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Vuelta a San Juan: lo que no se ve de una competencia que es la mejor de América y, a la vez, la fiesta de los pueblos
La tradicional prueba atraviesa 19 departamentos y expone la belleza natural entre la aridez; la pasión de los locales por el ciclismo se conjuga con los ingresos económicos para la provincia
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SAN JUAN.– Hay algo mucho más valioso que la relevancia internacional. Algo más intrínseco que su fama y su honor. La Vuelta a San Juan es pasional e indómita, es la prueba ciclística más importante del continente americano. Su magia es capaz de quebrar el silencio de los pueblos atravesados por el multicolor pelotón al ritmo del tintineo de las cadenas y los pedales; es la fiesta de su gente y el olvido de las penas. Para su ritmo, cambia su vida, renueva esperanzas. Tiene impronta propia, capaz de unir historias cruzadas de héroes consagrados y entusiastas desconocidos.
Los diecinueve departamentos sanjuaninos por las que pasa este año la 39ª versión viven una experiencia intransferible. De Sarmiento a Jáchal, de Valle Fértil a Calingasta, la vuelta hace a la unidad y el orgullo de la provincia que equilibra las desigualdades de norte a sur y de este a oeste. Es la carrera que abre al mundo a sus pueblos, que expone sus bellezas naturales y revive las hazañas de los argentinos Vicente Chancay, Eduardo Trillini, Antonio Matesevach y del Pitufo Daniel Castro; es la carrera que lanzó al mundo a Egan Bernal, Remco Evenepoel y Filipo Ganna, algunos de los mejores de la actualidad.
La tradicional prueba cuyana tiene una propia impronta: la pasión de su gente. Desde temprano, familias enteras se juntan al borde de la ruta para esperar el paso del pelotón multicolor. Punta de espalda asada a la estaca, cerveza, semita –una especie de torta de chicharrón típica de la región–, sandía y melones; el catering completo para amainar las horas de espera que quedan antes que pasen sus ídolos, los gladiadores del pedal. Fiesta pura en medio de la prueba ciclística más importante del continente americano. Lejos del glamour y la modernidad del Tour de Francia, pero igual de pasional que el Giro de Italia.
Hay que estar acá, hay que meterse en la carrera. Para vivirla, para sentirla, para conocerla. Para contagiarse del espíritu de los corredores, del fervor de la gente, del esfuerzo de los auxilios, del trabajo de la organización. Sí, hay que estar acá para descubrir su intimidad. Por dentro, bien por dentro. En el interior mismo de su alma. Paso a paso, día a día, durante las ocho largas jornadas con apenas una de descanso, recorriendo los 1400 kilómetros, uniendo los 19 departamentos de la provincia de San Juan.
“Esta carrera es cada vez más grande. No tiene nada que envidiarles a las grandes, con sus salvedades. Me gusta la voluntad de su gente y cómo disfruta; me ha flipado el contraste de sus paisajes naturales. El público, en cuanto a lo que es el ciclismo y el ciclista, es caluroso. Disfruta de la competencia, pero sabe cómo comportarse”, afirma la española Ainara Hernando, coordinadora general de los periodistas de los medios internacionales, que llegaron desde España, Italia, Francia, Bélgica, Gran Bretaña, Países Bajos, entre otros.
Es que la vuelta, más allá de lo deportivo, es una gran ventana para el mundo, que se televisa a en directo a más de 200 países y genera más de 2900 puestos de trabajo. Se estima que, por estos días, la capacidad hotelera de la provincia está agotada y el impacto económico supera los 500.000.000 de pesos. “Los sanjuaninos nos sentimos plenamente identificados con el ciclismo. Somos la capital mundial de la pasión por el ciclismo. En cada etapa, en cada vuelta, queda demostrado”, comentó el gobernador Sergio Uñac, que disfrutó del triunfo del colombiano Fernando Gaviria en la cuarta etapa.
El arribo en la etapa 4
📍 Etapa 4 🇦🇷
— Vuelta a San Juan OK (@vueltasanjuanok) January 25, 2023
Final de la etapa, el colombiano Fernando Gaviria del @Movistar_Team se quedó con la victoria con un tiempo de 4hs 35' 27".
🥇 Fernando Gaviria
🥈 Peter Sagan
🥉 Filippo Ganna#DondeTodoEmpieza#VueltaSJ2023 pic.twitter.com/buoHW76mjf
La fiesta está ahí, a la orilla de cada ruta, en la entrada de cada pueblito. En las miles de manos que se multiplican saludando el paso del pelotón y juntan caramañolas. En los gorros de todos los colores y los carteles de todos los tamaños, en esa multitud sin rostro a la que solo la une la sonrisa ancha y el fervor por el ciclismo. “Es una carrera curiosa, con muchos corredores notables. Esta pruebe expone la vitalidad ciclística de Argentina, que no se conoce fuera de aquí. Estoy asombrado con la capacidad organizativa y la manera con que los viven los sanjuaninos viven su pasión por el ciclismo”, cuenta Carlos Arribas, periodista que lleva más de 30 años cubriendo ciclismo para el diario El País, de España.
Cada etapa de la ronda sanjuanina es una postal del infierno. Muestra la aridez de su suelo y la geografía incomparable de la cordillera, con su naturaleza quieta, su soledad infinita y deslumbrante belleza. Y es justamente ahí, con el cerro Mercedario de fondo y el Aconcagua mostrando su nariz, donde empieza la verdadera carrera, con puertos a 2200 metros de altura, un sol abrasador y casi 40°.
La vuelta es una fiesta que trasciende lo deportivo, que vive en esa abuela de cien arrugas soleadas y pañuelo al cuello que se apura a bajar de su casita en el cerro para aplaudir el pelotón; en ese ¡dale pibe!, de un hombre de gesto de paisano que ató el caballo a un árbol para alentar a Egan Bernal; en pareja que se sentó bajo el sauce a tomar mates mientras espera por el pelotón. La Vuelta está en todos los changuitos vestidos de ciclistas al costado del camino que observan con ilusiones poder correrla; en todos los ciclistas que regalan show y despiertan pueblos. “Esto es una novedad para los pocos que vivimos acá”, comenta Rogelio, uno de las 60 personas que habitan en Hilario, una aldea de casas de adobe ubicada a 30 kilómetros de Calingasta, donde ninguno de sus moradores se perdió el paso raudo por primera vez de los mejores ciclistas del Word Tour.
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