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Sergio Victor Palma fue un caprichoso militante de la lucha y la pelea durante sus agitados 65 años de vida. Por necesidad y vocación pulió, en todo momento, el vigor del músculo en su juventud y la sagacidad del intelecto reflexivo en una vejez, que injusta y cruelmente le llegó mucho antes de lo indicado por la naturaleza del hombre.
Afectado por el Parkinson y víctima de una neumonía bipulmonar, agravada por el contagio de coronavirus, falleció esta mañana en la ciudad de Mar del Plata.
La vida de Palma se aferró a un vértigo electrizante en el que no hubo tiempos perdidos. Ni en su plenitud, ni en todas las desdichas que debió sobrellevar desde aquel accidente cerebro vascular que sufrió en 2004 y que siempre le adosó nuevas peripecias. A las que enfrentó sin inmutarse pese un deterioro paulatino que jamás le pudo quitar los sueños creativos hasta su último instante.
Quizás aquel slogan político: “¡Renovación y cambio! " describa su obra boxística y personal. Junto a los cordobeses Santos “Falucho” Laciar y Gustavo Ballas, casi campeones simultáneos, modificaron los clásicos y añejos sistemas de la proyección de los boxeadores en Argentina.
Nacido en el año nuevo de 1956, en una casilla de cosecheros de algodón – casi a la luz de luna- entre baqueanas y comadres que ayudaron a Luisa, su mamá, que con pujos magistrales lo trajo al mundo con dos kilos de peso y rozagante, en aquel paraje de La Tigra, Chaco, a un lado de la ruta principal que une Resistencia y Villa Angela.
Creció pobre y feliz, como parte de una familia numerosa que, de a poco fue llegando a Buenos Aires. Pasó por todos los trabajos – menesterosos y agradables- hasta que encontró el foco de su vida: el boxeo.
El gimnasio Luna Park, Santos Zacarías como maestro ,Tito Lectoure, como consejero y el campeonato mundial super-gallo (AMB) fueron las claves de su realización deportiva. Y quizás, de ellos extrajo las bases de sus valores morales que aplicó al pié de la letra, en las distintas etapas que le deparó un destino llenó de pétalos de rosas y gotas de sangre: “Antes y después del éxito”.
Formado como boxeador fino y de distancia. Modificado después de perder su primera oportunidad mundialista con Ricardo Cardona, en Barranquilla, Colombia, en 1979. Invertido en las prácticas a un estilo de peleador feroz - de corta y media distancia- como hacía décadas no se veía en estos lares. Así, sacó del ring al norteaméricano Leo Randolph en 1980 y se consagró como el primer argentino en ganar una corona mundial en Estados Unidos. En los tiempos de la “plata dulce” concentraba más que 15.000 personas en el Luna Park y defendió el cetro en jornadas nacionalistas inolvidables. Sobre todo áquellas ante Ricardo Cardona – revancha-, Leo Cruz y el Vilchit Muangro-iet.
En plena crisis del país – final de Guerra de Malvinas- resignó el campeonato perdiendo con Leo Cruz, en Miami, en una pelea que no televisó a Argentina, por la situación imperante.
Querido por todos sus colegas. Respetado, arriba y abajo del ring, aún recordamos el aliento recibido por un rival en plena pelea. Mientras el chubutense Juan Domingo Malvares, lo castigaba a voluntad, en 1983, lo estimulaba diciéndole: “Por favor, Sergio, reaccioná, un grande como vos no puede pelear asi…Por favor“.
Estiró por antojo su carrera hasta 1990. Y se rompió la mano en su último desafío a los 34 años.
Hizo lo que sintió. Antes y después del campeonato. La guitarra y la declamación de poemas lo desvelaron muchos años. Grabó, filmó y recitó en pleno centro de Buenos Aires. Definió aquellos pasajes como: “Quedaba bien ver a un pibe joven que ganaba por KO cantando temas dulces y leyendo poemas de amor. Muchos creyeron que era algo fantástico. Yo me reía de todo”.
Se lo llamó el poeta campeón y nunca le disgustó tal mención .
La política económica del “Peso fuerte” y la letra chica de los bancos, lo dejaron en la lona. Sin el boxeo y sus jinetas, se ganó la vida sin presiones. En los gimnasios y como crítico de boxeo. Increíblemente, no encontró su “gran lugar” en la bancada periodística. Y aun nos preguntamos por qué.
Patentó un sinfín de oraciones. Aquí algunas: “Los golpes del boxeo son como los colores del arco iris: siete en total”. “Cuando me consagré campeón del mundo y llegué al vestuario me pregunté: ¿Esto era todo?”. “Vi la pelea después de mucho tiempo y me di cuenta que nunca le gané al panameño Sergio Lujan” . “Trabajé en el “Gunte de Barracas” , junto a Osvaldo Terranova en ATC. No me cansé de pedirle disculpas al Moncho Paoloantonio, el director de la miniserie”. " Gasté mucha plata en educación y cultura…!Me lo criticaron también!”.
Hizo muchísimas cosas y le quedaron muchas más por hacer. Tuvo 4 hijos y una última pareja adorable: Orieta. Fueron inseparables y demostraron las mil facetas que tiene el amor: sin fama, sin dinero y sin salud. Palma, un peleador por naturaleza, no mereció morir así. No tuvo chance de pedir, esta vez, un round más…
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