasa, Jorge Quiroga y Ventura Esteves, sobreseyó definitivamente a Di Vietro, y a Cabrera, y les levantó el embargo a ellos y al Club Atlético River Plate.
Asimismo, el fallo de la Cámara en lo Penal y Correccional del 6 de noviembre de 1968 sobreseyó a los dirigentes y empleados de River, y dijo: “La puerta estaba abierta, aunque no rebatida, pero esto no fue la razón que determinó la tragedia… motivos diversos habrían obrado como causa determinante del evento, accidental y ocasional, y que bien correspondería admitir como fortuito, incalculable e incalculado”.
Fueron claves las declaraciones de los propios involucrados, pero también de la gran mayoría de hinchas de River y de Boca que presenciaron los hechos. Se repite: la puerta tijera de la Puerta 12 estaba abierta y los molinetes habían sido retirados. Se abrió (al igual que todas las otras) a las 9 de la mañana y jamás se cerró. Y los molinetes utilizados en todas las puertas de acceso de ese lado de la cancha fueron colocados a un costado de esa salida, en donde había un depósito en donde más tarde solían guardarse hasta el encuentro siguiente.
Del mismo modo, en los 53 juicios por reparación patrimonial que promovieron los herederos de las víctimas en sede civil, fue dictada sentencia, en razón de la identidad de la causa, el 4 de junio de 1971. Coincidentemente con la dictada en sede penal, determinó la inexistencia de causas y culpables.
La pareja de abogados compuesta por Marcos Hardy y Carmen Palumbo representaron a 39 familiares de espectadores fallecidos. De ellos, 37 llegaron a un acuerdo extrajudicial y dos continuaron hasta las últimas consecuencias y lograron un acuerdo económico mejor: Diógenes José Alejandro Zugaro (familiar del fallecido Leopoldo Zúgaro) y Nélida Rosa Oneto de Gianolli, viuda de Herminio Gianolli.
Puerta 12 = Puerta M
La Puerta 12 es, en la actualidad, la Puerta M. Es muy fácil de identificar porque es la única que tiene sobre su margen izquierdo una pared de poco más de dos metros de largo. Además, sobre esa pared se colocó, en 2008, una placa en homenaje a las víctimas. Se ubica exactamente en la intersección de la Avenida Figueroa Alcorta y la calle Solier, que finaliza su trazado allí.
¿Dónde los velaron?
La historia cuenta que las víctimas de la Puerta 12 fueron veladas en la Bombonera. Si bien es cierto que el club de la Ribera puso a disposición el Salón Azul (que quedaba en donde hoy está emplazado el Museo), la realidad es que la gran mayoría de los muertos fueron velados en sus propias casas, tal era la costumbre de la época.
Los fallecidos que fueron velados en la Bombonera fueron: Rubén Ángel Ochoa (17 años), José Ismael Moreyra (22), Ramón Lescano (15), Délfor Sueldo (26), Agustín Cándido Luna (24 años), Delfino Quiróz (25), Aldo Mujica (25), Luis Crescencio Suárez (21), Francisco Toledo (19), Jorge Alberto Nontalá (19) y Alfredo Aldo Quintana (31). Y casi dos días más tarde allí también se honró la memoria de José Armando Espinosa (19).
En total, 12 féretros. El Jugador Número 12. Puerta 12. Parece una macabra casualidad numérica.
El último N.N.
Cuenta la leyenda que José Espinosa fue el último cadáver en ser identificado. Que lo metieron en un féretro, lo subieron a un tren y lo mandaron a su San Juan natal. Si bien es cierto que su cuerpo fue el último en ser reconocido, los hechos posteriores distan mucho de aquel relato.
Luego de ser identificado y velado en la Bombonera, el cuerpo de Espinosa finalmente viajó a San Juan el jueves 27, a bordo de una ambulancia que demoró varios días en llegar a destino.
El club de la Ribera se hizo cargo del entierro, y el señor Romero Ruiz, responsable de una humilde filial boquense en San Juan, le regaló a la familia un nicho en el cementerio principal. Allí guardaron el cajón con los restos de José Espinosa envuelto en una bandera de Boca. A la semana, ya se la habían robado. La repusieron, pero duró apenas una semana más.
Total “normalidad”
Desde siempre suele repetirse que una de las posibles causas de la tragedia estuvo vinculada directamente con el hecho de que la Policía quiso detener a los hinchas de Boca por dos motivos. El primero era que habían arrojado orina y materia fecal desde la Centenario Alta hacia la baja, e incluso a los propios agentes. Y el otro se refirió a que los fanáticos habían cantado la marcha peronista, proscripta durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía.
Ambas acciones eran frecuentes en casi todas las canchas del fútbol argentino. La asquerosidad de recibir efluvios de cuerpos ajenos en vasos o bolsas descartables era habitual. Y más común aún era que una expresión prohibida se cantase en un espacio abierto y en masa, donde nadie pudiera ser identificado.
Por otro lado, siempre según decenas de testigos, era absolutamente normal que en River asistiesen cerca de 90.000 espectadores, como se afirmó en varios diarios de la época. El Monumental estaba habilitado para esa cantidad de público, la Bombonera para 75.000 y en el estadio de Racing podían ingresar 105.000 personas. Otras épocas y otros permisos.
También formaba parte de la práctica habitual que la Policía despidiera al público visitante con corridas y palazos. Por esto último es que miles de fanáticos vieron tumulto cerca del lugar de los hechos y siguieron su camino a casa, sin pensar que estaba ocurriendo la peor tragedia de la historia del fútbol argentino.
River, ¿de espaldas a la tragedia?
La revista Así es Boca escribió en su edición del 3 de julio de 1968 un texto titulado “River, de espaldas a la tragedia”, en donde se acusaba a las autoridades del club de Núñez de no vincularse con el dolor del pueblo xeneize.
Sin embargo, existieron hechos concretos de la dirigencia de River que desmitifican esa afirmación. El domingo 30 de junio, en el santuario de Nuestra Señora Madre de los Inmigrantes, Catalinas Sur, del barrio de La Boca, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal doctor Antonio Caggiano, ofició una misa en memoria de los fallecidos. Los presidentes de Boca, Alberto José Armando, y de River, Julián William Kent, colaboraron en el momento de la bendición del pan y del vino.
Una semana más tarde, el domingo 7 de julio, River organizó una misa en memoria de los caídos. Dentro de sus instalaciones, más específicamente a unos 50 metros de frente al acceso al hall principal del estadio y la platea San Martín, y junto a unas escaleras, el club de Núñez honró a las víctimas. Más de 1000 personas formaron parte de ese homenaje, entre las que se destacó la presencia en primera fila del presidente del club, Julián Kent.
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