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Cuando la vida tiene costo
Cuatro días después de la muerte de Gabriel Riofrío, la Asociación de Jugadores de basquetbol hizo pública una serie de irregularidades que afecta, más que al desenvolvimiento profesional de sus afiliados, a la vida misma de quienes son protagonistas de la Liga Nacional.
"Hace un año y medio que venimos pidiéndole a la Asociación de Clubes que instrumente el análisis médico obligatorio y un seguro de vida y lesiones", confesó Carlos Montesano, abogado de la entidad que nuclea a los jugadores. Y no dejó lugar para dobles lecturas al denunciar que en el contrato único de los basquetbolistas existe una cláusula que hace nulo el convenio si el jugador no está apto físicamente para desarrollar la actividad, una exigencia que pasan de largo varios clubes.
De acuerdo con investigaciones periodísticas iniciadas a partir del fallecimiento de Riofrío, el alero de Estudiantes de Bahía Blanca de 23 años que sufrió un paro cardiorrespiratorio el domingo último, en Sunchales, a 5m19s del final del partido con Libertad, sólo cinco de los dieciséis equipos de la Liga efectúan controles rigurosos a sus jugadores. Al menos una cantidad similar no sometió a ningún tipo de examen a sus planteles en lo que va de la temporada.
La denuncia de la Asociación de Clubes, tardía, desnudó una lamentable realidad. No hizo más que atizar el desprecio por la vida con la que se manejan muchos por estos días, aún en el deporte.
Gabriel Riofrío padecía una miocardiopatía hipertrófica hereditaria detectada el 30 de junio último. "No apto para la práctica de deportes competitivos, porque la práctica deportiva implica en su persona altos riesgos de enfermedad y/o alto riesgo de muerte", fue el categórico diagnóstico emitido por el Centro de Medicina del Deporte de Córdoba.
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Lejos de la autocrítica, refugiándose en pseudocampañas que buscarían deteriorar la imagen del basquetbol, desde la Asociación de Clubes llegó una incomprensible explicación. Primero se intentó aclarar que la muerte de Riofrío se trató de "una desgracia y una tragedia". Después, en una escala por lo menos cuestionable, se responsabilizó al propio jugador, a sus padres, al médico de cabecera y, finalmente, a la Asociación Cordobesa.
Nada se dijo sobre al culpabilidad de los clubes. Nada sobre la triste y nefasta omisión de un artículo del reglamento de la Asociación de Clubes que exige la presentación de un certificado de aptitud física que habilite a los basquetbolistas de la Liga Nacional. ¿Pensarán que no es necesario?
Insólitamente, Eduardo Bazzi, el titular de la Asociación de Clubes se basó en cuestiones monetarias y de credibilidad para justificar la falta de obligatoriedad en los chequeos previos o periódicos. "Eso queda en manos de cada club. No podemos exigir un certificado médico porque sabemos que sólo sirve para llenar un archivo. Que muchas veces no tiene ninguna seriedad porque se consigue muy fácilmente. Además, para detectar algunas afecciones específicas, como las de Riofrío, harían falta estudios muy costosos e imposibles de realizar por una cuestión económica", dijo Bazzi.
Conclusión: la Asociación de Clubes descreería de la honorabilidad de los profesionales de la medicina -más allá de la evidencia del acertado diagnóstico de la enfermedad de Riofrío- y entendería que el negocio del basquetbol que tiene entre manos es más valioso que la vida.
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