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La dramática historia de Artur Beterbiev: creció entre refugiados y conflictos étnicos, es uno de los boxeadores más explosivos y el sábado peleará en el Madison
Es oriundo de Daguestán, uno de los lugares más violentos de Rusia; hoy es campeón mundial de los semipesados y defenderá el título en el emblemático escenario de Manhattan
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Sin la trascendencia mediática de sitios vecinos como Azerbaiyán o Chechenia, donde la crueldad cobró publicidad hace unos años por el sanguinario conflicto con Rusia a partir de su intención separatista, Daguestán es una de esas repúblicas que después de la implosión de la Unión Soviética ha vivido inmersa en una terrible violencia. Pero además de las inclinaciones separatistas, Daguestán, una zona montañosa que se asoma al Mar Caspio, ha sido territorio propicio para las tensiones étnicas y también para asentamientos de organizaciones radicales. Allí se entrecruza un verdadero conglomerado de lenguas y creencias que, en mayor o menor medida, suelen colisionar.
Artur Asilbekovich Beterbiev se crió en ese contexto de conflictos políticos y religiosos constantes. Hijo de una enfermera, nació el 21 de enero de 1985 en Khasavyurt, donde la tensión religiosa estaba a la orden del día, en una población compuesta por ávaros, chechenos, cumucos, darguines, laks y lezguinos. No es extraño que Beterbiev se haya dedicado a pelear. Porque muchos años antes de ser campeón mundial de boxeo -ganó todas sus peleas por knock out, logro que no posee ninguno de los actuales monarcas-, lo único que tenía para hacer en el paisaje montañoso en el que vivía era pelear. Peleaba con otros niños cuando salía de la escuela y peleaba en el gimnasio al que sus hermanos lo llevaron para que dejara de agarrarse a trompadas en la calle.
“No recuerdo todo, porque era un niño pequeño, pero los recuerdos no son buenos”, le dijo hace unos años al sitio Boxing News. Acaso se refería a cuando a los 10 años atendía una estación de servicio o a la superpoblación en su humilde casa, donde a veces convivían unas 30 personas. Refugiados, en gran parte. Gente que huía de los sanguinarios conflictos en la vecina Chechenia. Fueron muchos años en guerra. Muchos años de pelear. Los años de la infancia, los de los recuerdos que no son buenos. “Yo era un niño problemático. Siempre peleaba en la escuela, en las calles. Si hubiera un torneo callejero, pelearía afuera. Yo era un chico enojado, fue una infancia muy dura. Todos hacíamos eso, era un lugar en el que no teníamos otra cosa que hacer. Después mis hermanos me llevaron al gimnasio. Fui criado por mis hermanos, para mí son como mis padres. Hacía boxeo y lucha libre. Y también me echaban de ahí, por pelear cuando no había que hacerlo”, rememora Beterbiev.
Este sábado defenderá el título mundial de los semipesados nada menos que en el Madison Square Garden, en Nueva York, ante el estadounidense Joe Smith Jr (en nuestro país podrá verse por ESPN, combate estelar de una reunión -titulada Sangre, Sudor y Lágrimas- que arrancará a las 19.30). Una pelea que, además de generar atracción per se, tiene un condimento especial: de allí podría salir el futuro rival del mexicano Saúl Canelo Álvarez. A Bertebiev le dicen La Bestia, pero él rechaza el apodo con una sonrisa. “No soy una bestia. Soy un buen tipo. Tal vez a la gente le guste eso o piense eso, pero yo soy un boxeador muy simple”, dice.
Esta realidad que cuenta Beterbiev es la clave para entender por qué Daguestán sea una factoría de peleadores: se estima que hay más boxeadores y luchadores de artes marciales y MMA por metro cuadrado más que en ningún otro sitio en el planeta. No es para menos, el caldo de cultivo que genera ser uno de los enclaves más pobres de Rusia, el descontento social, el historial de conflictos bélicos y religiosos... Todo hace que la salida para descargar la rabia sea pelear.
Sus hermanos mayores lo sacaron de ese entorno y lo enviaron a Moscú a estudiar Educación física y allí también continuó con el boxeo. Su padre murió cuando él era adolescente y parecía que todo su mundo se derrumbaba, pero su madre lo apoyó para que formara parte del equipo olímpico ruso, que lo había convocado. “Cada vez que pienso en lo que habría sido de mí si me hubiera negado a ir a Moscú... Le agradezco locamente a mi madre”, reconoce Beterbiev. Desarrolló una interesante carrera amateur que se extendió por campeonatos europeos y mundiales y que alargó para tratar de obtener una medalla olímpica para Rusia. Pero no pudo lograrlo ni en Pekín 2008 ni en Londres 2012. Beterbiev vive hoy una realidad distinta. Ya tiene 37 años, una edad que en la teoría debería encontrarlo en la etapa final de su carrera profesional como boxeador. Sin embargo, luce en plenitud. A los 28 se instaló en Montreal, Canadá, y pudo comenzar su camino como profesional.
Allí llegó gracias a una mujer llamada Anna Reva, oriunda de Kazajstán, a quien conoció en tierras rusas. Ella emigró a Quebec a principios del siglo XX y se dedicó a trabajar en inversiones inmobiliarias. De casualidad, se topó con alguien vinculado con el universo del boxeo y vio la veta: representar a boxeadores rusos en Canadá. Así contactó a Beterbiev e hizo que se instalara en Montreal. Sin embargo, la relación entre ambos terminó mal cuando en 2015, el daguestano se fue con el empresario Al Haymon. Hoy, Beterbiev es uno de los mejores libra por libra del mundo con el condimento de ser el único campeón con igual cantidad de victorias que de knock outs: 17.
El recuerdo a su familia en Daguestán y de los años de guerra y de vivir rodeado de refugiados siempre están en su memoria. En su cuenta de Instagram, con más de 450.000 seguidores, Beterbiev suele postear fotos alusivas, como la celebración del cumpleaños de la primera dama de Chechenia, Medni Musaevna Kadyrova. O el recuerdo de un líder de esa república rusa, Ajmat Kadírov, asesinado en 2004 por una bomba. También suele mostrar imágenes de su madre y alguno de sus cuatro hijos, aunque su matrimonio lo conserva en un bajo perfil. Y es un gran devoto de la fe musulmana.
En un posteo del 23 de febrero, publicó: Queridos amigos, hoy los chechenos y el hermano pueblo ingush conmemoran una fecha amarga: el aniversario de la represión. En una gélida mañana de febrero de 1944, miles de personas fueron arrancadas de sus hogares para ser exiliadas a Asia Central. En esta monstruosa injusticia, los vainakhs demostraron un valor sin precedentes, mostrando firmeza y fe en Alá Todopoderoso. Hablando de represión, recordamos a los cientos de víctimas de los Khaybakh que fueron quemados vivos en el pueblo. Este acto inhumano de crueldad todavía se recuerda en nuestras montañas. Incluso después de cientos de años sentiremos el dolor, ya que es una de las páginas más tristes de nuestra historia. Pedimos al Todopoderoso que se apiade de todos estos inocentes afectados por la injusticia. Amigos, ¡nos deseo a todos un cielo tranquilo sobre nuestras cabezas hoy y siempre!
Beterbiev ganó el título de los semipesados de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) el 11 de noviembre de 2017, en Fresno, Estados Unidos, al vencer al alemán Enrico Koelling por KO en el round 12. A partir de allí realizó cinco defensas exitosas (tres en suelo estadounidense, una en Moscú y una en su nuevo hogar, Montreal), entre ellas, una brutal contienda con el ucraniano Oleksandr Gvozdyk, que terminó en el hospital y nunca volvió a subir a un ring. El último combate fue el 17 de diciembre último, cuando noqueó a los 43 segundos del noveno asalto a Marcus Browne, en un duelo en el que el daguestano terminó bañado en sangre producto de un corte por choque de cabezas.
El sábado va por otro desafío en el corazón de Manhattan. Siempre con sus ideales a cuestas. Sin olvidar lo que padeció en su infancia. Muy lejos de esa tierra montañosa y salvaje donde fue testigo de las grandes miserias del hombre. Pelear, solo se trata de pelear.
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