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Camila Argüelles, la argentina del tenis de mesa, con acento francés y una historia muy especial
Nació cerca de Paris, pero su madre, que estuvo siete años presa durante la última dictadura militar, le contagió su amor por los colores albicelestes; representará al país en los Panamericanos de Toronto
Sus aros albicelestes y sus uñas pintadas íntegramente del color del cielo reafirman su orgullo de representar a la Argentina. A pesar de tener documento francés y haber nacido en Fontenay Sous Bois, un pueblo ubicado a 25 kilómetros de París, su español con acento bien argentino desconcierta a cualquier desprevenido que conoce a Camila Argüelles , una joven de 25 años que desde hace tres utiliza sus vacaciones para representar al país en la selección femenina de tenis de mesa .
Dueña de una historia muy particular, Camila es la primera hija de Laura Franchi, detenida en 1974 y que estuvo siete años presa durante la última dictadura militar y Carlos Argüelles, un eximio corredor de autos que estuvo muy cerca de alcanzar la Fórmula 1 y que perdió su posibilidad por condenar la Guerra de Malvinas viviendo en Londres.
"Tan solo la historia de mis papás es un canto a la vida. Aprendí mucho de ellos y por eso me gusta recordar como sus vidas se encontraron", le relata Camila a canchallena.com luego de la disputa del Latinoamericano de Tenis de Mesa, que se disputó la semana pasada en el Cenard.
"Mi mamá fue secuestrada por los militares antes del inicio de la dictadura. Tenía una hija y mi otra hermana nació en cautiverio. A ambas las criaron mis abuelos hasta que en 1981 la soltaron y pudieron reencontrarse", cuenta Camila.
Laura Franchi al momento de ser secuestrada estaba casada con Mario Stirnemann, cuyos restos fueron encontrados en el Cementerio de Temperley hacia finales de 1994.
Al salir del cautiverio, Laura se exilió a París primero sola y al año volvió para llevarse a sus dos hijas: María Laura y Silvina.
En el metro de la capital francesa se encontró con Carlos Argüelles, un corredor de autos que en 1973 se fue a Inglaterra para cumplir un sueño: alcanzar la Fórmula 1.
Diez años después, Carlos estaba ya corriendo en la Fórmula 3 británica y había comprometido a dos sponsors para hacer realidad ese anhelo que lo alejó una década atrás de la Argentina.
Sin embargo, en 1982 Carlos, que además relataba carreras en Europa para la radio argentina, se manifestó en contra de la Guerra de Malvinas.
Esa ponderación negativa del enfrentamiento bélico entre Argentina y el Reino Unido le valió la negativa de sus dos sponsors y una multa del Estado inglés, que congeló sus ahorros bancarios.
Sin posibilidades, Carlos terminó en París junto a un hermano y cantando en el metro para ganarse la vida. Fue allí donde se encontraron Laura y Carlos que, en 1990, tuvieron su primera hija: Camila.
"Mi familia hizo de todo para que tanto a mi como a mis hermanos no nos faltara nada. Tuvimos un restaurant de comida latinoamericana en París y ahora mi mamá sigue dando clases de español", relata Tati que también tiene una historia particular que la llevó a representar a la Argentina en el tenis de mesa mientras transita su primer año del doctorado de biología celular en la Universidad Jacques Monod.
Mientras su vida transcurrió en francés en el ámbito público, dentro de su casa se respiraba argentinidad, esa misma sangre que la llevó 20 años después a vestir los colores celeste y blanco.
Su llegada al tenis de mesa también fue casualidad. "Cuando mi mamá me tenía que inscribir en el colegio quería lograr una vacante en uno que estaba cerca de casa porque era bueno y tenía italiano como segundo idioma. Este colegio estaba muy vinculado a un club de tenis de mesa. Hasta ese momento, los diez años, nunca había jugado en mi vida. Entonces ella usó el argumento del tenis de mesa para lograr la vacante.... vaya paradoja del destino", recuerda Camila, o la Tati como la conocen en la familia.
Desde entonces, Camila se fue vinculando con el deporte y hasta llegó a jugar varios nacionales representando a su club hasta quedar entre las 16 mejores de su categoría de toda Francia.
Con varias visitas de sus abuelas a Francia, la joven tomó contacto con la Federación Argentina de Tenis de Mesa recién en 2005 para sus quince años, cuando sus padres le regalaron una travesía por el norte de nuestro país en motorhome.
"Al regreso y a las apuradas, casi sin entrenar, me presenté en el Cenard y por primera vez jugué en la Argentina. Fue un camino duro de idas y vueltas hasta que en 2012 participé en el primer campeonato nacional, que se hizo en San Juan", recuerda Camila.
Desde entonces sus vacaciones laborales, ahora en el doctorado de biología molecular donde trabaja con moscas como animal de prueba, son íntegramente utilizadas para representar al país en las distintas competiciones de un deporte que irrumpió en su vida casi por casualidad.
De novia con un integrante de la selección masculina, Lucas Bayona, el tenis de mesa tiene ahora por delante un gran desafío para Camila porque junto al equipo femenino ( Ana Codina, Paula Fukuhara y Agustina Iwasa) consiguió la primera clasificación deportiva para un Juego Panamericano.
"Tenía contados los días y esperaba tener que necesitar un extra para ir a Toronto. Es uno de los grandes sueños luego de haber disputado los Odesur el año pasado y el Mundial en 2013", ese último torneo ecuménico que los caprichos del destino marcaron que fuera en París.
En aquella ocasión su papá fue con un bombo a alentar a su hija y su mamá estuvo pendiente de que no le faltara nada para sentirse como en casa... ese destino que le permitió a Camila cumplir el sueño de papá Carlos para representar al país y reconciliar los sueños albicelestes de mamá Laura.
El deporte y el destino, una combinación que en la vida de Camila Argüelles promete más capítulos para un futuro libro, película de cine o canción, con París y Buenos Aires como grandes escenarios.
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