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“Uby” Sacco: historia bohemia de un talentoso vapuleado por el encanto del éxito y la noche
Un clásico del boxeo, la habilidad combinada con la indisciplina, echó a perder la carrera, y la vida, de uno de los pugilistas más destacados que tuvo la Argentina.
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Aquel combate inmortal del 14 de septiembre de 1923 en Nueva York, con el derechazo de Luis Ángel Firpo, ”El Toro Salvaje de las Pampas”, que sacó del ring al gran Jack Dempsey por casi 20 segundos originó esta evocación. Generalmente se recuerdan a muchísimos ídolos de todos los tiempos aunque las figuras emblemáticas de José María Gatica, Pascual Pérez, Nicolino Locche y Oscar Bonavena imponen sus proezas y sus nostalgias. Sin embargo, las nuevas generaciones –que analizan estos sucesos sólo por historia– nos preguntan por un personaje singular: ¿Quién fue “Uby” Sacco? ¿Por qué si era tan bueno duró tan poco ? ¿Cómo pudo tener más idolatría que Guillermo Vilas en Mar del Plata? ¿Su muerte fue tan dura como la cuentan?
Ubaldo Néstor Sacco se va convirtiendo, lentamente, en un misterio atractivo para los jóvenes investigadores. Su vida tiene todo lo que se necesita para filmar una gran película, aunque carece de final feliz.
Rebelde desde el día que nació: 28 de julio de 1955, en la ciudad de Buenos Aires. Se anticipó en llegar a este mundo y no permitió que Hilda, su mamá, regresara a Mar del Plata, donde los Sacco tenían “su nido de amor”. Su padre, Ubaldo, un excelente boxeador profesional (1954-1961), había acumulado dos buenas victorias y productivos ahorros los días previos frente a Juan Di Pascuali y Antonio Díaz, en el Luna Park. Pero los partos naturales no tienen fecha fija.
A partir de entonces, el viejo Ubaldo y “Uby” tendrían una relación inquebrantable. Se llamaban “Sacco” el uno al otro. Y pese a sus litigios, muchas veces preparados para la ocasión, asemejaban fusionarse en una sola persona. Ambos siempre aceptaron un hecho en común: Hilda sabía más de este deporte que ellos dos juntos.
El tiempo pasó y el boxeo se acabó para Ubaldo, quién ingresó en la policía de la Provincia como instructor atlético. Su curiosidad por examinar su arma de fuego sin mucha cautela determinó que una bala perdida le destrozara un ojo, colocándolo al borde de la muerte. En esos momentos, a fines de 1969, “Uby”, con casi 15 años, con rebeldía y con un llanto contenido, peleó como amateur en el viejo estadio Bristol de Mar del Plata, donde su padre había gestado lo mejor de su carrera.
“Uby” tenía pinta, carita de ángel, mucha clase en su manera de boxear y un pantalón de terciopelo bordó que agigantaba su figura. Los óptimos informes que llegaban a las revistas “KO Mundial” y " Entre las Sogas del tango” quedaron rubricados en su primera gran presentación como amateur en el ring de la FAB, batiendo a un joven Hugo “Pajarito” Hernández, que había tomado el último colectivo a Buenos Aires ni bien sepultaron a su madre en San Carlos de Bariloche. Aferrándose a tan dolorosa instancia, “Uby” acompañó a su rival en todo instante. Antes y después de la pelea.
“Es un pibe fenómeno. Tiene un gran corazón. El problema son las mujeres: le gustan todas y las chicas lo siguen todo el día. Gana en lo que se propone. Ahora juega al bowling de noche y a veces no vuelve a dormir. Y Mar del Plata no es la de antes. Hay muchas cosas nuevas que no me gustan”, susurraba el viejo Sacco, allá por 1977.
De cuerpo fibroso pero sin gran tonicidad muscular, “Uby” crecía a la hora de subir al ring. Erguido, con esgrima, recibía pocos golpes y cuando lo conectaban asimilaba a la perfección. Su jab era impecable: parecía acariciar, pero sacudía a sus oponentes. Era sanguíneo y caliente. Le gustaba pelear, aunque no era lo aconsejable. De pegada respetable y buenos ganchos. Guapísimo.
Constituyó una fotografía extinguida de aquella Mar del Plata experta en pugilismo. Que lo alentaba en el Piso de los Deportes, cuando agotaba sus 1700 localidades. Que prolongaba trasnoches en las mesas repletas de “La estancia de Don Pepito”, que ya no existe, como muchos de aquellos locales,de picadas y empeño frente al Casino Central. Con las notas exclusivas del “Cholo” Ciano, en Canal 8 y los comentarios de Pablo Ramírez en el diario La Capital.
Su noche triste...
Debutó como profesional en 1978. Participó de clásicos locales ante Hugo Luero, Roberto Alfaro, Hugo Quartapelle y Lorenzo García. Todos de ida y vuelta. Fue campeón argentino y sudamericano welter junior, pero debió vivir una experiencia triste antes de combatir por el título mundial: boxear con Horacio Saldaño, “la Pantera Tucumana”, su ídolo de la infancia.
Saldaño tenía 36 años. Comenzaba su ocaso y todos pedían a grito su retiro. Y para retirarlo, debía perder en el ring. El escogido para esa maldita misión fue “Uby”, quien de niño y de la mano de Horacio (amigo familiar), asistía a las funciones de los distintos circos que anclaban en verano. Y la ley del boxeo los llevó a ese combate el 8 de octubre de 1983. “Uby” presionó y ganó por abandono en el quinto round en una jornada atípica y penosa en la historia del Luna Park. Pese a todo, Buenos Aires lo seguía adorando.
La victoria ante Hatcher: campeón mundial
Ya esa altura sus manos se lesionaban. Sus ausencias eran muy largas y los rumores eran cada vez más fuertes. La droga, la noche, las “minas” y los nuevos amigos. Atisbos de arrogancia. El camino hacia la frustración.
En una batalla terrible perdió por puntos en un fallo polémico y discutido con Gene Hatcher, en Forth Worth, Texas, en 1984. Aunque en la revancha, “Uby”, en modo brillante pese a su mala preparación, conquistó el título mundial por KOT en nueve rounds, en Campioni d Itlia. En aquel 21 de julio de 1985 exhibió todo: talento, coraje, fuerza para conmover y mentón para aguantar. Fue su gran obra y su noche mágica.
La fiesta inolvidable
La vuelta a Mar del Plata fue única. Apoteótica, con lo gente vivándolo en las calles. En autobomba y con sirenas. Desde Camet al centro. Tal recepción fue superior al recibimiento brindado a Guillermo Vilas –curiosamente también nacido en Capital Federal– tras su regreso triunfal del Abierto de Estados Unidos en 1977. Los marplatenses idolatraron a “Uby” como a ningún otro en esa ciudad.
Los problemas se fueron sumando y algunas causas judiciales aparecieron en las fojas del campeón de los 63,500 kg. Como pudo llegó a Montecarlo para perder ante el italiano Patrizio Oliva, el 15 de marzo de 1986. Con sueros y dietas mágicas pasó el pesaje y se debatió, casi vacío, con un rival inferior que le sacó su corona por puntos en 15 rounds.
No volvió a pelear. Su récord fue de 47 éxitos (23 KO), 4 derrotas y un empate. Acrecentó sus litigios, los corrillos se convirtieron en denuncias y a partir de allí se mezcló todo. Consumo, tráfico y violencia social. Comisarías, alguna cárcel y el final. Las adicciones lo vapulearon como nadie lo hizo en el cuadrilátero. Lo degradaron hasta lo impensado. No pudo con sus penas y desencantos.
Murió el 28 de mayo de 1997 por un coctel de enfermedades modernas en el Hospital Zonal de Agudos. Tenía 41 años y vivió más de una vida en sólo cuatro décadas. A mil por hora. No le importó estrellarse contra la realidad. Supo que boxeó como pocos y que bien puesto y bien preparado –como casi nunca lo estuvo– pocos lo hubiesen derrotado en un ring.
Fue un muy buen tipo para los que aseguran haberlo conocido. Y una fantasía atractiva para quienes no llegaron a verlo en acción.
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