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El regreso de Maravilla Martínez: "Me queda un cartucho en el tambor y lo estoy exprimiendo y estirando como un chicle"
En una Madrid calurosa, con más de 8400 muertos por el coronavirus y algunas medidas para contener los rebrotes, Sergio "Maravilla" Martínez vive un aislamiento ajeno a la pandemia. Es aquel por el que ha pasado decenas de veces desde que eligió ser boxeador profesional. Encerrarse por un tiempo prolongado es parte de la preparación para una pelea, algo que vuelve a transitar por estos meses luego de seis años. El 21 de agosto, en Torrelavega, el segundo núcleo urbano más relevante de la comunidad autónoma de Cantabria, en el norte español, se medirá con el español José Fandiño, en un combate de peso mediano que será transmitido por TNT Sports. El hombre que siempre siente la necesidad de buscar un round más a su vida volverá a subirse al ring, a los 45 años.
Cuando parecía haberse bajado del tren del deporte definitivamente por los anunciados frustrados duelos con el mexicano Julio César Chávez Jr, esta vez sí la promesa del regreso se concreta. La espera ha sido tan atípica como el contexto, aunque ya tenga la experiencia de haberlo hecho en una cancha de fútbol, la de Vélez, cuando retuvo el título mediano en 2013. El Malecón, a orillas del río Besaya, es mucho más chico, y estará habilitado para unas 1000 personas. "Hasta hoy, mañana no sabemos. Pueden ser más, o nadie, lo que no sería sorpresa. Esto cambia día a día", sostiene Maravilla, en su contacto durante casi 20 minutos con LA NACION vía Zoom. Relajado ante la cámara, atrás quedó la jornada de entrenamiento y los más de 44 grados que, asegura, se sienten en su gimnasio, algunos más que los 40 que marca el termómetro en las calles. Igual, casi no sale de su amplia casa, está enfocado en su objetivo.
"Estuvo bueno el proceso que tuve hasta llegar aquí y el que estoy teniendo hasta el combate. Fue intensificándose gradualmente el trabajo, fui sumando integrantes a mi equipo. Cuando había regresado a los entrenamientos, las ganas y la alegría ya estaban", relata Martínez. "Lo de Chávez se fue diluyendo porque él tiene su manera de ser, en lo boxístico y en la vida. Es exageradamente desprolijo y desordenado profesionalmente, para lo que es mi organización. Entonces, comencé a centrarme en otra cosa, hablé con mi socio Miguel De Pablos y mi equipo, les expliqué cuáles eran mis intenciones, mi situación, mis objetivos, los problemas, las cosas por resolver. Entonces, dijimos que lo mejor era organizar una velada nosotros, y en España", explica, y avanza en los detalles.
Sentado en un sillón rojo, con lentes, jeans y una camisa estampada de mangas cortas, delante de una pantalla que sostiene unos guantes en un vértice, Martínez gesticula usando ojos, cabeza, manos y brazos como si estuviera en el ring. De a ratos, bebe sorbos cortos de una botella de agua pequeña. "Iba a pelear el 6 de junio, pero la pandemia nos hizo patear la pelota para adelante. Cuando nos autorizaron y elegimos la plaza de Torrelavega se juntaron buenos factores. Van a estar Sergio García, Jon Fernández, que es vasco; Kiko Martínez, que es garantía de espectáculo; Ángel Moreno, que vive en Madrid… Sumamos boxeadores que estaban cerca y convocan gente, aunque el escenario va a estar muy vacío. Cuando lo pensamos era con la posibilidad de meter entre 25.000 y 30.000 personas", pone en contexto. "Lo ideal es abstraerse de todo eso. Me tocó ser visitante muchas veces y eso es como si las tribunas estuvieran vacías. Y cuando uno hace bien las cosas en la casa de otro, hay un silencio que pareciera que el público está muerto. Pero ojalá pueda ir más gente, porque muchos quieren ir", agrega.
Todo un contraste. Maravilla disputó su última pelea el 7 de junio de 2014 en un colmado Madison Square Garden de Nueva York, ante el campeón puertorriqueño Miguel Ángel Cotto, con quien perdió en el décimo round por knock out técnico. Fue el día que sentía aún más los dolores en la rodilla derecha que los repetidos golpes de su rival. "Mis últimos años de boxeo no estuvieron buenos y no los disfruté. Antes me llevaba por la inercia, viví mucho tiempo por inercia. Ahora me fijo objetivos y lo hago a consciencia. Es una oportunidad que tengo. Me queda un cartucho en el tambor y lo estoy exprimiendo y estirando como un chicle. Lo estoy haciendo con alegría y dándole la importancia que merece esta situación, con intensidad, con fuerza y con inteligencia", revela Sergio, que tiene un récord de 51 victorias (28 por KO), dos empates y tres derrotas (dos por KO).
Ante Fandiño, el excampeón del mundo súperwelter (OIB y CMB) y mediano (OMB y CMB) podrá culminar el trabajo que inició hace dos años y tres meses. El último año y medio fue con la base de su nuevo equipo de trabajo, encabezado por el entrenador madrileño Tinín Rodríguez. "Está muy intenso el entrenamiento. Hay una planificación muy buena. Tengo la fortuna, después de tardar en encontrarnos, de haber conseguido un grupo muy unido, con un nutricionista y un médico. Desde enero de este año sumamos al último integrante, que es el preparador físico David Navarro", detalla.
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"La experiencia de haber pasado por un montón de lesiones y haber sido muy extremo entrenando duro me sirve para no volver a llegar a eso a esta edad. Las palizas que me pegaba me dejaban sus secuelas. Por eso, hoy en día sé levantar el pie del acelerador y si tengo que pisar el freno lo hago, bajo un par de cambios. El rendimiento no lo pierdo porque un día entrene más flojo", compara respecto de sus tiempos de gladiador. En el medio, dejó de sentirse boxeador y ahora recuperó ese espíritu.
"Quiero ver cuáles son mis sensaciones (en el cuadrilátero) y ver si hay posibilidades de seguir. Tengo que tener en cuenta si me siento bien y si al otro día de la pelea el teléfono suena. Si hago las cosas bien, me van a llamar y van a aparecer chances. Estoy abierto a todo eso, pero tampoco soy un inconsciente, ni tengo 20 años. No puedo pensar en que si me rompen todo, después me recupero. A los 45 años ya no sé si tengo tantas ganas. Por eso tengo que hacer las cosas con cautela, sabiendo que hace seis años no me dan un golpe de verdad. Pero también no lo pienso en negativo, tengo confianza y me pregunto... ¿y si sale bien? Vamos a ir viéndolo de a poquito", evalúa.
-¿No tenés temor a un regreso que no sea el mejor y tu imagen de campeón se pueda deteriorar?
-Me da una adrenalina que está buenísima. Está el riesgo de no hacerlo bien, de que los golpes me duelan, de que un muchacho más joven (Fandiño tiene 36) que está en actividad me golpee. Debe ser un poco de locura. Algún psiquiatra me podría analizar, pero me encanta el desafío, es maravilloso. No cualquier persona puede hacer lo que estoy haciendo a esta edad, y me gusta. Si lo hago bien se puede abrir un camino que vaya a saber Dios cuánto puede durar.
-¿Cómo te parece que ven tu regreso en el boxeo argentino y la situación que atraviesa hoy, sin competencia?
-Sinceramente, no sé cómo lo verán, pero espero que les guste, porque quieras o no se aviva el boxeo, está un poco más en boca de la gente, y les hace bien al resto que haya uno que esté impulsando. Yo estoy tirando para adelante. Por el otro lado, es una etapa dura para todo el mundo, y en el caso de los boxeadores en la Argentina, es parte de una vida durísima, por muchos aspectos. El nacimiento del hombre como boxeador está enquistado en los estratos socioculturales bajos y siempre le cuesta todo más, pero es parte del entrenamiento, aunque sea duro. En el boxeo se pasa hambre no sólo por las dietas, sino porque se pasa hambre, sueño, frío, dolores... La vida es dura fuera del boxeo. Este momento debe tomarse como parte del entrenamiento porque lo que no te mata te hace más fuerte, y el que es débil se cae, se queda en el camino. No podemos permitirnos eso, pero no sólo los boxeadores. Es un mensaje para toda la gente. Grandes, chicos, hombres o mujeres... La vida pasa y después, en ese último suspiro, vas a mirar hacia atrás y te vas a preguntar por qué no hice un poco más de fuerza. Sé que están haciendo un gran esfuerzo y que vale la pena.
-Vos venías compartiendo el entrenamiento con otras actividades. ¿Cómo las acomodaste a medida que se fue acercando la pelea?
-Fue difícil dejar otros hábitos ajenos al boxeo, como el stand-up o quedarme escribiendo hasta las 3 de la mañana. Con los monólogos, la cuarentena nos bloqueó y hubo que parar. Lo hacía tres veces por semana y, posiblemente, si hubiese seguido me hubiese bajado a dos presentaciones. Pero la pandemia nos cortó el cuello a todos y, a partir de allí, comencé a adaptarme y, entre otras cosas, a tratar de retomar los ritmos de una deportista normal, por ejemplo levantarme temprano, hacer un desayuno bueno y nutritivo que no sea mate con galletitas.
-¿Cómo impactó la pandemia en tu puesta a punto?
-Yo estaba acostumbrado a mis concentraciones, no hay demasiados cambios para mí. Pasaba lo mismo cuando vivía en California o en la Argentina. Antes era una vida de la casa al gimnasio y del gimnasio a mi casa. Aquí en Madrid tengo el gimnasio en la planta baja de donde vivo. Junté unas mancuernas y una bolsa en una habitación diáfana y a entrenar. Lo estoy haciendo de esa manera, todos los días como un animal. La cuarentena no me podía paralizar o hacer perder tiempo. Fueron 70 u 80 días en los que me sirvió para estar conmigo, fue fantástico para mí. La gente se quejaba, y lo entiendo porque muchos viven en casas muy pequeñas. Pero a mí me tocó estar solo y mi casa es amplia, con un patio en el fondo.
Y ahí está otra vez Maravilla Martínez, listo para dar pelea, algo que hasta hace no tanto parecía utópico. "En enero de 2018 me preguntaban si podía llegar a pelear y yo decía que ni de casualidad, pero conocí las aguas termales, mataron las bacterias que tenía en la rodilla y el dolor se fue. Los huesos están lastimados y tengo una artrosis brutal, de alguien que está entre los 90 años y la muerte (se ríe)... Pero al haber un cambio tan drástico mi sensación es otra, con mucha motivación e ilusión".
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