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Brenda Rojas, en Tokio 2020: la palista que se subió a un bote por una rifa y tiene un mural en su “pueblo”
Para clasificarse a estos Juegos tuvo que dirimir la plaza en tres duelos con Sabrina Ameghino, una histórica de este deporte; competirá en el Sprint K1 200 metros
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Ring… ring… suena el timbre en la casa de los Rojas. Sale a atender una chiquita, pelo largo, pura sonrisa. Abre la puerta, ufff… otra vez vendiendo rifas. “Hola nena, buenas tardes, soy de la escuelita de canotaje de Canaletas, estamos vendiendo una rifa para poder comprar un bote. ¿Nos querés ayudar comprando una?”. La nena es Brenda, en ese entonces tenía 12 años. ¿Y les compraste la rifa? “Obvio”, responde Brenda, hoy con 25. No solo le vendieron la rifa, sino también la invitaron a la escuelita. ¿Ganaste el premio? “Calculo que no”, busca en su memoria, la palista que ya va camino a sus segundos Juegos Olímpicos: “Bueno, ¡en realidad sí! Gané al conocer el deporte, antes lo veía de lejos y para mí eran solo botecitos”.
“Al otro día de la rifa fui junto con un vecino que ya se entrenaba ahí”, relata Brenda: “Una vez que me subí, me quedé para siempre. Nunca pensé que me iba a gustar tanto”. Empezó a viajar, a competir, a conocer nuevos lugares y rivales. “Si en una regata me daban una paliza no importaba tanto”, recuerda la chica de San Pedro: “Porque el grupo te hacía el aguante. Lo que uno tiene atrás es lo que vale”.
Entre paladas y viajes, Brenda fue creciendo y llegó a sus quince primaveras. Su mamá, Patricia, le dio a elegir entre la fiesta o aprovechar ese dinero para comprar algo. Su hija no lo dudó: “Elegí el bote y la pala”, sonríe y agrega: “Pero igual algo organizó… ¡si tenía más ganas de festejar ella que yo! Es una masa, mi mamá”. Patricia crió sola a Brenda desde que ella tenía 5 años. “Me tocó ser madre soltera y es complicado, porque cuando son dos, uno puede ser el duro y el otro el blando, y yo tenía que ser las dos cosas”. No solo con Brenda, también con su hermana mayor Giuliana y las menores: Celina y Morena, cuando su padre, Marcelo, falleció.
“Mamá fue papá y fue todo”, cuenta Brenda: “Trabajaba 16 horas en el municipio y en el hospital de cocinera o mucama haciendo horas extras, para que nunca nos faltara nada”. También es cierto que después de esas 16 horas, para la fiesta de 15, recortó los antifaces, armó las guirnaldas, preparó los centros de mesa y, por supuesto, cocinó toda la comida. Junto con sus hermanas y primas, nadie le esquivó el bulto al trabajo para que en el cumpleaños estuviera todo. Así lo resume Brenda: “Si hay un motor en todo esto es ella… mi mamá es mi ídola”.
Con “todo esto” no se refiere a la fiesta, sino a todo lo que vino luego. Si con 15 tuvo su cumpleaños, con 20 festejó su consagración al convertirse en olímpica en Río 2016. “Como no soy deportista no conozco los niveles”, explica su madre. “Me cuesta saber que tanto logró. Pero cuando la vi en la tele, con tantos famosos, ahí caí en todo lo que había conseguido. Dije: ¡uh, a dónde llegó!”.
“Esos Juegos, siendo tan nueva y joven, fueron un shock”, recuerda Brenda. En Río compitió en la distancia de 500 metros, en un kayak de 4 remeros. Una de las integrantes era Sabrina Ameghino, coprotagonista de uno de los duelos más cinematográficos de la historia del kayak nacional.
Finalizados los Juegos le tocó a Brenda el regreso de Río a San Pedro, su ciudad. “Para mí es un pueblo”, afirma, más allá de que supere cómodo los 40.000 habitantes: “Es que tiene alma de pueblo, no tiene shopping, para mí es pueblo”. Y cierra el debate sobre el “pueblo” donde nacieron Luis Sandrini, Lalo Mir, “El Pato” Morresi (piloto de TC), Cesar Masetti, Julio Alsogaray (tres veces olímpico en vela), Fernando Bravo y Silvio Velo (capitán de los “Murciélagos”). Lo meritorio es que Brenda, en esta tierra de ciudadanos ilustres, tiene su propio mural.
“Me siento muy halagada y querida en San Pedro, acá reconocen a todos los deportistas”, detalla la retratada. Pero Río pasó y a pura remada llegó a los Panamericanos de Lima 2019. La nena se iba convirtiendo en mujer y se colgaba del cuello la medalla de plata en los 500m del kayak doble y la de bronce en la misma distancia pero en el bote con cuatro integrantes, una de ellas: Sabrina Ameghino. Acá, el relato se asemeja a un guion de película pero que escribió el destino.
* * *
Sabrina Ameghino es la histórica palista argentina, fue la mujer a seguir en la remada de cada chica que se sumaba a la actividad. Después de 5 medallas sudamericanas a los 22 años, con 24 fue madre y se retiró del deporte durante 6 años. Volvió para mostrarle a su hija la actividad y se clasificó para Londres 2012. Sin embargo, y aún no queda claro, por medidas federativas no la llevaron. La siguió remando y se convirtió en olímpica en Río 2016. En el camino ganó 8 medallas Panamericanas, todas de bronce y plata, faltaba un color y llegaría en Lima 2019. Allí Sabrina conquistó el deseado oro (la primera palista argentina en conseguirlo), suma 9 medallas que la convierten en la deportista nacional más con más preseas y como frutilla del postre: consigue la plaza para los Juegos de Tokio.
Sería la primera palista argentina en ir a dos Juegos y con 40 años de edad firmaba su consagración histórica. ¿Quién lo merecía más que ella? Y acá hay que comprender las reglas de este deporte. La plaza para los Juegos no la obtiene el deportista sino el país. Después, la Federación define a quién se la otorga. Brenda tenía todo el potencial, pero el pasaje a Tokio lo había luchado Sabrina, por lo que se decide realizar tres carreras. Si en una sola de ellas Sabrina llegaba por delante de Brenda, la primera iría a sus segundos Juegos. Si en las tres Brenda demostraba ser más veloz, sería justo que recibiera el pasaje la sanpedrina.
La madre deportista, la histórica, la más ganadora, con 40 años, se enfrentaba a la mayor proyección, la chica de 25 que venía remando fuertísimo por su futuro. No solo era una clasificación, era un episodio más en la eterna lucha generacional entre deportistas de cualquier disciplina. “Sabri es una genia e hizo que el duelo no sea tal”, sitúa Brenda en su justa magnitud al relato: “Quizás con otra sin su experiencia hubiese sido más hostil”. Había que salir a remar y el primer encuentro fue en el selectivo nacional. Una vez más, para recordar: con una sola victoria, la plaza le correspondería a Sabrina. Pero esa primera la ganó Brenda.
El segundo capítulo continuó en Hungría, en una Copa del Mundo. “Ahí ya tenía nervios”, recuerda Brenda, “porque iba a ser mi primera vez en un certamen internacional remando sola; siempre había ido en equipo”. Con nervios o sin ellos, la revancha fue para Brenda. Quedaba una última chance, ganaba Ameghino y le ponía el máximo final a su trayectoria. Pero si ganaba Rojas, pateaba el tablero de la historia.
Le pidieron a la organización de la Copa en Hungría, al día siguiente, poder utilizar la pista de remo para ambas palistas. Mano a mano, en 200 metros, ellas y la clasificación. Largaron a la par, mitad de carrera y seguían los dos botes pegados; 50 metros para la llegada y no había diferencia visible. Se consumían las últimas paladas, 20 metros sin verse un diferencia y en el último empuje un bote llegó, apenas, adelante.
“Fue la nada misma”, reconoce Brenda, sobre la diferencia de centímetros que le dio la victoria. “Felicito inmensamente a Brenda, esta vez no fue para mí, dejé todo en cada palada pero no pudo ser”, diría Sabrina con emoción y sinceridad. “Sabri es mi compañera desde 2014, y yo a mis compañeras las admiro”, explicaría Brenda: “Siempre fue de gran apoyo en todo mi crecimiento. Si cuando yo entré con 19 años era una pollita”.
De esta forma, Rojas se convirtió en la primera palista en estar en dos Juegos. “Yo nunca lo busqué a ver si es verdad que soy la única, me dijeron y les creo”, se sincera Brenda. Está ahora a punto de representar a la Argentina en los 200 metros individuales y ya es toda una deportista que desborda el kayak de autoridad. Así la describe Agustín Vernice, campeón del mundo sub 23 y también representante en Tokio: “Brenda tiene unos cojones… bueno, claro, es mujer, no queda bien decir eso: tiene mucha garra, se nota que lo da todo”.
“Mi mayor objetivo en Tokio es llegar a la final”, define Brenda: “Es muy difícil, si no sucede tampoco me voy a poner mal. Pero disfruto de lo que hago y todos los días quiero superarme”. Patricia, su mamá, tiene una mirada algo distinta a la de Agustín: “Más allá de que es toda una mujer, lleva su niña interior y siempre la veo chica. Sigue siendo chinchuda, a la mañana cuando se levanta, ya después de unas horas mejora el humor. Es sencilla, humilde, tímida. Siempre la acompañé y me gustaría estar en Tokio con ella, pero bueno, no se puede”.
La nena que compró una rifa a la escuelita de remo de las Canaletas, ahora en Tokio quiere ganarse el premio mayor, no por sorteo, sino por esfuerzo.
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