Quince campeonas mundiales y ninguna flor

Hay 17 categorías en el boxeo profesional, con los mismos límites de kilaje para hombres y mujeres, a partir de los 47,600 kg. Hay reconocimiento para cuatro entidades oficiales -en el juicio de los medios desarrollados-, que son: Consejo Mundial de Boxeo (CMB), Federación Internacional (FIB), Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y Organización Mundial (OMB), para regular esta disciplina en modo universal, y dentro de este esquema el pugilismo femenino argentino exhibe 15 campeonas mundiales que reinan en este momento, con diversidad de calibre en sus títulos, que se expanden entre "unificadas, receso e interinas".

El altísimo número de consagraciones ubica al boxeo de las damas de nuestro país en un nivel inigualable ante cualquier potencia. Es un bastión admirado y analizado. Sobre todo teniendo en cuenta que son 25 las mujeres que ganaron la máxima corona desde 2003 a hoy, sobre los 40 títulos ecuménicos que obtuvieron los hombres, a partir de Pascual Pérez, en 1954.

Es imprescindible tener una líder impactante y penetrante en el público para poder sostener este récord y crear un clima de consumo positivo que, pese a todas sus riquezas, hoy no tiene el boxeo femenino en la Argentina. La cantidad de peleas oficiales se convirtió en un juego repetido, sin sorpresas ni conmoción. Y el espaciado impacto que despiertan sólo algunos combates de calidad se suma a esta situación.

Aquel traspaso de liderazgos que produjo la formoseña Marcela "la Tigresa" Acuña, pionera clave en este oficio, cuando dejó el ring para ingresar en la política, hacia Yésica Bopp, con su bicampeonato y 20 combates titulares paralizados por su maternidad, parecen quemar ahora a Erica Farías, una pantera poderosa de Tigre que no escatima en mostrar sus cualidades -técnicas y físicas- por todo el mundo, insuficientes para consolidar el caudillismo exigido por el ambiente. Y al preguntarnos por qué, nos cuesta ser certeros.

Altetas como Alejandra Oliveras, con cuatro cinturones, pero peleada con la vida y alejada de la gente; Carolina Duer, aplicada en el mensaje de cómo jerarquizar el rol de campeona, y Yésica Marcos, con una historia de vida cinematográfica, pusieron también su granito de arena para llamar la atención.

Todas tienen su mérito, pero se necesita una figura cumbre, que rompa los hábitos clásicos, como lo hizo "la Tigresa" cuando dirimió de igual a igual con Omar Narváez por la supremacía de los aficionados cuando el Luna Park reabrió sus puertas en el siglo XXI. Es menester un surgimiento de este tipo para seguir creciendo.

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