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Crimen de Villa Gesell: la conmoción que sacudió al rugby argentino y las medidas que tomaron los clubes
El asesinato a Fernando Báez Sosa, sucedido el 18 de enero en Villa Gesell y por el cual hay ocho detenidos (aunque diez acusados), sacudió los cimientos del rugby argentino. Desde hace días el deporte y su gente son blanco de críticas. Y los clubes, lejos de mantenerse al margen, tomaron cartas en el asunto. No porque se sientan responsables, sino porque entienden su rol social de instituciones formadoras de personas.
A partir del hecho, algunos de ellos empezaron a dar charlas formativas sobre prevención de violencia, consumo responsable y perspectiva de género. Otros ya venían haciéndolo, pero la coyuntura los obligó a reforzar y dar mayor visibilidad a sus acciones. Otros endurecieron sus posturas y avisaron que recurrirán a sanciones disciplinarias en caso de que alguno de sus jugadores esté involucrado en episodios fuera del club.
Uno de los primeros en responder fue Biguá Rugby Club, de Mar del Plata. El 27 de enero, nueve días después del crimen, informó en un comunicado cuatro medidas: eliminar el alcohol de los terceros tiempos en todas las divisiones; prohibir todo bautismo que involucre acciones violentas o invasivas; organizar un ciclo de charlas acerca de comportamientos de grupos, violencia de género y noviazgos violentos, y sancionar disciplinariamente a todo jugador que actúe incorrectamente tanto en la cancha como fuera de ella.
"Recogiendo el guante de lo ocurrido y sintiendo el terrible dolor de la familia de Fernando como propio, sin culpar al rugby al 100%, pero sí haciendo mea culpa de la parte que nos toca, nos gustaría seguir fomentando los valores y las buenas costumbres que tiene ese deporte", cerró el comunicado firmado por la comisión directiva.
Algunos decidieron hace un tiempo involucrarse en lo que hacen sus socios fuera del club. Regatas Bella Vista es un caso. En el club veían cómo se repetían hechos de violencia que involucraban desde juveniles hasta jugadores de la primera. Hace cuatro años se bajó línea fuertemente: todo partícipe en un episodio de violencia, como tomarse a golpes en un boliche, será citado por la comisión directiva.
"Tuvimos suspendidos, y ahí se terminó la j...", asegura para la nacion Fernando Ibarrola, presidente del club entre 2010 y 2012, que apunta que estos hechos disminuyeron notablemente desde entonces. La institución se endureció también puertas adentro: prohibió la publicidad de bebidas alcohólicas en la cancha y brindará charlas a los planteles de rugby y hockey femenino.
"Que la violencia no te sea indiferente", anuncia un flyer de San Luis. En el club de La Plata cuentan que la iniciativa comenzó a ser instrumentada en 2019 y que habrá un ciclo de charlas orientadas a violencia de género, consumo de alcohol y adicciones y violencia. El caso Báez Sosa le hizo reforzar el programa.
"Si no sos violento en la cancha, controlate afuera. Es simple", dice Alfredo Gascón, ex presidente del club marista y quien coordina las charlas. La Plata es una de las ciudades de mayor concentración de rugbiers. Hay seis clubes y existen fuertes rivalidades en algunos casos. Tiempo atrás, se repetían constantemente entredichos y peleas entre jóvenes de los clubes. Todos se organizaron para poner freno de una manera creativa: formaron un combinado platense para que jugara amistosos. "Eso generó que los jugadores se hicieran amigos. Se terminaron hace muchos años las peleas entre jugadores de rugby de La Plata", asegura Gascón.
Los clubes siempre mostraron interés en capacitar a sus socios en estos temas; la cuestión es cuánto impacto tienen en ellos. Lo ocurrido en Villa Gesell los obliga a hacer que dejen de ser acciones protocolares y pasen a ser una política de club.
Por caso, Hindú, el club más ganador de los últimos años, está programando para lo inmediato "una serie de charlas con profesionales para las divisiones inferiores y el plantel superior sobre alcoholismo, drogadicción y violencia", afirman.
¿Y la Unión Argentina de Rugby? Sabido es que fue centro de críticas por el comunicado que emitió horas después de la muerte de Báez Sosa, en el que usó la palabra "fallecimiento" en vez de "asesinato". Hace unos días dio a conocer que ejecutará un programa de capacitación cultural y social para jugadores, padres y personal de los clubes con el fin de concientizar y prevenir sobre violencia. Si bien no ahondó en detalles, formó una comisión especial que lo llevará adelante, contratará una consultora y lo instrumentará por tres años. Y habrá reuniones con profesionales del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad para armar capacitaciones en género.
"Queremos abordarlo en profundidad para generar una transformación y no apagar un incendio", dijo Marcelo Rodríguez, en un encuentro con periodistas. El presidente de la UAR avisó que se procurará incluir también a los padres, a los que tanto la UAR como los clubes consultados ven como una pata fundamental para generar este cambio. "Guarda, porque esto es más culpa de los padres que del club", dijo uno de los dirigentes de clubes consultados.
Un punto llamativo es que pocas figuras del rugby se pronunciaron sobre el tema. Uno que se animó fue Patricio Albacete, head coach de la primera de Manuel Belgrano. Su club organizó una charla con los entrenadores del plantel superior, de juveniles y de infantiles. En su gran mayoría son jugadores, ex jugadores y padres que colaboran ad honorem con las divisiones. "Se hizo una bajada de línea para seguir apostando por los valores de club. Intentamos ser cuidadosos y explicarles a los más jóvenes este tema. Si ven una situación similar, que traten de intervenir para que esto no ocurra, pero sin meterse en la pelea. Ellos tienen muchas preguntas, así que se acercan a los entrenadores para hablar sobre estos temas", cuenta el ex puma.
En el ambiente muchos entienden que el asesinato a Báez Sosa fue utilizado por ciertos medios y periodistas para acusar al rugby de ser un deporte elitista practicado por "chicos bien", pero que nada está más alejado del rugby actual, al que se utiliza como herramienta para, por ejemplo, reinsertar en la sociedad a personas privadas de su libertad y para la inclusión de chicos de clases bajas. Un caso insigne es Virreyes. "Asumimos un compromiso: dijimos que íbamos a ser capaces de sortear toda agresión en el club y fuera de él. No van a pelearse. Lo prometimos cual jura de bandera, en honor a Fernando, a nuestro club y a la familia del rugby, que nos albergó con tanto amor. Vamos a ser como los karatecas y los boxeadores, que tienen prohibida la mano", avisa Marcos Julianes, uno de sus fundadores.
Algunos se activaron más, y otros, menos, pero el caso Báez Sosa se volvió el tema principal de discusión de los clubes. La sensación es de que dejaron de mirar al costado y empezaron a charlar de una realidad que existe. Parece haber acuerdo en que el rugby no es un criadero de criminales pero tampoco una reserva moral. Las palabras de Julianes reflejan ese sentir: "Esto que ha pasado es muy fuerte. Hay un antes y un después en el rugby. A partir de este drama, hay que reconstruirnos y cambiar para mejor". El tiempo dirá si ocurrirá tal cosa.
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