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Copa América. Lionel Scaloni y la comparación a los 30 partidos: Passarella, Bielsa, Sabella y Martino sabían qué querían
Igualado el actual DT con anteriores técnicos de la selección en la misma cantidad de juegos, queda en evidencia la falta de progresos del proyecto actual
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La renovación fue un mérito que ya se le reconoció a Lionel Scaloni. Insistir en esa dirección certifica la involución: atrasa vivir de la refundación generacional. Como la selección sigue anclada en el fervor como un atributo casi patriótico y en esos pasajes que invitan a creer y se apagan para agigantar la decepción, el crecimiento futbolístico se volvió una deuda eterna. Después de 30 partidos del ciclo, ni el esquema ni varios intérpretes están definidos. Pero eso es secundario. El funcionamiento y la identidad son los que no se afirman, y ese sí es un problema. Por eso la sensación de plan experimental se volvió un abuso. La selección está atascada. No hay progresos.
Las comparaciones, aun con su mala fama, permiten darles sustancia a las interpretaciones. ¿En qué etapa se encontraba el ciclo de Alejandro Sabella en el partido número 30? La Argentina empataba 0-0 con Ecuador, en un ensayo en Nueva Jersey, el encuentro inmediato posterior a la finalización de las eliminatorias, donde el equipo arrolló después de un comienzo titubeante y se aseguró el pasaje a Brasil 2014 con tres fechas de anticipación. Incluso, había derrotado con autoridad a Italia, en un amistoso en Roma. Eran los días de los ‘Cuatro Fantásticos’, Messi, Higuaín, Kun Agüero y Di María; el proyecto de Sabella estaba en su plenitud. Vendrían cuatro amistosos más y en el cotejo N°35 del ciclo, la selección debutaría en la Copa del Mundo.
¿Y con Marcelo Bielsa qué ocurría? Junio de 2001, la Argentina goleaba a Colombia 3-0 en el Monumental y gobernaba las eliminatorias con una contundencia desconocida. En la fecha siguiente, en Quito, y con cinco jornadas de antelación, se aseguraría el pasaje a la Copa Corea-Japón. Con un dibujo 3-3-1-3, la formación se recitaba casi de memoria, con Zanetti, Simeone y Sorin; Verón; Ortega, Batistuta y ‘Kily’ González o el ‘Piojo’ López de la mitad de la cancha para arriba. Nueve encuentros más adelante comenzaría la aventura mundialista en el Lejano Oriente. Esperaba un disgusto enorme.
¿Y con Daniel Passarella? Abril de 1997 y el Káiser no encontraba los resultados. Derrota 2-1 con Bolivia, en La Paz, por las eliminatorias. Pero asomaba el despegue: tenía los nombres, una defensa con tres piezas muy ensayada y había afirmado el recambio generacional tras el último Mundial maradoneano. Sus chicos, Burgos, Ayala, Zanetti, Almeyda, Verón, Ortega, Crespo y el ‘Piojo’ López, entre otros, estaban terminando de familiarizarse con la selección. Ya había pasado la turbulenta Copa América ’95 y una frase que el Káiser patentaría para siempre, “la pelota no dobla”, en una caída en Quito. Después de ese encuentro en La Paz se encadenaron cinco victorias en serie que despejaron el camino a Francia ’98. En esa época la agenda de la selección era muy intensa y todavía faltaban otros 20 encuentros para el estreno en la Copa del mundo en suelo galo.
José Pekerman estuvo 27 encuentros al frente de la selección. ¿Y con Gerardo Martino qué sucedió? Tampoco hubo 30 partidos, el plan del ‘Tata’ concluyó después de 29 juegos, justo al término de la final perdida con Chile, otra vez por penales, en la Copa América Centenario de 2016. La falta de apoyo dirigencial lo empujó a marcharse, justo cuando la marcha en las eliminatorias se había estabilizado y el equipo se nutría de opciones, como Mercado, Ramiro Funes Mori, Dybala, Ángel Correa, Nahuel Guzmán, el regreso de Otamendi… La crítica coincidía en que el proceso atravesaba por su mejor momento. Pero la gestión de la AFA estaba en ruinas y esperaba el descalabro con Edgardo Bauza y la incertidumbre hasta el final con Jorge Sampaoli.
Una particularidad que salta de la comparación, y Scaloni es víctima: salvo el solitario amistoso con Alemania (2-2), la selección ya no tiene posibilidades de enfrentarse con rivales europeos como entre otras épocas, producto de calendarios apretados entre eliminatorias, Eurocopa y Copa de las Naciones. Y es un déficit que impacta en el desarrollo y la madurez del equipo.
Pero Scaloni parece el censor de sus aciertos. No deja en paz ni las virtudes que construye. Todo vive bajo revisión y eso siembra desconfianza puertas adentro. Inseguridades disimuladas por estadísticas que están muy por encima del rendimiento: 17 victorias, nueve empates y apenas 4 derrotas. Scaloni no deja de cambiar. Si tantas oportunidades no han instalado más convicción, algo falla. Alguien falla. Faltan elecciones con sustento. Creer y sostener, lo que en un momento hicieron Passarella, Bielsa, Sabella o Martino. Después de 30 partidos, incluso antes, sus proyectos eran reconocibles. Lo confirma el archivo.
La confianza puede ser hasta más trascendente que los recursos, el fútbol está repleto de jugadores con limitadas condiciones y un ánimo capaz de derribar murallas. Las seguridades y la desconfianza dependen del entrenador. Si alcanzar la categoría de equipo de autor encierra un elogio para un técnico, la Argentina es un buen ejemplo con el significado invertido: el seleccionado lleva el perfil de un DT en inestable construcción. Su identidad intenta abrirse paso entre revisiones y contradicciones. Y la Argentina lo espeja.
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