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Guillermo Rigondeaux: estrella del boxeo cubano, “traidor” al régimen de Castro y campeón ejemplar
La dura historia de un pugilista notable, que hace poco tuvo que superar otra dura prueba, cuando sufrió graves quemaduras en un accidente doméstico
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“Cada noche, cuando cierro los ojos, esto es lo que veo. A veces es difícil olvidar”. Esa frase -en inglés- escribió Guillermo Rigondeaux en una historia de Instagram para describir el calvario que atraviesa. El 5 de marzo último, el boxeador cubano vivió un episodio terrible en su casa de Miami, cuando una olla a presión explotó en su cocina y el agua hirviendo quemó su cara. Una nueva prueba para un hombre acostumbrado al sufrimiento, desde los años en los que infructuosamente intentó abandonar su país para forjarse un mejor destino a partir de su habilidad en el arte de los puños.
Rigondeaux, de 41 años, compartió la imagen de un rostro que aún conserva las secuelas de las graves quemaduras. En el hecho, que ocurrió mientras cocinaba uno frijoles. Algo salió mal y la olla a presión explotó. El agua hirviendo salpicó sus ojos y lastimó severamente sus córneas. Su pecho también estaba quemado. Debió ser inyectado con anestesia en ambos globos oculares y vendado. Existían grandes posibilidades de que perdiera la vista. Pero poco a poco, el pugilista cubano se va recuperando. Así lo muestra en cada posteo de sus redes sociales.
Rigondeaux, que nació en Santiago de Cuba en 1980, es una verdadera leyenda del boxeo, miembro de una generación dorada del deporte cubano que -en medio de una de las peores crisis sociales de su historia, como fue el llamado Período Especial, en la década del 90- brilló en el ámbito amateur. Durante esa experiencia, El Chacal, como lo apodan en el mundillo boxístico, cosechó medallas doradas en varios campeonatos mundiales, al tiempo que fue bicampeón olímpico, en los Juegos de Sidney 2000 y Atenas 2004.
Una historia de escapes frustrados
En 2007 se realizaron los Juegos Panamericanos en Río de Janeiro, donde la delegación cubana llegó con algunas de sus máximas estrellas del boxeo y con figuras que comenzaban a brillar. El saldo fue notable: obtuvieron 11 medallas, de las cuales 5 fueron de oro. Sin embargo, para el deporte de la isla no fueron jornadas de alegría, ya que dos de sus máximas figuras desaparecieron del grupo de atletas: Erislandy Lara y... Guillermo Rigondeaux no se presentaron para el pesaje antes de sus respectivas peleas. Rápidamente, la noticia corrió por todos lados: igual que muchos de sus compatriotas, ambos pugilistas habían encontrado el resquicio para huir en pos de escapar del régimen cubano.
Mientras los medios del mundo hablaban del tema, para los funcionarios cubanos, sendos boxeadores habían pasado de ser deportistas ejemplares a traidores. Estuvieron doce días sin poder ser localizados hasta que la policía brasileña los descubrió en una playa y los detuvo. “Que sepamos ellos no han cometido delito alguno en Brasil ni están en situación irregular en el país, además tienen visa de 90 días. No pueden ser encarcelados”, dijeron entonces portavoces de la policía carioca. Sin embargo, unos días más tardes fueron enviados a Cuba por expreso pedido del gobierno de la isla. Por entonces, Fidel Castro había denunciado que había una mafia que operaba en Alemania que se dedicaba a captar talentos cubanos con la promesa de contratos profesionales.
Ya de vuelta en La Habana fueron sometidos a un interrogatorio, luego publicado a modo de entrevista en el diario oficial Granma, en el que relativizaban la situación ante la reconocida periodista Julia Osendi. Allí contaron una historia de que en realidad habían sido interceptados por empresarios alemanes que los tentaban con llevarlos a combatir profesionalmente. “Ahora me arrepiento; [tengo] dolor, porque yo era una medalla de oro segura para el país, y el equipo estaba esperando por mí, ya que el equipo bajó un poquito con la ausencia de Erislandy Lara y la mía, que somos la nave proa, los que mantenemos siempre a los muchachos en guardia, y, entonces, me arrepiento ahora por eso, por no alcanzar mi título de campeón panamericano”, dijo Rigondeaux en aquella entrevista. El tiempo demostraría que era una puesta en escena. Rigondeaux y Lara no volverían a boxear para Cuba.
En sus reflexiones para Granma, el órgano de comunicación oficial de su régimen, Fidel Castro escribió entonces: “El atleta que abandona su delegación es como el soldado que abandona a sus compañeros en medio del combate. Cuba dispone de muchos buenos deportistas pero no se los ha robado a nadie. El pueblo disfruta además de sus maravillosas actuaciones. Es ya parte de su cultura, su bienestar y su riqueza espiritual. La Revolución ha cumplido su palabra. Prometió darles un trato humano a los dos atletas, reunirlos de inmediato con sus familiares, brindarles acceso a la prensa si lo deseaban, y asignarles un trabajo decoroso de acuerdo con sus conocimientos. Hemos atendido igualmente con esmero su estado de salud, como hacemos con todos los ciudadanos. Era indispensable, por elemental justicia, escucharlos, conocer el grado de arrepentimiento que alegaban al verse envueltos en tan doloroso episodio. Hemos puesto a disposición de nuestro pueblo los elementos de juicio que pudimos reunir. Ya ellos desean marcharse con sus familiares. Llegaron a un punto sin retorno como parte de una delegación cubana en ese deporte”.
El periodista Brin-Jonathan Butler -realizador del documental Split Decision (Decisión Dividida), sobre los pugilistas cubanos que abandonaron la isla- recuerda que la primera vez que visitó en la isla a Rigondeaux, este mostró una sonrisa dorada. Consultado sobre el origen de sus dientes brillantes, el boxeador contestó: “Hice derretir mis medallas olímpicas para que las pongan en mi boca”.
Fue un irlandés quien logró hacer huir a Rigondeaux de Cuba. Un manager de boxeo llamado Gary Hyde, que había quedado deslumbrado con el cubano durante su actuación en el Mundial amateur de Belfast, en 2001. Hyde fue a Cuba en 2007, meses después del frustrado escape en Río de Janeiro, y firmó un contrato secreto con Rigo -como lo llamaban en la isla-. Finalmente, en 2009, el empresario irlandés encontró los contactos para lograr la salida del pugilista. Fue a través de un grupo que operaba en Cancún. Primero sacó a Ismaikel “Mike” Pérez, un peso crucero que había sido campeón mundial amateur. Luego, fue el turno de Rigondeaux. El precio: 16.000 dólares. Semanas más tarde, estaba en Miami. Allí arrancaría la soñada aventura como boxeador profesional, aunque con un altísimo precio a pagar: no volvería a ver a su madre y debió dejar atrás a su esposa y su hijo.
Debutó como peleador rentado el 22 de mayo de 2009, en Miami, con un triunfo ante Juan Noriega. Con tan buen currículum como amateur y ya con 28 años, era lógico que la oportunidad por un título mundial le llegara pronto. Fue en su noveno combate, frente a Rico Ramos, a quien noqueó en el sexto asalto, para consagrarse como monarca de los supergallos de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). Reinó durante cinco años, unificó con el filipino Nonito Donaire y fue uno de los mejores libra por libra del mundo. Hasta que en 2017 conoció la derrota en su intento por obtener el cetro pluma que ostentaba el ucraniano Vasyl Lomachenko (lo noqueó en seis rounds). Ya en la etapa descendente de su carrera, su último combate fue en febrero último, cuando cayó en Dubái ante Vincent Astrolabio.
Exactamente 12 años esperando este momento🙏🏻🙏🏻🙏🏻 lo luche y lo logre mis dos hijos juntos 👨👦👦
Posted by Guillermo EL CHACAL Rigondeaux on Thursday, April 14, 2022
La dura historia de vida de Rigondeaux tuvo en abril un nuevo episodio, cuando después de doce años pudo reunirse con su hijo mayor en Estados Unidos. “Exactamente 12 años esperando este momento, lo luché y lo logré, mis dos hijos juntos”, escribió en su perfil de Facebook. El pugilista, que vive con su nueva esposa e hijo, logró finalmente llevar a EE.UU. a su primogénito, Guillermo Rigondeaux Colina, fruto de una relación anterior y quien permanecía en Cuba.
Ahora el destino le puso enfrente otro desafío: la reconstrucción de su rostro luego de un accidente doméstico con una olla a presión. Gravísimas quemaduras en sus ojos que pusieron en peligro su vista. Rigondeaux dedicó su vida a dar batalla, no solo en los rings en los que fue uno de los mejores de todos los tiempos.
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