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Muhammad Ali: el legado auténtico y el recuerdo del documental “Cuando éramos reyes”
El campeón (Muhammad Ali) y el abogado (Ramsey Clark) desafiaron al gobierno de George W. Bush y viajaron en 1990 a Irak para reunirse con Saddam Hussein. Hasta The New York Times ironizó preguntándose cómo haría Ali, que sufría mal de Parkinson, para ir de reunión en reunión. El campeón logró que los quince rehenes norteamericanos fueran liberados. Washington presionó a varios de los rehenes. Necesitaba quitarle crédito a la misión de paz. Cuarenta y cinco días después, Estados Unidos arrojó las primeras bombas. Un total de 88.500 toneladas de explosivos sobre Irak. Saddam era un criminal y demonizarlo era clave para que no se repitieran las protestas populares de Vietnam, la guerra en la que Ali se había negado a combatir. Es el Ali del documental “Cuando éramos reyes” (When we were kings). Lo recuerdo porque su director, Leon Gast, y también Ramsey Clark, aquel abogado del viaje a Irak, murieron en las últimas semanas. La pandemia nos modificó la forma de vivir y hasta la forma de morir. Pero no la memoria.
Clark era en 1967 fiscal general de Estados Unidos y apoyó la acusación contra Ali por la negativa a combatir en Vietnam, lo que le valió al campeón una condena de cinco años de cárcel. En 1971, ya no más fiscal general y sí abogado, Clark se rehízo ayudando a Ali para el fallo absolutorio de la Corte Suprema. Así nació el vínculo entre el campeón y el fiscal que, apenas asumió su cargo, demandó a un distrito escolar que segregaba a los niños negros en Alabama. Supervisó una ley de vivienda justa, rechazó la pena de muerte y las escuchas telefónicas ilegales, presentó demandas por derechos de voto y cuestionó al intocable director del FBI, J. Edgar Hoover. Ya abogado, demandó a Bush y a Ronald Reagan en tribunales internacionales por crímenes de guerra. Además del viaje a Irak con Ali, participó en misiones de paz en Vietnam, Libia, Irán, Gaza, Cuba, Venezuela y Nicaragua y en 2008 fue distinguido por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Defendió a nativos de Alaska, a pacifistas y presos y a la Organización de Liberación Palestina. Afirmaba que todos tenían derecho a una defensa. Y por eso defendió también a un guardia nazi y al propio Saddam. Porque un derecho, decía, “no es lo que alguien te da, es lo que nadie puede quitarte”. Contaba también que “la mayor población carcelaria de la Tierra” estaba en Estados Unidos y que era irónico que “el país más libre” fuera también “el carcelero más grande del mundo”.
Thomas Hauser, biógrafo de Ali, entrevistó a Clark para su libro “El legado perdido”. Clark cuenta allí que el gobierno de Estados Unidos no quería enviar a Ali a Vietnam, pero sí una foto de él alistado en el Ejército “para mostrársela al mundo”. Decía que Ali “tenía una independencia pero diferente…El nació así. Apuesto que ya a los cinco años era así. Era absolutamente independiente y por eso muy peligroso para algunos”. Y la espiritualidad de Ali, seguía Clark, tampoco tenía que ver exactamente con su formación cristiana inicial e islámica posterior, sino con su amor natural por ayudar. Y citó como ejemplo las imágenes de Ali junto con los niños en Africa. Gast, el director de “Cuando éramos reyes” confesó una vez que fue el propio Ali quien le señaló por dónde corría en Zaire en esos días previos a su pelea contra George Foreman, el momento exacto en que asomaba el sol y los niños se unían a su carrera. Son imágenes bellísimas. Ali, que no era el favorito y según los especialistas corría riesgo de sufrir una paliza histórica, luce en el documental histriónico como nunca. Comienza diciéndole a los periodistas, a puro rap, que él había luchado contra un cocodrilo, peleado contra una ballena, esposado a un rayo, asesinado a una roca y enfermado a la medicina. “Soy la parte que Estados Unidos no quiere reconocer –avisaba también–, pero tendrán que acostumbrarse a mí”.
El trailer de “Cuando éramos reyes”
En realidad, Gast quería realizar un documental sobre el festival de música negra que se celebraba paralelo a la pelea. Don King invitó a músicos célebres consiguiendo dineros imposibles y en horarios imposibles. “No es que tiene contactos con la mafia. Es la mafia”, llegó a decir uno de los músicos, impresionado. Gast demandó a un ministro liberiano cuya firma en islas Caimán tenía propiedad de las cintas. Sin dinero, buscó recaudar haciéndole una película a los Hells Angels, motocicilistas que llegaron a golpearlo, enojados con su trabajo. Negoció inclusive con Colombia un avión con diez toneladas de marihuana, lo que le valió cinco años de prisión condicional. Un músico de hip hop vio las cintas y le dijo que dejara el festival de música, porque Ali era el verdadero dueño del escenario. Así nació “Cuando éramos reyes”, documental pionero, en tiempos sin Netflix ni Amazon, ganador de un Oscar en 1997. Emociona el momento en el que Foreman ayuda a subir al escenario a un Ali ya enfermo. “Muchos –dijo Ali en tiempos de Vietnam– creyeron que era cárcel o guerra. Pero había otra alternativa: la justicia”.
La muerte, más aún en tiempos de pandemia, queda reducida a un número. Al fiscal Clark, que murió el último sábado a los 93 años, le preguntaron una vez sobre el legado de Ali. “Los legados, respondió el fiscal, son importantes, pero más importante es cuando son auténticos”.
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