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Cuando la pasión se vive en familia
Los Simari Birkner son históricamente los mejores exponentes del país; entre triunfos y derrotas, luchan contra la falta de recursos.
Por Lucas Bertellotti
LA NACION
En San Carlos de Bariloche, entre las montañas y el frío del invierno, la familia Simari Birkner tiene una costumbre poco común: desde que son bebes aprenden a esquiar a la par que comienzan a correr. Sin ninguna presión más que divertirse, suelen convertirse en los mejores representantes de un deporte que conlleva una destreza física alta y una adrenalina y vértigo inigualables. Luchan juntos ante la falta de apoyo a los deportes de invierno. Comparten viajes, desilusiones y victorias. Son hermanos y compañeros. Padres y entrenadores.
En 1969, Jorge Birkner aceptó un trabajo en un Bariloche despoblado y abandonó Buenos Aires con su familia. Sus primeros tres hijos, Jorge, Teresa y Magdalena (después vendrían Carolina, Ignacio y Ramón), pasaban todas las vacaciones de invierno en el cerro Catedral. "Teníamos seis años y pagábamos un abono que nos permitía esquiar toda la temporada. Nos entrenaba Helga María Sisa, una profesora que nos transmitió y nos enseñó con pasión, como si fuéramos profesionales. Ahí comenzó la historia", dice Jorge Jr., de 46 años, que participó junto con Magdalena, Ignacio y Carolina de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sarajevo, en 1984. También estuvo en Calgary, Canadá, en 1988.
Cada uno de los hermanos se desarrolló de maneras diferentes en el deporte. Unos se dedicaron por completo a la actividad. Otros lo tomaron como un pasatiempo. Todos se encargaron de transmitirles la pasión a sus hijos y sobrinos.
Aquella generación que representó a la Argentina en la década del 80 les pasó la posta a quienes hoy compiten en lo más alto. Cristian, Macarena y Belén continúan la saga. Participaron de los últimos Juegos Olímpicos de Invierno, en Vancouver, en febrero de este año. También estuvieron en los dos anteriores, en Turín, Italia, y Salt Lake City, en Estados Unidos. Detrás de ellos ya asoman su hermana menor, Angélica, de 15 años, y su primo Jorge, de 20. Sus entrenadores son sus padres, Teresa Birkner y Mario Simari. Viajan juntos a las competencias. Saben disfrutar y reconocer el prestigio de pertenecer a una familia histórica. "Mis papás son excelentes entrenadores, así que es lindo estar con ellos. Casi toda nuestra familia vive del esquí, entre instructores y entrenadores; todos nos dedicamos a la montaña", dice Cristian, de 29 años, abanderado olímpico en Vancouver. "Es divertido que aprendamos a esquiar antes de caminar. La pasión de mis viejos nos la trasladaron por completo", dice Belén, de 28 años, que en agosto de este año se consagró campeona argentina en slalom gigante.
Aunque disfrutan de ser esquiadores, reconocen que las dificultades económicas y la falta de infraestructura y apoyo complican el desarrollo. El dinero que ganan como profesionales no es suficiente y tienen que trabajar como entrenadores o guías de travesías para esquiadores amateurs para complementar ese ingreso. Necesitan unos 10.000 euros por mes para que cada uno pueda desempeñarse en Europa (pasan medio año allá y otros seis entre Chile y la Argentina).
Matías Jerman, presidente de la Federación Argentina de Ski y Andinismo (FASA), es consciente de las carencias, de la falta de apoyo y de la necesidad de pedir ayuda y organizarse mejor: "El esquí es un deporte costoso y difícil de mantener. En nuestro país hay mucho talento, como lo demuestra la familia Birkner, pero a muchos los perdemos por la imposibilidad de que se dediquen a esto". Belén Birkner coincide con el diagnóstico. "Es muy poco lo que falta para dar ese salto de calidad. Son muchos años los que llevamos compitiendo en el exterior y muchas veces se nos valora más allá que acá".
Pese a las dificultades, los Simari Birkner no frenan su camino de descensos fríos, arriesgados y peligrosos. Como si fuera la herencia más preciada, el amor por este deporte se transmite de generación en generación. Cada camada tendrá a los mejores maestros, y las ambiciones serán cada vez mayores. Angélica comienza a dar sus primeros pasos en el profesionalismo y ya sueña a lo grande: "Quiero ser campeona olímpica", dice, con la confianza de aliada. Sabe que no le faltarán consejos llenos de sabiduría deportiva y talento para lograr su objetivo.
- El esquí paralímpico, en crecimiento
El deporte paralímpico de invierno está en pleno desarrollo. Jean Maggi, de 48 años, y Leonardo Martínez, de 31, estuvieron en los Paralímpicos de Vancouver e incluyen a las personas discapacitadas que no practican deportes. "Este deporte tiene una inclusión total. Estar sentado en la montaña hablando del frío, de la nieve o de las botas, genera una igualdad con el otro incomparable", dice Maggi.
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