Narváez no debe perderse en la indiferencia

Del mismo modo que no resultará fácil para su representantes elaborar una política creativa y tentadora para elevar el nivel de la carrera boxística del chubutense Omar Narváez, a esta altura de su vida, con casi 39 años, tampoco resulta simple y elemental, para un crítico de este deporte, analizar cada una de las peleas del campeón mundial supermosca (OMB). Y esta noche, ante el mexicano Antonio García, no será la excepción, dado que el azteca, excedido de peso (52,475 kg), le quitó gran parte del interés al match mundialista.

Excluido del circuito de peleas de altísimo nivel tras su peculiar derrota ante el filipino Nonito Donaire, en 2011, en el Madison Square Garden de Nueva York, y sin contactos productivos para introducirlo en el mercado asiático, donde combates ante los tres hermanos Kameda, campeones del mundo, o el frustrado multicampeón Kazuto Ioka, pudieron haber sido consagratorios; todos llegaron a una conclusión lógica y conveniente para el presente del patagónico: mantener la localía y asegurar su protección en cada defensa internacional. Sin embargo, se descuidaron dos factores vitales para la envergadura de un campeón que protagonizó 28 combates mundialistas: la jerarquía de los desafiantes y el impacto de los escenarios.

Tras haber cosechado 9 actuaciones en el Luna Park, desde 2001, consagrándose como el boxeador favorito del estadio de Corrientes y Bouchard, perdió frecuencia y presencia en el máximo recinto desde hace más de un año, y ahora, García, su rival, sólo destaca en su récord una derrota ante su compatriota David Carmona, un boxeador mediocre al que Narváez noqueó en su última pelea. Nada de esto suma; al contrario, empuja hacia abajo. Ni siquiera ganando, García, su oponente de ocasión, será consierado nuevo campeón, en un acto inédito en la historia de titulos ecuménicos efectuados en nuestro país (Narváez también debió acudir a un segundo pesaje para llegar a la categoría).

Con todo derecho, los defensores de las estadísticas dirán que Narváez ha realizado más cotejos titulares que Joe Louis exponiendo la corona pesado, o igualará las 29 contiendas mundialistas efectuadas por Oscar de la Hoya. Los puristas, en cambio, afirmarán que es irrespetuoso comparar los logros pugilísticos del Siglo XX con los del XXI y que habría que hacer un gran esfuerzo para recordar, en el momento, el nombre de cinco rivales históricos del campeón patagónico. Y quizás estén en lo cierto.

Esta controversia conceptual entre lo grandioso y lo creíble se convierte en el sube y baja que acompaña el cierre de campaña de Narváez, quien aportó respeto y profesionalismo al pugilismo nacional en los últimos 15 años. Merece, de todos aquellos de los cuales depende su campaña, el esfuerzo organizativo máximo para que cada una de sus exposiciones se convierta en una auténtica fiesta del boxeo y no, como en este caso, en un intríngulis reglamentario.

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