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Copa América. Lionel Messi: cuando el genio no encandila, pero es el único que alumbra
Hace tiempo que no ofrece partidos fabulosos, pero el capitán es decisivo para que el seleccionado construya acciones de peligro, y volvió a demostrarlo en el empate 1-1 frente a Chile
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Hace once días la Argentina le ganaba a Chile en Santiago del Estero, pero empató. Hace seis días la Argentina le ganaba a Colombia en Barranquilla, pero empató. La Argentina nuevamente le ganaba a Chile, ahora en Río de Janeiro, pero anoche empató. Idéntica inercia aunque haya cambiado el envase de la competencia. Ya en el estreno, la Copa América le recordó a Lionel Messi que entre ellos hay cuestiones pendientes. Que nada será sencillo, y que el torneo de selecciones más antiguo no se enternece con ese jugador que, lleno de cicatrices, insiste detrás de un certamen que le remueve sus peores fantasmas. Y menos mal que persiste Messi, porfiado, porque sin su capitán, la selección sería casi inofensiva. Messi dejó de ser deslumbrante, pero es imprescindible.
Desde hace un tiempo, Messi interviene de una manera diferente. Pesa distinto. Influye de otro modo. ¿Alguien recuerda un partido fantástico en el ciclo de Scaloni, alguno inolvidable? No, y ya van casi veinte. Nada a la altura de sus formidables antecedentes; quizá su mejor día haya sido aquel contra Brasil, en las semifinales de la maldita Copa América de 2019. Pero, de todos modos, Messi es figura. Y no se puede ni resfriar. Messi ya acostumbró a la selección a una reconversión futbolística. Probablemente más implicado que nunca, y menos espectacular que en otros tiempos. Gravita, pero con otra pirotecnia. Ya sin apiladas. Con menos piques y pocas gambetas en espacios reducidos. Con menos gol, también. Y aun con ese recorte de prestaciones, es el mejor. Romántico y peligroso a la vez.
Va a cumplir 34 años, es cierto. Buscar sus mejores actuaciones en los últimos años en la selección obliga a repasar bien el archivo. Partidos en los que haya deslumbrado, porque él acostumbró al planeta a lo inexplicable. La injusta vara que persigue a los genios. El apuntado de julio de 2019 con Brasil, bien. El día de la vital victoria sobre Nigeria, para resistir en el Mundial de Rusia, el peor de sus cuatro mundiales. La noche de Quito y los tres goles en la altura para asegurar la clasificación en las anteriores eliminatorias. Pero eso sucedió en 2017. En casi cuatro años, tres partidos fulgurantes. Ahora borda los encuentros de la selección con una paleta sin colores fluorescentes, pero la obra final lleva su firma de autor. Messi ya no es el eje, la aduana obligatoria, pero no deja de ser determinante.
Como en el tiro libre, en definitiva, del único gol de la selección. Claudio Bravo y el colombiano Ospina se lo habían negado hace algunos días, pero ahora perforó barrera y toda resistencia. Con salto maradoneano incluido en el festejo. Fue el séptimo de tiro libre en la selección, el décimo en sus seis Copas América y el número 73 en la selección mayor. Al final, se iba a lamentar por el empate: “Faltó tranquilidad, cuando nos pusimos en ventaja no pudimos tenerla, la cancha la verdad que mucho no ayudaba, pero nos faltó tener el control de la pelota, jugar más rápido, cosa que si hicieron ellos cuando empataron”. Y agregó: “Queríamos empezar ganando. Ahora se viene Uruguay, que también va a ser parejo y complicado. Son dos partidos muy duros para empezar esta Copa América y por eso queríamos empezar ganando”.
Con una de las trayectorias más largas en la historia del seleccionado –pasó los 15 años, y Diego Maradona estuvo algo más de 17–, ayer llegó a los 145 partidos para amenazar el récord de su amigo Javier Mascherano, con 147. La semana próxima se lo quitará. Es otro Messi: algunos pases no conectan, la seducción no es instantánea, dosifica la magia. Busca socios, corre, grita. Descansa en Lo Celso, cede la conducción en Paredes, explota el espacio de Nicolás González, disfruta de que Montiel le abra el andarivel derecho. A veces no participa…, a la vista de los mortales. Y cuando la Argentina se dedicó a empujar a Chile en el tercio final del partido, él obligó a una difícil atajada de Bravo y él dejo dos veces de cara al gol a Nico González. Y el dinámico volante/delantero falló por duplicado.
Siempre insiste, nunca se desanima. Pero ahora administra su físico, se reserva las aceleraciones, no ejecuta todas las pelotas paradas. Y la Argentina lo necesita incluso así, aunque ya no sea capaz de fascinar en cada movimiento. Los puntajes para Messi, según LA NACION, hace tiempo que se estancaron en el 6, y algún que otro 7, como en este debut en Río. Hay que viajar en el tiempo para reencontrarse con la parte alta del boletín, el 8, el 9 y el 10. Que los tuvo, claro, y varios. Pero el terrenal también es esencial para la selección. Ya no es colosal, pero sí imprescindible para la Argentina. No encandila, pero es el único que alumbra.
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