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Adiós a un emblema del periodismo: con el cierre de la revista El Gráfico termina una era casi centenaria
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En un contexto crítico para las publicaciones deportivas periódicas, la casi centenaria revista El Gráfico dejó de ser “la cara del deporte”, como la anunciaba el popular jingle de los ’70. La empresa Torneos, que la había adquirido hace casi dos décadas, anunció ayer el cierre de la que fuera la revista argentina más conocida en el mundo, la usina de la mitología deportiva nacional, que desde los años ’90 venía siendo jaqueada por los cambios tecnológicos que modificaron en profundidad el consumo del deporte. Hasta el FIFAgate acabó por perjudicarla.
El responsable de la revista, Elías Perugino, fue el último en abandonar la vacía redacción, ubicada en el edificio de Torneos, en Balcarce y Venezuela, conteniendo las lágrimas. La empresa, que en 2002 decidió acabar con la tradicional frecuencia semanal para mensualizarla, les comunicó ayer por la tarde el cierre inmediato; la posibilidad de reubicar a los integrantes de la redacción en otras esferas de la empresa no fue contemplada. Solo dos empleados conservarán sus puestos.
Creada en marzo de 1919 por Constancio C.Vigil, editada hasta 1998 por Atlántida en el señorial edificio de México y Azopardo, El Gráfico era un poderoso medio de influencia en el deporte nacional y también planetario. A lo largo del siglo los grandes atletas del país vieron consagrada su trayectoria en la tapa de la revista, un auténtico podio; sus dueños supieron utilizar esos trampolines para acceder a posiciones de privilegio y poder.
La leyenda cuenta que Carlos Ávila, el creador de Torneos, compró la revista a fines de los ’90 para poseer la influencia que no tenía en la FIFA, tal el peso de la revista. Su sueño duró poco y su empresa, que entendía de medios electrónicos pero no de gráficos, no supo cómo gestionar su nueva gema.
A comienzos de la década del ’90, El Gráfico vendía regularmente 100 mil ejemplares semanales; esa cifra había caído a 30 mil en el cierre de la década. Durante esos años, el fútbol copó la TV, el cable entró en los hogares y ya no había que esperar la aparición de la revista para analizar las jugadas o revivir los goles. La aparición de un diario deportivo –una idea con la que Atlántida coqueteó sin atreverse a concretarla– competidor, Olé, en 1996, supuso otro flanco de debilidad.
Torneos la relanzó con el nuevo siglo (“tres revistas en una”) y una redacción renovada, nombrando responsable de esa unidad de negocios al actual ministro de Cultura, Pablo Avelluto, pero el experimento no superó la crisis del 2001.
Por entonces, se vendían menos de 20 mil ejemplares semanales, pálida cifra teniendo en cuenta los 880 mil ejemplares vendidos con la consagración argentina en México 1986 (cuando no pudieron imprimirse más al agotarse el papel disponible) o los más de 800 mil de cuando la selección ganó el Mundial de 1978.
Con una reducción del 90 por ciento de la plantilla periodística, citando “el estado terminal de la industria gráfica”, la empresa reconvirtió la publicación, volviéndola mensual en marzo de 2002, cuando ya los principales diarios producían sus propios suplementos deportivos.
El Gráfico se sostuvo con dificultad en la última década y media gracias a la suscripción internacional, un núcleo de unos pocos de miles de argentinos viviendo en el exterior, que renovaban su vínculo con el país una vez al mes con la llegada del ejemplar; y la venta de fotografías de su profuso archivo, el único negocio que se mantendrá a partir de este cierre.
Durante la primera década del nuevo siglo, los números de la revista fueron escrupulosamente custodiados por el director financiero de Torneos, Alberto Mario Pomato, cuyo sueño era acompañar a la edición mensual con una serie de productos especiales que permitieran volver a acariciar la frecuencia semanal. Ese ideal nunca se cumplió y Pomato acabó siendo uno de los ejecutivos desvinculados de Torneos a consecuencia del FIFAGate. Dos de los periodistas que hasta ayer trabajaban en la revista coincidieron en que ese episodio acabó siendo decisivo. “Desde ese momento, Torneos dejó de preocuparse por El Gráfico”, confió uno de ellos a la nación.
Mientras se popularizaban las redes sociales y crecía exponencialmente el consumo del deporte a través de Internet, la revista de papel acabó por sufrir rudamente esas consecuencias, con ventas bajas y escasos ingresos de publicidad. El encomiable esfuerzo de un puñado de románticos no alcanzó a revertir la tendencia. En otro año de Mundial, como en 2002, El Gráfico perdió por goleada. Esta vez, aseguran, es definitivo.