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Historias. La gloria fugaz, sonrisas y dolores de “Pirincho” Massi, el último boxeador que derrotó a Monzón
“Ese es el tipo. Es él”. La frase, acompañada siempre con un movimiento de cabeza, se repite frecuentemente cada vez que el pequeño anciano de ojos achinados, manos grandotas y pasos cansinos aparece por algún lugar de la ciudad de Río Cuarto. Ese tipo, al que el tiempo –por decantación– lo convirtió en un héroe deportivo de los riocuartenses, se llama Alberto Massi. ‘Pirincho’, para todos, fue un boxeador de una carrera que puede considerarse mediocre si sólo se observa la foja de servicios con más derrotas que victorias. Pero para la gente del lugar es un boxeador eximio. Peleó allá por los años 60 y 70 y desde hace más de medio siglo vive dentro de un relato verídico transmitido de padres a hijos: fue el último hombre que le ganó una pelea a Carlos Monzón.
La historia pugilística de ‘Pirincho’ Massi parece estar signada por aquel triunfo del 9 de octubre de 1964, en el Córdoba Sport Club, que lo perpetuó a vivir a un costadito de la fama y el drama que rodeó la figura de Monzón. "Si el loco no hacía la carrera que hizo, nadie se acordaría de la última vez que perdió", analiza. Sin dudas, nada de lo que hoy le toca vivir por haberle ganado al entonces novato santafesino hubiese sido posible si éste, seis años después, no se consagraba campeón mundial mediano. "Monzón le ganó a Benvenutti, a Briscoe, a Griffith, a Mantequilla (Nápoles), a Valdez, ¿cómo fue que perdió conmigo? No sé. Cada tanto aparece alguno que no cree ni bosta que le gané…", lanza con una tonada cordobesa cargada de humor.
Las crónicas de la época y quienes fueron contemporáneos al histórico triunfo de Massi, remarcan las debilidades físicas y la poca experiencia de Monzón, que tenía un récord de 16 peleas ganadas, una sin decisión y dos derrotas ante Antonio Aguilar, en 1963, y el español Felipe Cambeiro, en 1964. También, según consta en una nota de la Revista Anfibia, su legendario técnico, Amilcar Brusa, no estuvo en su rincón esa noche, algo que durante sus años de campeón jamás pasó. “Pegaba fuertísimo, si te agarraba era capaz de sacarte la cabeza”, cuenta ‘Pirincho’ con tono grave para darle énfasis a su relato.
Por esos años, el mítico Córdoba Sport era la plaza boxística más importante del interior. Todos los viernes se agotaban las entradas para ver a las nuevas promesas del pugilismo cordobés. Sin embargo, la noche que se enfrentaron Massi y Monzón la respuesta de público fue muy floja: apenas se superó las cien entradas vendidas. "En esa época Monzón recién se estaba haciendo de un nombre, no era muy conocido", reconoce Massi. Otra prueba de lo poco relevante del match fue el escueto anuncio que publicó el diario La Voz del Interior en su edición del 8 de octubre de 1964, donde se presenta al santafesino como Luis Monzón en vez de Carlos Monzón.
A los 79 años, los recuerdos todavía siguen repiqueteando sobre la memoria de Massi. Se acuerda del momento que Don Williams, su manager, le ofertó el combate, del viaje de urgencia rumbo a la capital cordobesa y del primer cara a cara con Monzón. "En el pesaje, me dijo: Te voy a matar, petiso de mierda. Y yo le respondí: Mañana te mato, negro feo", rememora ‘Pirincho’, quien por entonces tenía 24 años y estaba realizando su tercera pelea como profesional, después de haberle ganado en el debut a Miguel Carranza y a Carlos Morán Quevedo.
"Fue una pelea dura y muy pareja. Él trató de poner la mayor distancia posible para aprovechar el largo de sus brazos, y mi padre —que estaba en mi rincón— me mandó permanentemente a meterme al cuerpo. En el 9° round le pude meter una derecha justo en la punta de la pera que lo obligó a abrazarme para no caerse; lo salvó la campana. En el 10° no pasó nada. Como yo era local, los jueces me dieron una ventaja –chica, pero ventaja al fin– porque fui al frente", recuerda Massi, que por aquel triunfo cobró una bolsa de 9000 Pesos Moneda Nacional. "Ojo que era buena guita para esa época, ¿eh?", aclara. Para entender la relación, en esa época, el salario mínimo era de $ 9800 (55 dólares).
El polémico fallo despertó el enojo de Monzón, que luego del combate abordó a Massi en el comedor del hotel para darle un consejo burlón: "Sos muy petiso para boxear, dedicate a otra cosa", le dijo. Por cierto, las palabras no fueron en broma: ‘Pirincho’ medía 1,69m, 12 cm menos que él. Sin embargo, contra el deseo del santafesino, Massi hizo un par de peleas en Brasil y fue convocado por Lectoure para pelear los miércoles en el Luna Park. Allí hizo tres combates, pero se volvió a Río Cuarto y el destino lo volvió a enfrentar tres veces más con Monzón, quien lo venció una vez por KOT y dos por puntos (el 12/2/ 1966, en Santa Fe; el 15/2/1967, San Francisco; y el 17/5/1968, en Córdoba). "Con Monzón siempre fueron peleas duras, porque era un tipo que no le gustaba perder. Pero, te lo juro, una sola vez salí con un ojo morado", aclara entre el orgullo y un dejo de nostalgia.
Después de aquel histórico combate el destino deportivo de uno y otro difirió notablemente. Mientras que Monzón inició una racha de 67 triunfos consecutivos y llegó a ser uno de los mejores medianos de la historia del boxeo mundial, el puntano acumuló un discreto récord de 22 triunfos, 28 derrotas y siete empates, y se dedicó de lleno a trabajar en una fábrica. "A mí me usaban para que peleara con los mejores porque sabían que daba un buen espectáculo", admite. Claro, las obligaciones fueron otras: Monzón, convertido en campeón, vivió para el boxeo y Massi boxeó para vivir. "Si me hubiese quedado en Buenos Aires hubiese sido otra cosa", dice.
Sin la gloria de los campeones mundiales, ‘Pirincho’ Massi es un hijo del esfuerzo y las limitaciones. También de la lucha y los pequeños sueños. Nació en Concarán, San Luis, pero se radicó en Río Cuarto a los 17 años. La pasión por el pugilismo la heredó de su padre Antonio, un ex boxeador aficionado. Su debut en el profesionalismo, el 11 de septiembre de 1964, fue con un triunfo por nocaut ante Miguel Juan Carranza, en el mismo Córdoba Sport Club en el que un mes después derrotó a Monzón. "Yo me había enrolado en la Marina, en la Isla Martin García. Pero un día gané un campeonato amateur de militares y me agarró la locura de hacerme profesional. Así que pedí licencia y no volví más. Viste cómo son los milicos, te tienen cagando, y eso no me gustaba", recuerda.
Los veteranos que lo vieron boxear en sus mejores épocas rescatan su arrojo para enfrentarse a tipos como Monzón, Andrés Selpa, Antonio Aguilar, Miguel Ángel Castellini, Avenamar Peralta, que muchas veces lo superaban en peso y estatura. El reconocido periodista Ernesto Cherquis Bialo lo define así: "Un guapo del ring con más impulsos que estrategias". Tras retirarse en 1972 consiguió trabajo en la fábrica de cabinas de tractores Rumifer y a enseñar boxeo. Hoy es un jubilado que vive con el salario mínimo y comparte su vida con Ofelia, su segunda esposa. "Con Carlos nunca fuimos amigos, pero nos respetábamos. Era un poco ordinario para el trato, pero no era mal tipo. Él fue un ídolo para mí como boxeador, era muy vivo arriba del ring", confiesa.
Paradójicamente, la popularidad de Alberto Massi fue creciendo a medida que el esplendor boxístico de Monzón se fue transformando en mito y la tragedia tocó su puerta. Primero fue el retiro, en 1977; luego el femicidio de Alicia Muñiz, en 1988, y, finalmente, su muerte, en 1995. "Es una pena que haya terminado como terminó. Si no se hubiese convertido en un asesino, su imagen como deportista sería otra. Como boxeador fue incomparable, el mejor de todos", analiza.
A punto de cumplir 80 años, ‘Pirincho’ Massi es prescindente de su pasado boxístico casi anónimo. De piñas y rings ruinosos que se cuelan por el ojo de la aguja cada vez que su figura retacona asoma por algún lugar de Río Cuarto. Disfruta de su vida de jubilación metalúrgico, de las caminatas por el barrio Alberdi, las visitas al gimnasio de boxeo de la vecinal Peirano, los domingos en la cancha del Club Cultura Alberdi y los mates con yuyitos debajo de la parra en la casa de Olegario Andrada 453, la misma en la que alguna vez Monzón y Susana Giménez fueron huéspedes de honor por una noche. '"¿En este rancho de mierda vivís?", me dijo'.
Está orgulloso de que aún hoy se lo reconozca. No hay alardes. La mayoría de las veces no dice nada, pero sonríe por dentro cuando en una de sus caminatas, sin la necesidad de mirar, siente que la gente lo señala y dice por lo bajo: “Ese es. Es el tipo que le ganó a Monzón”.
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