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Copa América. Messi y los tiros libres: del déficit a la genialidad, entre los susurros de Maradona y los retos de Basile
El capitán tardó en volverse un especialista: ya había convertido 27 goles en la selección cuando marcó el primero de falta; desde entonces disfruta de otra vía para aterrorizar a los arqueros; una historia de obsesión y consejos
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“Escuchame papi, no le saqués el pie tan rápido, sino ella no sabe lo que vos querés”, le enseña Diego Maradona a Lionel Messi. Ella es la pelota. Pero en la película hay que retroceder algunos cuadros. Esta historia tiene fecha de comienzo, aunque el artista no se atreva a confirmarlo. Fue el 10 de febrero de 2009. Noche fría y muy ventosa en Marsella. Termina el entrenamiento de la selección argentina en el estadio Vélodrome. Al día siguiente jugaría un amistoso contra la Francia de Thierry Henry, Nicolas Anelka, Ribéry y Eric Abidal. Lionel Messi tiene 21 años. Coloca la pelota en el ángulo izquierdo de la medialuna del área, patea a cualquier lado y ahoga un rezongo mientras enfila a la salida.
“¿Te vas a ir a dormir con esta porquería? Mirá que vas a tener pesadillas...”, lo espolea el profesor Fernando Signorini. Diego Maradona había observado en silencio, hasta que no reprime más su genio. Toma del hombro a Messi y le susurra aquella frase del comienzo de la nota, una lección que abrirá una dimensión desconocida: “No le saqués el pie tan rápido, sino ella no sabe lo que vos querés…” Entonces, el técnico la apoya en el mismo lugar, toma dos pasos de distancia y saca un zurdazo que se clava en el ángulo del arquero Juan Pablo Carrizo. Messi sonríe tímido y busca alguna complicidad con Signorini. ¿Maradona le acababa de iluminar un atajo, le confió un secreto que marcaría la carrera de Messi? La leyenda urbana, agradecida.
Pero los datos hablan. El archivo avala la historia. Hasta esa fría noche en Marsella, la trayectoria de Messi apenas registraba un gol de tiro libre. Solo uno: el 4 de octubre de 2008, el equipo de Pep Guardiola arrolló 6-1 al Atlético de Madrid, en el Camp Nou, y Messi marcó el tercero de falta directa. Solo uno. Hoy, ya encadena 58, entre los 50 que festejó en Barcelona y otros ocho con la selección. El último el sábado, contra Ecuador, cuando entre el árbitro brasileño Sampaio y el VAR le negaron un penal a la Argentina y entonces el capitán hizo justicia divina. Poesía vengativa.
Messi nunca acreditó totalmente aquella escena en Marsella. Tampoco la negó, sólo repite no recordarla. El profe Signorini jura que registra cada paso, cada palabra. ¿Y el maestro qué opinó? “Después de los entrenamientos, siempre nos quedábamos pateando. Pero yo no le enseñé. Un día me preguntó cómo hacía yo para poner todo el pie arriba de la pelota. Y le dije: ‘Mirá, es simple, le pegás en el medio. ¿Qué, me van a dar el Oscar a mí porque te enseñe esto?’. Y me respondió: ‘Pero yo le pego en el medio y se me va así, o por arriba…’. Entonces, le dije… ‘Ya, ya… ya se te van a dar’. Y ahora las cuelga a todas”, describió Maradona en una conferencia de prensa, cuando dirigía a Gimnasia. La clave maradoneana estaba en escoltar a la pelota con el pie todo el tiempo posible. “Siempre hay que dejar el pie un segundo más…”, agregó alguna vez Maradona en sus clases magistrales.
La memoria de Messi no es su fuerte. Pero él confesó recordar que las primeras referencias sobre los tiros libres las recibió de Alfio Basile, allá por 2007 en la Copa América de Venezuela. “Soltá el pie nene, soltá el pie. Mirá cómo hace Román [Riquelme]…', me decía el Coco. Y yo tiraba despacito… ‘Eso es un centrito’, me decía. Él fue de los primeros que me empezó a hinchar para que aprenda a patear”, contó el rosarino hace tiempo. El propio Basile lo iba a confirmar, con su vozarrón cavernoso y su estilo tan particular: “Y… tiraba unos centritos de mierda… Le decía: ‘Dale precisión, no necesitás tanta violencia”.
Lo confió Messi: aprendió. Hasta un talento puede hacerlo. El genio vive de los desafíos. Lo que no se permite el crack es descansar. Quizás siempre había tenido el toque para patear los tiros libres. Le faltaba pedirlos, y practicarlos hasta la perfección. Al principio no reclamaba la ejecución porque respetaba una jerarquía que su talento bien podía desafiar. Aceptaba que los Ronaldinho, lox Xavi, los Juan Sebastián Verón o los Riquelme gozaban de la prioridad.
“Fui probando y agarrando un mecanismo que, al final, funciona. No es ir y patear por patear. Te parás diferente cuando vos a patear, no es lo mismo cuando la vas a cruzar o cuando le vas a pegar por arriba de la barrera. Y el golpeo es clave; antes, por ahí le pegada mucho más fuerte de lo que era necesario. Todo eso lo fui aprendiendo a medida que iba pateando”, desarrolló Messi. No hay secretos: talento, desde luego, y constancia. Obstinación.
Vaya si aprendió. O por los afectuosos retos de Basile, en 2007, o las cálidas lecciones de Maradona. Y la progresión en Barcelona lo demostró: en la temporada 2008/9 marcó uno; dos en la 2009/10; uno en la 2010/11; tres en la 2011/12; cuatro en la 2012/13; tres en la 2013/14; dos en la 2014/15; siete en la 2015/16; cuatro en la 2016/17; siete en la 2017/18; ocho en 2018/19; cinco en la 2019/20, y otros tres en la última, la 20/21. Los goles de tiro libre se convirtieron en una deliciosa especialidad. Entre tantas marcas, hace rato que es el máximo anotador en la historia del club catalán. Su más cercano perseguidor quedó muy lejos, el holandés Ronald Koeman, hoy su entrenador, con 26.
Y en la selección, desde luego, se adueñó de los tiros libres, especialmente a partir del ciclo de Sabella. El bautismo llegó cuando su lista iba por 27 goles: el 7 de septiembre de 2012, en Córdoba, en la victoria 3-1 sobre Paraguay en las eliminatorias rumbo al Mundial de Brasil. Bastó que se lo propusiera… Repitió la función ante Uruguay (3-0), en Mendoza, con un sorprendente remate por debajo de la barrera. El tercero lo dibujó en el Mundial, en Porto Alegre, frente a Nigeria (3-2). Ya en el ciclo de Martino renovó el encantamiento en la Copa América del Centenario, en las metrallas contra Panamá (5-0) y los Estados Unidos (4-0). Tiempo después, en la tortuosa ruta a Rusia 2018, sumó el sexto ante Colombia (3-0), en San Juan. Los últimos dos, ya con Scaloni, ambos en esta Copa que lo muestra tan afilado: a Chile, para quebrar la resistencia de Claudio Bravo que otras veces lo frustró, y a Ecuador, al arquero Hernán Galíndez… el rosarino, nacionalizado, al que Messi le había hecho un gol a los 5 años.
La ceremonia de calibración, en la antesala de los partidos, ya es un rito que nadie se quiere perder. Un show en sí mismo. ¿Tiro libre para la Argentina? Patea Messi, qué duda cabe. Aunque en la cancha estén Leandro Paredes, Ángel Di María o ‘Papu’ Gómez. En cualquier punto del mundo, en cualquier estadio, todos están advertidos que algo puede suceder. Tiro libre para la Argentina. Va Messi y una extraña electricidad se apodera del lugar. ¿Diego Maradona fue el maestro, le sirvieron los consejos del ‘Coco’ Basile? Messi se obligó a ser mejor. Se propuso hacer lo que no le salía.
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