Guido Schramm, el boxeador argentino del momento: construye su carrera en los Estados Unidos y pocos lo conocen en nuestro país

El apellido Schramm tiene un sonido y una música muy especial para los relatores de boxeo. Sobre todo, cuando avanza y calienta sus combates: ”¡Carga Schramm y pasa al ataque!”, se escucha en la pantalla… ”¡Manda Schramm en el palo por palo!”, retumba en el televisor e invita a fantasear con el tableteo de una metralleta que vacía su cargador.

¿Quién es Guido Emmanuel Schramm? Es un valioso boxeador argentino de estos días. Nunca fue un protegido y jamás estuvo de moda; pero siempre aprovechó sus oportunidades. Debió dejar en el camino a varios invictos en significativos escenarios norteamericanos, y obligó a los críticos locales a preguntarse: ¿quién es este tipo? Un bonaerense nacido en Morón hace 27 años. Con un peso de 69 kilos y récord de 16 victorias (9 KO), un revés y dos empates.

Su empate con el invicto Paul Kroll, en las afueras de Filadelfia, el pasado fin de semana, determinó un suceso en las peleas televisadas, en horario central, por de la cadena Showtime. Este empate es el último gran logro de una serie de actuaciones colmadas de elogios: dos victorias por KO en México en 2020 y su debut en el Gran Teatro del Madison Square Garden de Nueva York, en el que le arrebató el invicto al georgiano Nikoloz Sekhniashvili, en 2021. Potenció este estado de situación con una gran victoria por puntos, en California, sobre otro imbatido, Jahyae Brown, que sirvió para borrar los acertijos que había en Buenos Aires debido a su única derrota, ante Cristian Ayala, en el Casino Buenos Aires.

Sin entrar en planos comparativos con sus compatriotas más promocionados del momento, como Mirco Cuello, de Santa Fé, José Rosa, de La Rioja, o Brian Arregui, de Entre Ríos, Schramm ha tenido oposiciones claramente superiores a todos ellos. Y excepto ante Ayala, superó todos los escollos. Y este factor hoy lo destaca y lo eleva a un sitial meritorio y de consideración.

Del barrio Mariló a Canova Park

Creció en el barrio Mariló de Moreno. Querencia brava, si las hay. Nunca le faltó nada, pero para crecer tranquilo allí pulió una cualidad natural: la puntería de los puños en la ley de la defensa propia. Alternó al mismo tiempo: el colegio secundario, el trabajo de tapicero y el gimnasio de boxeo junto a Fernando Torri Muñoz, que lo convirtió en boxeador profesional. Tiempos de sueños e ilusiones.

Hoy vive en Canova Park, a veinte minutos del centro de Los Ángeles, con su documentación al día y radicación temporaria en California. Se entrena con el norteamericano Leonardo Lara, que busca también crecer en el boxeo grande. La renovación de contrato con el manager uruguayo Sampson Lewkowicz le asegura afianzarse en la empresa PBC (Premier Boxing Champions) y seguir escalando posiciones. Sabe que para él nunca habrá veladas con rivales cenicientas ni veteranos que caen en la escalera. Y eso lo hizo fuerte y respetable.

De a poco rompe la ley indiferente de la industria pugilística norteamericana que comienza a analizarlo. Al igual que todos nosotros. Jamás pidió una oportunidad, pero no desaprovechó – absolutamente – nada cuando se la brindaron. Esta en observación, agazapado y en lista de espera. Demuestra ser un valor interesante y forcejea por buscar un lugar en el fondo del ranking mundial sin “boquear” a ningún campeón. Está cerca de estos objetivos y lo sabe. Debe aguardar – aún- sin dar pasos en falso. Sin ansiedad y con mucha paciencia.

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