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Chelsea y la caída del Imperio Romano
Domingo en Stamford Bridge. Los hinchas de Chelsea vuelven a vivar a Roman Abramovich, el magnate ruso expulsado por Londres. También la pancarta sigue intacta en la tribuna: “The Roman Empire”. Enfrente, los hinchas de Newcastle exhiben bandera de Arabia Saudita, saludan a la monarquía autocrática nueva dueña del club y se burlan del Chelsea en crisis cantándole que “Ahora viene a comprarte Mike Ashley” (odiado ex patrón de Newcastle). “Él”, responden los de Chelsea, “sabía que ustedes eran una mierda”. Antes solían agitar fajos de billetes a las hinchadas rivales. “Ahora”, gritan el domingo los de Newcastle, “nosotros somos más ricos que ustedes”. Cantan que Chelsea está “en quiebra” y que “Abramovich es un criminal de guerra”. El día previo, Arabia Saudita había ejecutado con pena de muerte a 81 personas. Posiblemente decapitados. El partido, afirma el periodista Jacob Steinberg, “es el mejor resumen del estado podrido del fútbol inglés”.
Decenas de fanáticos de Newcastle se indignan a su vez con Martin Samuel en el Daily Mail. “¿Sabe usted cuántas personas lleva ejecutando Estados Unidos con la pena de muerte?”. Y recuerdan que ocho clubes de la Premier League son propiedad de capitales de Estados Unidos. Alan Shearer, goleador mítico de Newcastle, hoy comentarista de TV, critica a Abramovich por la invasión rusa a Ucrania (la siderúrgica del magnate acusada de fabricar acero para los tanques rusos, los vínculos con Vladimir Putin). ¿No sabe acaso Shearer, se pregunta una crónica, quién es el nuevo dueño de su amado Newcastle? Mohamed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudita, es titular del Fondo de Inversión Pública (FIP) que compró al club. Y también comanda la guerra de su país en Yemen que provocó la muerte de un cuarto de millón de personas, incluidos unos diez mil niños. A diferencia de Abramovich, Salman no está “asociado” al poder. Es el poder. Pero la guerra contra Yemen, añade Barney Ronan en “The Guardian”, es negocio de la corona. El Reino Unido vende a Arabia aviones, bombas y misiles por un valor de 10.000 millones de libras esterlinas.
Leo datos de varios de los dueños de los clubes ingleses. Una familia real acusada por Human Rigths Watch. Un magnate de Estados Unidos que cargó la compra a las cuentas del club. Un empresario citado en los Papeles de Panamá. No hay currículum. Hay prontuarios. Al lado de muchos de ellos, Abramovich parece casi un benefactor. Ganó 21 títulos en 19 años, más que ningún otro club inglés en ese período, incluyendo dos Champions y cinco Ligas, y ya dijo que no reclamará los 2000 millones de dólares que puso en el club. Imposible no recordar el primer coro que le dedicaron los hinchas cuando arribó en 2003. Vamos al ritmo de “Pretty Woman” (Mujer Bonita): “We re fucking loaded, na, na, na, na, ná... We re fucking loaded...” (“estamos forrados de guita”). Cantaban que no había por qué hacer preguntas sobre el origen de su dinero, si era de las armas, las drogas o el petróleo. Porque “Roman is our man” (nuestro hombre). Y que todos juntos debíamos gritar Chelsea campeón.
Lo hizo en mayo pasado en Portugal el parlamentario conservador Michael Gove. Chelsea le ganaba la Champions a Manchester City. Es la misma persona que ahora pide que los oligarcas rusos de Londres entreguen sus mansiones a los refugiados ucranianos. Los hinchas parecen más leales que él. Los resultados, claro, siempre ayudan. PSG, por ejemplo, se encamina a ganar su octava Liga de Francia en diez años. Pero, problema de ricos, sus hinchas quieren la Champions.
Ya no silban solo a Leo Messi y a Neymar. Llamativamente, también exigen que se vaya Nasser Al Khelaifi, el hombre del emir qatarí Tamim bin Hamad Al Zani, sin cuya fortuna PSG ni siquiera habría soñado con Europa. “París somos nosotros”, decía una pintada del lunes pasado en el estadio. “Okey”, podría responder el emir, “pongan ustedes el dinero que nos pide Kylian Mbappé para no irse a Real Madrid”. ¿Quiénes son los verdaderos dueños de los clubes? ¿De quién es el fútbol?
La BBC publicó este lunes un informe devastador sobre Abramovich. “El hombre de Putin”. Su infancia pobre. Su riqueza repentina en la Rusia poscomunista. Sus superyates Solaris y Eclipse que deambulan por el Mediterráneo buscando puerto seguro. Su Boeing 707 que lo devolvió a tiempo en Moscú. Sus decenas de propiedades, compañías y cuentas congeladas por Londres. Hasta se puso en duda que Chelsea pudiera viajar a Francia para su partido de hoy contra Lille, por la Champions.
Sería aliviador hablar de “shock”, escribió David Conn, pero la verdad es que sabíamos desde siempre cual era el origen del dinero de Abramovich (el hombre que abrió acaso la era más brutal de billetera fácil, pagar lo que sea por la pelota, porque el verdadero negocio pasa por otro lado). El gobierno inglés pide a los hinchas que dejen de corear a Abramovich. Y dice que venderá a Chelsea al mejor postor si no hay acuerdo antes del 31 de mayo. Hay decenas de ofertas. Muchas desde Estados Unidos, lideradas por Raine Group, banca. Otra de Saudi Media Group (de Arabia Saudita, sí). A la English Premier League (EPL), la mejor liga del mundo, le han puesto nombre nuevo: English Politic League.
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