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NUEVA YORK.- Más allá de los resultados, en este mundo hipercompetitivo del deporte es importante saber aprovechar las oportunidades. Agustín Calleri sabía que iba a tener enfrente a Pete Sampras, la historia viva del tenis. Por primera vez, este cordobés, de 23 años, tenía la ocasión de jugar en el court central de un torneo de Grand Slam, contra el mejor de todos y con transmisión en directo a 156 países.
Poco más de dos horas después del traspié por 7-6 (7-5), 7-6 (7-3) y 6-3, por la tercera rueda del US Open, Calleri dejó de ser un desconocido. Recibió la ovación más grande de su vida como profesional tras haber desafiado de igual a igual a Sampras. Fue felicitado por su vencedor, que hasta que empezó a pelotear con él no sabía de quién se trataba y convocó, posteriormente, a una conferencia de prensa con varios periodistas de todo el mundo.
Calleri, de 23 años y 72º en el ranking mundial, vivió la experiencia más gratificante de la poco agradable cara de la derrota. Porque perdió con la frente alta, entregando hasta lo último que tenía, sin sentir ninguna clase de temor para faltarle el respeto, deportivamente hablando, al candidato más importante para ganar el título (junto con el sueco Magnus Norman), tras las eliminaciones de Andre Agassi y Guga Kuerten.
Como lo señalamos anteriormente, el cordobés rindió al máximo. Por supuesto que del otro lado de la cancha estaba alguien que en este tipo de superficies no suele mostrar fisuras. El acaparador de conquistas. El único diferente del circuito. Que fue claro al demostrárselo en las tres veces que estuvo con break-points en contra, con tres saques ejecutados con maestría, dejando en claro por qué gobernó durante varios años y con tanta comodidad el circuito masculino.
Pese a esa lógica y clara desventaja, obviamente conocida de antemano, el Gordo Calleri propuso una lucha sin tregua. Fue tanta la paridad, que el mejor tenista de todos los tiempos sólo pudo quebrarle el saque al argentino recién en el octavo juego del parcial final. El resto fue muy parejo, a tal punto que un vistazo a la ficha técnica del encuentro deja en claro la paridad en los aces (17 para cada uno) y en los puntos ganados en la red, y sólo surge como factor decisivo la mayor eficiencia de Sampras en el primer servicio (65% contra el 47% de Calleri).
Y en ese juego de tira y afloja, también tuvo valor la táctica empleada por Calleri. Porque nunca se mareó, supo qué hacer para salir airoso en los peloteos y contó, asimismo, con una enorme eficiencia en los passing-shots cuando Sampras se lanzaba a la red en la búsqueda de la volea definitoria.
Por eso, y pese a que en los tie-breaks la experiencia de Sampras fue decisiva a la hora de volcar la muerte súbita en su favor, los espectadores no vivieron con suma euforia el desarrollo de la victoria de su ídolo. La explosión en el court central de Flushing Meadows sólo se produjo cuando Pistol Pete, el dueño de los 13 títulos de Grand Slam, alcanzó el quiebre que lo encaminó hacia los octavos de final.
Una victoria lógica, si se comprenden las reales diferencias entre uno y otro, pero, como dijimos en el análisis previo, se transformaba en un examen con vistas al futuro. Agustín Calleri perdió, pero aprobó una materia exigente. Desde ayer sabe que puede pelear de igual a igual con cualquiera. El chico que hace más de tres años ayudaba a su padre, Juan Agustín, en la venta de vino en el negocio que posee en Río Cuarto y que apostó a una nueva oportunidad y deambuló por los challengers de todo el mundo, experimentó en carne propia que tiene un panorama claro y diáfano para el desarrollo de su carrera. Se sustenta en la potencia de sus golpes, una notable capacidad para sacar y en una entrega formidable.
Calleri, el único argentino que llegó a la tercera rueda del US Open, se va de Flushing Meadows con la frente alta y con una enorme alegría. Pese al traspié, es consciente que se ganó, a fuerza de coraje, el mejor de los reconocimientos: el aplauso de todos. Era el vencedor en el partido de estas contadas posibilidades que entrega la vida.
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