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El mentor de Maravilla Martínez: "Aprendió a pelear mirando videos en un espejo"
Desde la fundación que dirige y en la que le enseña boxeo a chicos de la calle, Raúl Paniagua, tío y primer entrenador del campeón, habló con canchallena.com sobre sus inicios; confesó que en su primera pelea "tenía miedo".
De una lado del teléfono, un padre frente a un televisor. Del otro, un hijo dentro de una garita perdida en una de las tantas minas de la Patagonia. Hay tensión. La respiración, por momentos, ensaya un monólogo; mientras las palabras, acorraladas por el nerviosismo, deciden guardar reposo. "Dale, Pá, ¿qué pasa?", pregunta Matías, el hijo, que rompe el silencio, buscando ese cable a tierra que lo bañe de realidad. Raúl, el padre, fiel a su estilo, no se deja amedrentar y, siempre con la guardia en alto, empieza a oficiar de relator: "Pega. Defiende. Lo tiene contra las cuerdas. Falta poco. Terminó, terminó". Las tarjetas de los jueces reflejan el pálpito familiar. Quedan perplejos. Ríen. Lloran. Los separan 2500 kilómetros, pero se funden en un abrazo eterno. Son felices.
Raúl es Paniagua, hermano de Susana, mamá de Sergio Martínez. Y esas tarjetas no fueron un resultado más, marcaron el triunfo de Maravilla ante el estadounidense Kelly Pavlik y lo consagraron como campeón mundial medio de CMB y OMB, en 2010. Pero Raúl es más que un Paniagua, un apellido muy asociado al mundo del boxeo. Es el mentor del púgil que hace poco más de una semana paralizó a la Argentina y al mundo con un contundente triunfo ante el campeón defensor Julio César Chávez Junior, nada menos que en Las Vegas.
"Esta vez la viví como hincha. A tal punto que insultaba al mexicano y todo. En el último minuto y medio, terminé parado arriba de la pantalla gigante mirando el reloj. Cuando lo vi caer, se me pasó por la cabeza lo peor. Esta vez no lloré", le confiesa Raúl Paniagua a canchallena.com, sobre un ring al aire libre ubicado en la intersección de las calles Laprida y La Plata, en Quilmes, donde funciona la Fundación "Fabián vive". Hoy, lejos del show-business del boxeo, el tío solidario de Maravilla dedica su tiempo a dar clases de boxeo gratuitas a los chicos que no tienen recursos económicos para aprender el arte de los puños.
De familias humildes, Sergio y Raúl vivieron 17 años en el mismo terreno, en Claypole, provincia de Buenos Aires. "Yo vivía atrás, con mi familia, y él adelante. Cuando nació, yo fui con el padre a verlo. Era un pibe lindo, ojos verdes… No sé de dónde salió [risas]", recuerda, sin nunca dejar de referirse a Maravilla como un niño aún cargado de sueños, casi como si el tiempo no hubiese pasado. Sólo la travesía de la familia Martínez por Mar del Plata, donde Sergio y sus hermanos tuvieron que trabajar en el campo para llevar la comida a su casa, pudo evitar que Raúl vea crecer al campeón
"Era una familia donde se respiraba fútbol y boxeo. Pero mucho más boxeo", asegura. Por eso, pese la inclinación de Maravilla por el deporte en el que Diego Maradona seducía al mundo, el ring y los guantes eran una parte importante de su niñez. "Estuvo a punto de firmar con Los Andes, pero no quedó. Ya lo dice la frase: si sucede, conviene. Lo que a veces parece una desgracia después puede ser tu día de suerte. Ahora le tendría que agradecer al técnico por no llevarlo", reflexiona Raúl, que fue boxeador amateur hasta 1980.
A los 20 años y con el sueño de ser futbolista frustrado, Sergio se volcó por su otra gran pasión: el boxeo. En un taller que usaban para soldar con sus hermanos, en el medio del terreno que compartían las familia, Maravilla llamó a Raúl para darle la noticia. "Me dijo ´Tío, quiero boxear´ y se puso a bailotear. Pero cuando un chico todavía no tiene rebote y bailotea, es cómico. Como Rubén [Paniagua, hermano de Raúl que llegó a ser boxeador profesional] tenía un gimnasio a unas 30 cuadras, nos subimos a las bicicletas y nos fuimos. Para mí, también era algo nuevo, desde que había dejado de boxear, no había vuelto a un gimnasio. Ahí empezó de a poco", cuenta.
Raúl lo inició, lo entrenó (primero junto a Rubén y después con Carlos, su otro hermano), lo formó. "Al principio, agarramos la casetera para poder analizar combates y que él vaya adquiriendo los movimientos. Pero, en esa época, no había un referente zurdo que me gustase. Yo siempre tenía la casetera cerca. Y un día, mientras me afeitaba, miré en el espejo y Muhammad Ali era zurdo. Claro, en el espejo se veía al revés. Lo llamé a Sergio y le dije ´Tengo un zurdo para mostrarte´. Se sorprendió mucho cuando lo vio. Ahí empezamos a ver a De la Hoya, a Monzón y Ali como zurdos. Él siempre los nombra como sus referentes", relata Paniagua, que, lejos de elogiar su ingenio, aclara: "Es algo rarísimo. No fue ni un invento ni una creación mía, fue un accidente. Muchas veces sucede".
Como todo mentor, Raúl también dejó su huella en el particular estilo de Maravilla. "Los hombritos [movimiento clásico de Maravilla] son míos. ¿Cómo surgieron? Había un boxeador que tiraba muchos golpes y se cansaba. Le dije que afloje los hombros. Y se convirtió en un tic del gimnasio. Todos lo hacíamos", sostiene el ex entrenador de Martínez, quien asegura que a Maravilla, en sus inicios, le costaba mucho el cross de derecha, golpe que hoy "maneja a la perfección". "Yo no se lo pude agregar, por miedo. Nunca se lo enseñé. Era torpe y malo. Pero yo pensaba que no hacía falta. Ali nunca tiró un golpe bajo y Monzón tampoco. Son características. Le puede faltar un golpe. Fijate que Maradona no sabe cabecear", se justifica.
Aún recuerda la primera pelea de Maravilla como si fuese sido ayer. "Al rival le decían aparato Pisani. Y Sergio le tenía miedo, porque una vez lo vio en el gimnasio y le dijo que trabajaba con ´golpes cruzados´. Todavía estamos tratando de averiguar lo que son ´golpes cruzados´ [risas]. Sergio ganó por puntos y hasta lo tiró en el segundo round. Sólo llevaba cinco semanas de entrenamiento", puntualiza.
Fue Raúl, su entrenador, el que convenció a Maravilla para que se haga profesional, en diciembre de 1997: "En la Federación querían que lo aguantemos para algún Sudamericano o Panamericano. Pero yo les mentí. Les dije que su mujer estaba embarazada y que necesitaba cobrar. Ni siquiera estaba en pareja". Fue Raúl, su consejero, el que lo consoló cuando lloró tras la derrota con el mexicano Antonio Margarito en Las Vegas: "Yo le dije que le ganó bien. Salimos a caminar y me preguntó que me pareció. ´Le pegaron una cachetada a una nena de 15 años. Hay que seguir trabajando´, le contesté". Fue Raúl, su tío, el que, cuando no aparecían rivales, prefirió alejarse por el bien de la carrera del zurdo: "Para comer, él necesitaba pelear. Nos reunimos con mi hermano y le dijimos que ya no lo íbamos a entrenar. ´Si vos estás con nosotros, no vas a poder pelear. Prefiero perder un luchador y no un sobrino´" le dije.
Hoy, a los 52 años, Raúl Paniagua vive en una pequeña habitación de la fundación a la que dedica su vida. Cuatro veces por semana, recibe a 70 jóvenes y les trasmite todos sus conocimientos sobre el boxeo. No tiene recuerdos fotográficos ni diarios de su época al lado del campeón. Lo más importante para él son sus hijos, Matías, de 27 años, y Florencia, de 18, que viven en el Sur. Sólo lo acompaña un cuaderno con sus apuntes, el recorte de una nota titulada "El tío solidario de Maravilla", su mayor orgullo, y una infinidad de amigos que lo acompañan día a día en esta difícil tarea de ayudar. Un ejemplo.
-¿Cómo definirías a Maravilla Martínez como boxeador?
-Habilidoso. ¿Qué es ser habilidoso? El hábil se mete en un lugar sin saber cómo va a salir, pero sabiendo que va a salir. Así es Sergio.
-¿Y como persona?
-Un habilidoso.
Raúl Paniagua es un agradecido a la vida. Por eso, durante las más de dos horas que recibió a
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