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La vecindad de Barwa Barahat Al Janoub, en Doha, está colmada de hinchas argentinos que siguen a la selección de Lionel Scaloni con pasión, alegría y todo tipo de ritos que se repiten en cada encuentro
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En el día de la final, el argentino Guido Peralta seguirá un ritual muy particular, aunque avisa que a lo mejor se le olvida algo porque la lista es larga y detallada. “En la previa me acerco temprano al asado y cuelgo dos de mis cuatro banderas en el lugar exacto. Voy con la misma remera y cadena, mismo reloj, mismo pantalón, mismas medias y zapatillas”. Son algunas de sus cábalas para la final que enfrenta este domingo a Argentina contra Francia en el Mundial de Qatar.
La albiceleste está a las puertas de ganar su tercera copa, resarcirse de la oportunidad perdida ante Alemania en 2014 y conseguir para Lionel Messi la guinda a una carrera a la que le falta un Mundial.
Los argentinos se acogen al talento de su equipo, pero también a supersticiones y costumbres cuya única ciencia demostrada está en sus cabezas y corazones. “Esto es una locura. El fútbol para nosotros es una religión”, dice el aficionado Mauro Puliafito con un disfraz de camello, “el camello messiano”, como él lo ha bautizado. Es una de sus supersticiones.
Esta fiebre futbolera alcanza su máxima temperatura en ‘Barwargento’, un barrio a las afueras de la capital, Doha, en el municipio de Al Wakra, que los “argentinos han tomado y hecho suyo”.
Aquí radica el corazón más apasionado de una de las hinchadas más numerosas de este Mundial y que se ha ganado la simpatía de muchos por el apoyo incondicional a su selección.
Barwargento, el corazón de la hinchada argentina en Qatar
El nombre oficial del barrio es Barwa Barahat Al Janoub. Es muy pequeño y aislado: decenas de bloques de apartamentos con algunos supermercados, una pantalla gigante en una plaza, restaurantes y puestos de comida.
Qatar apuró su construcción para alojar a algunos de los cientos de miles de aficionados que vinieron de todo el mundo. Hay varios “clusters” como este repartidos por las inmediaciones de Doha. En Barwa Barahat Al Janoub coincide buena parte de la hinchada argentina. “Le pusimos ‘Barwargento’ porque está copado por argentinos. Algunos acordaron venir aquí, pero otros llegaron por coincidencia”, explica Peralta.
En una de las plazas del barrio, el ambiente se siente como en casa. Cuelgan banderas albicelestes y trapos (estandartes) de Maradona y Messi de las ventanas. Una bocina anima la tarde con cumbia. Están reunidos para un asado. Preparan hamburguesas y cocinan a la leña un cordero entero que les regaló la embajada argentina en Qatar.
“Acá hemos estado muy bien, entre amigos. Todo esto sale de forma espontánea. Hoy estamos más tranquilos, pero muchos días se pone masivo. Nos acostamos a las 5 o 6 de la mañana”, cuenta Peralta.
Si están tranquilos en estos días previos a la final es porque muchos andan organizando banderazos en el centro de Doha pidiendo más entradas baratas. Varios anuncios de reventa ofrecen boletos entre US$4000 y US$5000, algo que muchos no pueden permitirse.
Sacrificios y cábalas por la albiceleste
La mayoría de los presentes llevan años ahorrando para estar en Qatar. Las habitaciones en el Barwargento cuestan alrededor de US$80 la noche para dos personas, pero han metido colchones hinchables para poder compartir el espacio entre cuatro o cinco. Algunos han dejado mucho atrás para estar aquí. “Vendí mi moto y, a los pocos días de venir, me dice mi viejo que le operan de la cadera. Le dije que cancelaba todo, pero me pidió que viniera, cumpliera mi sueño y le trajera la copa”, dice Puliafito con la voz casi quebrada de la emoción.
“Cuesta mucho llegar hasta acá desde la Argentina, pero esto es lo lindo: compartir un asado, tomar un mate, comer un alfajor. Estar entre argentinos, charlar y cantar”, añade el aficionado.
Una de sus cábalas, su marca personal, es llevar al campo su disfraz de ‘camello messiánico’ y el trapo que lo complementa. Consiste en una bandera larga con la cara de Messi en un extremo, la cara de un camello en el otro y en el medio un letrero: “Quiero ver a Messi levantar la copa arriba de un camello”.
“Tampoco puede faltar mi camiseta de Maradona en su despedida del año 2001, una malla sin calzoncillos y los mismos lentes de sol. Y cuando me levanto, sí o sí, tengo que tomarme unos mates solo”, continúa Puliafito.
“En mi mochila procuro meter otra bandera y dos camisetas: la titular y la suplente. Siempre me afeito en el día de partido, me depilo y me corto las uñas”, añade Peralta.
En Barwargento se escuchan todo tipo de ritos; la mayoría tiene que ver con la vestimenta. Hay algunos planificados como publicar la misma foto en redes sociales una hora antes de cada partido.
También construyen otros sobre la marcha. “Tenemos ‘adoptados’ a un grupo de españoles que conocimos y que llevamos a cada partido en el colectivo (autobús) al estadio. Nos traen suerte”, cuentan. Peralta, por ejemplo, se perdió el primer partido contra Arabia Saudita, la única derrota de Argentina en todo el Mundial. Él también se considera una especie de cábala en sí mismo.
Para el día de la final tampoco puede faltar el asado previo que han organizado antes de cada partido en Bawargento y al que acuden argentinos que ni siquiera se están quedando en este barrio. Como la final se juega antes, a las 18 de Qatar, los aficionados empiezan el asado a las 9.00 de la mañana.
Conexión transoceánica
Las supersticiones vibran de un lado a otro del planeta. En la Argentina se producen concentraciones y festejos masivos con cada progreso de la albiceleste. Y también varias cábalas que se han vuelto virales en redes sociales.
La más popular está siendo la de la “abuela lalala”, en el que un grupo de jóvenes y una vecina llamada Cristina se reúnen en una esquina de un barrio de Buenos Aires para celebrar cada triunfo de la albiceleste. Los jóvenes le cantan “abuela lalala” mientras la señora baila y agita la bandera. Los videos han circulado por redes sociales hasta el punto que cada vez más personas se acercan a la esquina de Caaguazú y Andalgalá por la suerte que está trayendo.
Desde la Argentina, Valentín Bertoni le comenta a BBC Mundo que su grupo de amigos ve los partidos con la misma televisión y antena a todas las casas a las que van y que, en el descanso, compran siempre cinco birras, ni una más ni una menos.
“En mi caso los veo absolutamente solo en mi casa, con un almohadón en la rodilla izquierda y una almohada en la derecha. Esto desde el partido contra México. El primero (la derrota contra Arabia Saudita) me fui a un bar y así nos fue”, dice Genri Bertoni, otro aficionado de la misma familia que Valentín.
Todo cabe para ayudar a la albiceleste a lograr la victoria en una de las finales con más pedigrí de la historia.
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