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Cómo hizo Banfield para lanzar fuegos artificiales y apagar el invicto del líder Estudiantes
Acaso fuera por una imposibilidad logística o administrativa, pero no se entiende todavía cómo el departamento de difusión, de prensa, de eventos o de lo que sea de Banfield no les regaló a sus hinchas un DVD con el compilado de todos los pases de magia que hizo Walter Erviti ayer. Hubiera sido lo justo, lo correcto, en cada puerta del estadio, apenas se despobló la noche del 3-2. En la era del falso 9, el capitán de Banfield fue falso 7, falso 8, un falso Garrafa Sánchez, goleador, asistidor falso y un gurkha que apretó cada salida de un Estudiantes que jamás se rindió. El equipo de Nelson Vivas perdió la pelota, perdió en las contras y perdió el invicto en el punto cardinal en el que más veces se recomienda mirar para atrás: el Sur.
Hubo un anochecer de otro tiempo -otros años- en el duelo de ayer. Dos equipos que se relojearon la yugular y salieron a atacarse con ferocidad, dos hinchadas que se gastaron la voz y las zapatillas de cantar y saltar, un empacho de cinco goles, una atajada al ángulo de Hilario Navarro tras un cabezazo a los 44 minutos del segundo tiempo, una pelota de Matheu reventada en la línea, un campo impecable pese a que llovió bastante.
En el país del 38-38 de la AFA, hubo una noche de fútbol que fue una burbuja y una belleza total, un partido con fuegos artificiales en las bandas. Lucas Viatri fue un billarista por cómo bajó cada pelota para que Lucas Rodríguez o Augusto Solari levantaran el mar en cada orilla. En el 1-0 el wing fue Facundo Sánchez, quien atacó un pase veronista de Damonte y lanzó el centro que Lucas (digámosle así, que parece brasileño y sale más caro) tradujo en gol. Nada le cambió el libreto a Banfield, que siguió llevando la pelota a la banda derecha, atrás de Lucas Rodríguez, con Erviti como mandamás. Lo dijo Falcioni en la conferencia: la idea era apretarles el segundo pase en la salida, que Estudiantes hace siempre largo y a las bandas mientras el equipo se abre, y salir galopando para contraatacar. En el 2-1 bloqueó Civelli y en el 3-1 lo hizo Remedi. Luego, dos hermosuras para viralizar: un pase testimonial de Erviti abriendo las piernas y un derechazo de Erviti tras matar en el área chica un pase con su zurda, ese silenciador. Desconocemos la agenda de las secretarías provinciales pero insistimos: lo que jugó el 10 de Banfield debería ser declarado de interés cultural.
Estudiantes, partido
Iban diez minutos del segundo tiempo cuando los hinchas locales empezaron a gritar ooole, ooole y lo cortaron rápido, quizá porque entendieron o recordaron que enfrente estaba el León. Al líder le falló el medio, había cuatro tipos que atacaban, cuatro que defendían y Damonte y Marchioni mirándose entre 40 metros. Al revés de los abuelos que se emperran en sus convicciones y gritan siempre lo mismo, Falcioni cumplió 60 años y se relajó, le opuso a Estudiantes un equipo que negó todos los recuerdos y prejuicios que teníamos de él. Presión en la salida, dos jinetes en las bandas, un 5 (Remedi) que se hacía 10 y un 10 que fue todo. A Julio César le volvieron los 70, el pelo largo, la facha: fútbol hippie sureño, una liberación que necesitaban todos los equipos que vienen atrás. Banfield abrió la puerta del boliche y ahí se aprietan Newell's, San Lorenzo, Lanús y Boca, empujando para entrar.
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