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“La Tigresa” Acuña vs. la “Leona” Quirico: el recuerdo de un país en llamas y una definición por KO en... ¡14 segundos!
Aquel miércoles 19 de diciembre de 2001 comenzaba a convertirse en uno de los días más horrendos de la historia nacional. Don Fernando de la Rúa, presidente de la República, declaraba el estado de sitio en un país convertido en un polvorín. Dos días mas tarde renunciaría a su cargo dejando la Casa Rosada en un triste e ilustre helicóptero desde el cual se observaban los desmanes, los muertos y los detenidos que “decoraban” tal escena.
El deporte local reservaba dos hechos muy esperados por entonces: la consagración futbolística de San Lorenzo en la Copa Sudamericana, que pudo jugarse al iniciarse esta crisis, y la disputa del primer título argentino de boxeo femenino en la Ciudad de Buenos Aires, que debió ser suspendido sobre la marcha y esperar justo un mes más para su realización ante la decepción generalizada de un ambiente que quería ver un gran duelo de damas en un cuadrilátero. Aquella hoguera política porteña se devoró todo.
José Valle, un bohemio publicista ligado al tango, se había convertido en un respetable promotor de boxeo. Junto a Hernán Santos Nicolini, que intercalaba sus roles multifacéticos en este deporte, acordaron cerrar esa temporada con un suceso sin precedentes para el pugilismo nacional: un desafío femenino por el cetro pluma.
Arriesgaron y desafiaron todas las lógicas; hacer boxeo en pleno verano y en un recinto caliente como Castro Barros 75. Y justo un 19 de enero, entre pesos, patacones, lecops y todo tipo de valor al cobro que pasara por boleterías. Finalmente, el espectáculo, se llevó a cabo ese 19 de enero de 2002 y fue todo un éxito. Pese a su duración: ¡14 segundos!
Marcela Acuña ya era popular en el deporte local. “La Tigresa” formoseña tenía 25 años y dos hijos en edad escolar. Había peleado una vez en la FAB, derrotando a la jamaiquina Jamillia Lawrance, y tenía seis victorias y dos derrotas en Estados Unidos, estas últimas ante las mejores del mundo: Cristy Martin y Lucía Rijker.
Patricia Quirico era una porteña de 40 años y piernas de modelo de pasarela. Decían que pegaba fuerte, aunque nadie la había visto pelear. Denunció 23 exhibiciones como amateur y un entrenamiento exigente en el club Justo José de Urquiza, de Caseros, con un compinche de toda la vida: Alberto Galli. Sus guanteos con “La Ragazza de Villa Bosch”, una juvenil Silvana Carsetti –actual comentarista de Boxeo de Primera– llamaban la atención. Sin embargo, nadie se animaba a apostar por ella.
Promovieron la pelea en “Movete”, el programa que conducía Carmen Barbieri en América TV, y al otro día agotaron las entradas. Quirico, conocida como “La Leona” por su figura y el nombre del quiosco en el cual vendía huevos de chocolate que ella misma preparaba, declaró: “Jamás hice deporte en mi vida. Pero mi violencia familiar me invitó a descubrir el boxeo. Como defensa propia y de vida”.
Acuña habló poco y estuvo segura de lo que dijo: “Peleo para ser campeona mundial y voy a lograrlo”.
El estadio reventaba la noche de la pelea. ¡No cabía un alfiler! Vendieron más de 1300 entradas quebrando las lógicas comerciales que sentenciaban que era inapropiado organizar boxeo en enero y en Capital Federal. Todo estaba presto para vivir la primera gran pelea d mujeres en Capital y por TV.
Quirico llegó temprano al recinto de la FAB, acompañada por una mentalista de vestimenta mística que iba y venía de un lado para el otro. Acuña, callada. Como hasta hoy junto a su marido, Ramón Chaparro, y su entrenador, Jorge Ocampo.
Hasta el notable comentarista Julio Ernesto Vila se mostró desconcertado en la previa de la transmisión de TyC Sports. El icónico tanguero Oscar Ferrari, cantó el himno nacional y la escultural Romina Gay, vedette de “Rompe-portones” , tomó el cartel del primero de los 10rounds en juego. Hacía cada vez más calor…
Luis Carlos Guzmán, el mejor árbitro argentino, fue designado para esta ocasión y subió al cuadrilátero con bastantes acertijos. Los fotógrafos preparaban sus cámaras y seleccionaban sus rollos, pero ninguno pudo tomar una “piña” del combate.
Al sonar la campana, Quirico vaciló y ejecutó un movimiento indescifrable entre la cobertura y una especie de saludo. Acuña avanzó con decisión y con un solo golpe, un directo de derecha, derribó a “La Leona”, que se levantó vacilante hasta recibir la totalidad de la cuenta del KO. Se bamboleaba del mismo modo que una rama a punto de desprenderse de un árbol. ¡La pelea esperada por todos duró 14″ en total! Sólo cuatro segundos de acción…
Quirico no lo podía creer. Y Acuña sabía hacia dónde iba. El estupor en el público fue absoluto y “La Tigresa” aprovechó todas las ventajas que su rival le dio. ¡14 segundos! que hicieron olvidar por un momento, la sangre derramada un mes atrás en las calles de Buenos Aires, el ocaso de los ahorros y el quiebre desesperanzado de un país que, como pudo, volvió a ponerse de pie.
El derechazo electrizante de Marcela Acuña no podrá olvidarse jamás, aunque pasaron ya casi veinte años de aquella noche tórrida en el ring de la FAB, entre billetes de todos los colores.
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