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Ringo Bonavena-Muhammad Alí: un cuento épico que hizo temblar al Madison Square Garden hace 50 años
Era imprescindible juntar, en el ring del flamante edificio del Madison Square Garden de Nueva York, a dos personajes tan buenos en lo suyo y tan distintos en el día a día como el estadounidense Muhammad Alí –ex Cassius Marcellus Clay– y el porteño Oscar "Ringo" Bonavena, para poder montar una obra deportiva, social y cultural que culminaría siendo un cuento fantástico. Con mucha lengua y bravura, con talento y torpeza, con épica, sorpresa y drama. Y lamentablemente para nosotros, con un final de lágrimas.
Hubo dos protagonistas ideales para montar este guión. Un líder social de fe musulmana y representante de las frustraciones de la gente de su raza: Alí, señalado como el habitante más popular de la tierra en la década del 60. Y otro, que lo había estudiado a fondo emulándolo a la perfección: Bonavena, en el mejor momento de su campaña. Tanto aprendió de Clay (Alí a esta altura) que resolvió manejar su carrera por sí mismo en un mundillo oscuro que lo llevaría a la muerte seis años más tarde.
"Ringo" fue el mejor socio para Alí y quedó representado cuando, tres días antes de la pelea, en la revisación médica, le siguió el juego verbal y lo desafió. Le decía "Chicken, chicken", rematando la escena con una humorada que hizo reír al propio Clay: lo hizo retroceder con un amague de golpe muy celebrado.
¿Cuál fue el misterio que convirtió, aquella pelea, de la que este lunes 7 de diciembre se cumplen 50 años, en un inolvidable acontecimiento pasional inextinguible de la memoria sensible, popular y auténtica de este país? ¿Cuál fue el factor que transformó a un villano canchero de Parque Patricios como "Ringo", tan resistido como admirado por las masas, tan ovacionado como abucheado por las tribunas, en un monumento de la valentía argentina ante los ojos del mundo? ¿Qué motivó a un país resultadista y triunfalista como éste a glorificar a un tipo como él, que juró mil veces traer la cabeza de Clay en bandeja y terminó en la lona?
El show a pleno: cuando Bonavena hizo retroceder a Alí
Hay muchas conjeturas sobre ello, pero se halló esa noche una clave emocional y nacionalista para juzgar tanta guapeza. Sobre todo a la hora de sufrir. Y eso inmortalizó a Bonavena por su modo de pelear, inmolándose en el tapiz en el 15° round, en un match en donde estuvo en juego el título pesado del estado de Nueva York. Joe Frazier era el campeón mundial de los completos en esos tiempos.
Los 92 puntos de rating marcados por la televisación de "Bonavena-Alí" en aquel lunes 7 de diciembre de 1970 en "El mundo del Espectáculo", por Canal 13, determinaron un suceso fantástico, sólo superado por la "intergaláctica" transmisión de la llegada del hombre a la luna, un año antes. Ricardo Arias relató magistralmente desde Manhattan y un juvenil Fernando Bravo, en estudios, acompañado por Carlos Monzón, Eduardo Lausse, Amílcar Brusa y José Menno, consolidaron una emisión histórica de los medios nacionales.
Las calles de Buenos Aires estaban desiertas y los cines de Lavalle suspendieron sus funciones. la nación cubrió la pelea con su especialista en pugilismo, Emilio Ferés, desde el Madison. El título de tapa del día siguiente fue "Clay venció por Knock-out".
La previa y la pelea inolvidable
Alí había reaparecido el 26 de octubre de 1970, batiendo por una herida en el tercer asalto a Jerry Quarry, en Atlanta, Georgia. Su desafío con Oscar era un verdadero interrogante. Su "No a la guerra de Vietnam" lo introdujo en una cadena de litigios civiles y legales que se expandieron por todo el universo, determinando su destitución como campeón mundial en 1967. Tenía 28 años, pesó 92,600 kg. y un récord invicto de 30 victorias. Y todo el planeta quería –ya– su pelea con Frazier.
Bonavena también tenía 28 años, acusó 92,500 kg, con 46 triunfos, 6 derrotas y un empate. Asistieron al estadio 19.417 espectadores y se recaudaron 615.401 dólares.
"Ringo" firmó el contrato en el hotel "La Americana", de San Juan de Puerto Rico. Su intermediario fue el boricua Martín Montaño y su bolsa aproximada de unos 150.000 dólares. Su hermano José difundió, con el paso de los años, una versión sobre una paga oficial cercana al millón de dólares que el revisionismo histórico y los protagonistas del hecho desmintieron.
Bonavena se preparó en el campamento norteamericano de Grossinger. El estadounidense Gil Clancy fue su entrenador principal, aunque los hermanos Juan y Baustista Rago, sus maestros del Club Huracán, compartieron el rincón en el gran match.
Bonavena creció como autopublicista viendo a Cassius Clay desde que debutó en Estados Unidos en 1964. Su carrera era respetada en el Norte. El recuerdo de su primera contienda con Joe Frazier, el 21 de septiembre de 1966, en el derrumbado tercer Madison de Nueva York, le daba una reputación absoluta. Las dos caídas de Frazier en el segundo capítulo y la puntuación del combate, por rounds ganados y no por diferencia de puntos, privó a "Ringo" de una victoria legítima. Al menos, así hubiese sido con las reglas actuales. Y ese, fue para él, un valor al cobro sin fecha de extinción.
Sus victorias en el Luna Park sobre Zora Folley, Leotis Martin, James Woody y Manuel "Pulgarcito" Ramos, lo habían fortificado. Pilar del serio ranking mundial de la época. Era algo más que el vencedor del clásico con "Goyo" Peralta, en 1965. Considerado como una de las últimas esperanzas blancas de su categoría, en un período en el que los los retos étnicos aún pesaban en este negocio. "Soy blanco y argentino", declamaba Ringo a los cuatros vientos.
¿Que quedaba de Muhammad Alí? Su pelea ante Quarry lo mostró en buen estado. Las dudas por su inactividad titular desde el 22 de marzo de 1967 cuando noqueó a Zora Folley, defendiendo por novena vez el cetro ganado ante Sony Liston, en 1964, crecían a cada instante. ¿Cómo estaría su seductora velocidad de piernas, la profundidad de su jab y la puntería de su derecha? Aquellos atributos que habían originado una de las metáforas más lindas de este arte, "Pica una avispa y vuela como una mariposa", eran necesarios para potenciar este espectáculo.
Alí se mostró firme y algo lento. Bonavena, nervioso pero confiado. El detalle ínfimo marcó las primeras ventajas para el hombre de Louisville. Pero hubo un round inmortal: ¡el noveno! Alí había prometido terminar con el argentino en este segmento. Sin embargo, Bonavena, que pese a la traslación torpe por sus pies planos siempre exhibió un dibujo clásico y óptimo en sus golpes, conectó con un cross zurdo derribando a Alí. Pero no hubo cuenta. "¡Empellón!", consideró el árbitro Mark Conn. "Ringo" presionó al ex campeón como nadie lo había hecho hasta entonces, haciéndolo vacilar sobre las cuerdas. Sus impactos de izquierda, en gancho y en cross, estuvieron cerca de la hazaña.
El pleito continuó. Cansados y extenuados, la calidad de Alí sobrepasó al brío de Bonavena, quien salió a jugarse a todo o nada y desprotegido en el último round, en donde los anticipos de Muhammad lo mandaron a tierra en tres ocasiones. El pésimo desempeño de Conn, localista y eunuco de la imponencia de Alí, permitió que este se abalanzara sobre "Ringo" cada vez que se levantaba, sin respetar distancias reglamentarias. Allí culminó todo.
Fue un gran espectáculo y por ende un gran combate. Las tarjetas al momento eran para Alí : el referí Conn, señaló 12 rounds a 2; Jack Bloon, 8 a 5 y un capítulo empatado, y Joe Eppy, 10 a 3 y un asalto igualado.
"¿Guapeé ...nooo...? ¡De eso estoy seguro! Pienso que los argentinos deberían sentirse orgullosos de esta derrota", dijo Bonavena tras el cotejo, y estas palabras retumban todavía en el arcón de los recuerdos.
Oscar Bonavena murió el 22 de mayo de 1976, a los 33 años, por un tiro asesino, en las adyacencias del Mustang Ranch, un prostíbulo de Reno, en Nevada.
Muhammad Alí falleció el 3 de junio de 2016 en Louisville. A los 74 años, vapuleado por una extensa lucha contra el Parkinson.
Ambos murieron, pero la noche del 7 de diciembre de 1970 todavía sigue viva. Y en cada aniversario, recobra fuerzas, incorpora hallazgos y fantasías, valederas o mentirosas. Pero ya poco importa eso: es como frotar una lámpara ilusa de un tiempo irrepetible que no caduca ni vence. Bonavena se convirtió en un personaje querido para siempre y tuvo dos socios sublimes para lograrlo: Muhammad Alí y su gran corazón de peleador, blindado por la naturaleza y las entrañas de su madre: Doña Dominga.
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