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Tyson Fury se llevó 30 millones de dólares, pero lo mandaron a la lona y preocupó de cara a la pelea del año con Usyk
Venció en fallo dividido a un entusiasta luchador de Artes Marciales Mixtas que lo tiró
- 4 minutos de lectura'
El británico Tyson Fury (126 kg), campeón mundial de los pesados (CMB), comprendió al pie de la letra cuál es el modo de afrontar este tipo de jeroglíficos que combinan “boxeo-espectáculo-entretenimiento”. Sin embargo, no tuvo en cuenta un detalle esencial: el poder del gancho izquierdo de su rival Francis Ngannou, un luchador de Artes Marciales Míxtas (MMA), de 37 años y 123.500 kg, campeón de los completos en su disciplina y debutante en el pugilismo profesional. Y esta circunstancia debió preverse ante el inminente compromiso deportivo –serio y esperado– con el ucraniano Olexsandr Usyk, titular AMB, FIB, OMB, para el 23 de diciembre próximo, también en Riad, que quizá se convierta en la pelea más importante de 2023.
Fury, quien ganó por puntos en 10 rounds en fallo dividido, sin exponer la corona, por 96-93 y 95-94 a su favor, y 94-95 en su contra, fue la opción de los jurados y justificó la mínima ventaja. Pagó preció a la subestimación total de ese compromiso. Boxeó a media máquina, con exceso de peso, no tuvo profundidad y sus golpes rebotaron ante el duro Ngannou, cuyo mentón resultó inquebrantable.
El africano se convirtió en un personaje carismático para esta industria que quizá lo convierta en la “nueva amenaza de ébano”. Además, derribó al inglés con un cross zurdo al oído en el tercer round –la acción más preponderante del match– y fue determinante en la caída de las acciones de la imagen de Fury, que ofreció su peor producción desde su consagración ante Wladimir Klistscko en 2015. Al ver la acción, el gesto de incredulidad de Olexsandr Usyk en el ring side fue elocuente.
La reacción de Usyk al ver la caída de Fury
El gigante de Manchester, de 2.06 metros, ganador de 34 combates (24 KO) y un empate, necesitó de un angustiante e indiferente fallo dividido para sumar 30 millones de dólares más en su cuenta bancaria. No lo sedujo rodearse de todo el poder económico de Riad y los magnates de Arabia Saudita que tuvieron en la alfombra roja del pomposo estadio personajes como los futbolistas Cristiano Ronaldo, de Portugal, y Ronaldo, de Brasil. Celebridades pugilísticas como Manny Pacquiao, Oscar de la Hoya, Sugar Ray Leonard, Larry Holmes y Evander Holyfield, somnolientos en un evento que parecía interminable.
No se mostró jovial ni feliz como en otras oportunidades. Sólo dijo con una expresión seca: “Esto es boxeo. Peleas son peleas. Su fortaleza me sorprendió y por eso fui a la lona. Ahora el foco es Usyk y allí pondré todo mi esfuerzo. Nos veremos en diciembre”.
El Consejo Mundial de Boxeo (CMB) –que quitó reconocimiento titular al match– instituyó un “cinturón de honor” para fortalecer una escenografía que tironeó permanentemente entre la ficción y la competencia real. Cooperó y participó de los intereses de estos eventos que siempre despertaron curiosidad. Y no sólo por el oro, los turbantes y los camellos. Desde que el múltiple campeón estadounidense Floyd Mayweather derrotó al irlandés Conor McGregor, en 2017 con resultados económicos millonarios y con una entrega deportiva abúlica y deficitaria. Esta vez, Ngannou, rompió con las reglas y fue el más aplaudido de la noche.
Cristiano y su angustia
Olexsandr Usyk siguió todo con mucha atención desde la primera fila del ring side en Riad. No sólo su presencia fue vital para confirmar el gran combate para el 23 de diciembre en esta ciudad, sino también fue consciente de que subirá como favorito al cuadrilátero después de analizar esta pobre versión de Tyson Fury. Y esta resultó la conclusión más valiosa que dejó una millonaria velada que jamás entrará en la historia.
La mano que sorprendió a Fury
Por Osvaldo Principi
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