Compite contra las mejores en cada Mundial; venció sin atenuantes en el Campeonato Nacional y los Grand Prix de Argentina y Uruguay; los expertos le auguran un futuro internacional, pero muy pocos la conocen. Quién es la nueva promesa del atletismo argentino.
Las chicas se saludan antes de la largada, pero ella está seria. Desde el público se escuchan un par de "¡Vamos Caro!", y sigue seria. El disparo resuena en el mar de La Feliz y se largan los 800 metros del Grand Prix Sudamericano, ella encabeza la carrera desde la primera recta, firma una victoria inapelable siempre seria.
Un día más tarde, mismo escenario, mismo torneo, diferente prueba: 1500 metros. Misma contundencia, mismo resultado, mismo gesto: serio. Hasta que el aplauso del público, espontaneo, unánime, sostenido, logra su cometido: levanta la vista, lucha contra su vergüenza, y les regala una sonrisa franca y pequeña.
Carolina Lozano tiene 20 años y una capacidad de abstracción total, que le sienta muy bien a su rol de imbatible en las pistas. Con la misma seriedad que ganó los 800 y 1500 metros del Grand Prix, triunfó en ambas distancias en el Campeonato Nacional. Luego cruzó el río más ancho del mundo y venció en Montevideo, otra fecha del Grand Prix, otros 1.500 metros, misma seriedad. Pero detrás de ese rostro de acero, se esconde una chica tímida, que admite que correr le ayudó a relacionarse. Conoce poca gente fuera del atletismo, nunca salió a bailar, nunca tuvo novio, pero en la pista se mueve "como pez en el agua". No, seamos precisos, "como gacela en la sabana". Y no hay león que la atrape.
Jamás, pero jamás, faltó a un entrenamiento. Doce por semana, año tras año, desde hace un lustro. "Una o dos veces" recuerda "entrené sin ganas", poco en los más de –si no calculo mal- tres mil entrenamientos que lleva transpirados. Parece el sueño de cualquier entrenador. "Caro es como un Quini 6 con cinco números acertados" grafica Leandro Ghelfi, su entrenador "a mí sólo me toca pegar el sexto".
No tiene dudas, hace –las 24 horas- todo lo posible para mejorar, "al menos todo lo que yo sepa" aclara. Esa convicción la llevó a recorrer el mundo: Mundial Junior en España (2012), Mundial de Menores en Ucrania (2013), Mundial Junior en Estados Unidos (2014), Panamericano Junior en Canadá (2015). Y este año ya sacó otro pasaje, al Iberoamericano en Río de Janeiro. ¿Qué necesita para estirar un poco más la estadía y quedarse a los Juegos Olímpicos? Correr los 3000 metros con obstáculos en menos de 9m45s. ¿Puede?
"Caro debería hacer 9m50s este año" pronostica Ghelfi "quizás cinco segundos más, quizás cinco segundos menos". De cualquier forma el objetivo está del otro lado del globo, en Tokio 2020. Queda mucho por desarrollar aún, acá, en su Funes (Santa Fe) natal. Aunque los ojos del mundo ya se posan en ella. Tiene invitaciones de universidades norteamericanas para estudiar y competir, pero entiende que aún no es el momento, "estoy entrenando muy bien acá" reconoce. Quedan muchos kilómetros por recorrer en Argentina, y este verano se fue a sumar varios a Cachi (Salta), el lugar de entrenamiento preferido del atletismo nacional. Allí, compartiendo el mismo hostel, la descubrimos.
¿Quién es esa chica que se levanta antes que nadie, prepara el desayuno y luego despierta a todos los compañeros de entrenamiento? Esa chica seria en la pista, se toma el entrenamiento con más seriedad que nadie, y eso, en Cachi, es mucho decir. Duerme lo que tiene que dormir, come lo que tiene que comer, y corre lo que tiene que correr, no mucho más, durante tres semanas intensas. "Bueno, me di un gusto" admite "me comí un sándwich de lomito". Para recordar que es humana.
En el día a día, se puede entrever un poco, no mucho, lo que hay detrás de la atleta. La cara seria que domina la pista, con sus compañeros, es común verla sonriente. Excepto cuando la quieren sacar del objetivo. "Me retó porque le quería poner tres tapitas de aceite al arroz" se ríe Cristian Meneguzi –flamante 4to puesto en el Nacional de 10.000m-. Son dos tapitas de aceite por cada olla de arroz, aclara Carolina, sin entender como alguien podría ingerir grasas de más. Y eso se ve en su físico. La chica flaquita y liviana que aplauden de lejos en la pista, de cerca, sin exagerar, es imponente. Cada fibra muscular, tallada bajo la piel, se asoma lista para actuar. Es un atlas de anatomía diseñada para correr.
Lozano sabe lo que quiere, hasta con los pantalones. Hace unos meses, el entrenador, aburrido de verla llegar siempre con los mismos pantalones viejos, gastados, cansados de tantos kilómetros, le advirtió
-Caro, a ver si pedís unos pantalones nuevos para tu cumpleaños, esos parecen los del Chavo.
-No hace falta, Nike me va a sponsorear.- constestó seria y visionaria Lozano.
-¡¿En serio, te llamaron?!- se alegró Ghelfi.
-Ya van a llamar.
Seis meses más tarde firmaba contrato con la marca de la pipa. La que sabe, sabe.
¿Pero sabe hasta dónde puede llegar? "Una final olímpica es muy difícil" concede, pero segura de que ese es el objetivo en los 3000 metros con obstáculos.
¿Y si llegás a la final? "Una medalla es "casi" imposible". Tan lejos llegan los sueños. Tan firme es su convicción.
Así descubrimos una personalidad tímida, potente, compañera, convencida. Mentira, no descubrimos casi nada, hay mucho más. ¿Les conté que estudia en la universidad de Rosario, licenciatura en piano? Toca Bach y Chopin con la misma gracia que corre. Pero ese tema quedará para la próxima, cuando otra victoria nos dé la excusa para continuar conociendo a Carolina Lozano.
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