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César Cuenca: "Tenía miedo de ser un campeón sin corona"
Tras ganar el título superligero de la FIB, recuerda las postergaciones que sufrió y el futuro que le espera
Se podrá decir que es un buen muchacho, aplicado, responsable. Se podrá decir, también, que es un muy buen boxeador. O ahora, un buen campeón mundial. Se podrá decir que es el más digno heredero de un estilo, ese que hace del boxeo el arte de pegar y no dejarse pegar. Y más aún, se podrá decir que este muchacho es un milagro dentro de la naturaleza de este deporte. Un ejemplar único e incomparable. Como lo dice su apodo, El Distinto. Eso sí: jamás se podrá expresar que su camino a la consagración fue fácil. Hoy, César René Cuenca parece haber cosechado lo que sembró entre indiferencias a su alrededor. Es un invicto que ganó tres eliminatorias por el título mundial desde 2009, pero sólo en ahora le dieron una chance. Hace unos días, en el Casino Venetian Resort de Macao, derrotó al local Ik Yang y obtuvo la corona del peso superligero de la FIB. De a poco, siente que el destino comienza a indemnizarlo y lo cuenta sentado cómodamente en el living de su casa.
- ¿Cómo te sentís siendo campeón mundial tras tanto sacrificio?
- Me saqué un peso enorme de mi espalda. Tenía miedo de ser un campeón sin corona. Por suerte el sacrificio me dio el premio. Muchas noches pensé que ése día nunca llegaría. Cuando el anunciador nombró Santa Brígida, mi barrio, el cuerpo se me prendió fuego y se vinieron a la mente Gabriela, mi mujer, mi viejo y mi hija Rocío (tiene 13 años).
- ¿Después de tanto ninguneo pensante en abandonar?
- Sí, mil veces. Cada pelea que se caía o rumor que no se concretaba me deprimía. La situación económica se había vuelto insostenible. Por suerte me tocó una esposa de oro, capaz de laburar 14 horas seguidas para que yo siga en esto. A los que no confiaron en mí, hoy se los tragó la tierra. Algunos asumieron su error y se animaron a felicitarme. Otros prefieren ignorarme.
- ¿A quién te referís?
- Al presidente de la Organización Mundial de Boxeo, Francisco Valcarcel. Ese hombre se portó muy mal. Y la Federación Argentina también se portó muy mal. Nunca me apoyaron. Acá está el resultado: soy campeón del mundo pese a todo.
Su historia es sacrificio y perseverancia. Nació en Tres Isletas, Chaco, hace 34 años, a la sombra del monte. A los 14 años, tratando de eludir la miseria, se radicó en Buenos Aires, en el barrio Santa Brígida, ahí en el límite entre San Miguel y Moreno. Allí, a los 18 años, empezó a tallar su cara con el destino del boxeador.
- ¿Qué fue lo más raro que hiciste para que te den una chance?
- La desesperación era tan grande que cuando se rumoreó que podía pelear con Juan Manuel Márquez, lo llamé por teléfono una semana seguida. Fue en vano: cuando me atendió, me dijo que no.
- ¿Cómo seguiste así?
- Cada día le pedía a Dios. Mi señora, que es evangelista, me decía que no baje los brazos, que Dios me lo iba a compensar. El día que me avisaron que Peterson dejaba el título vacante, que iba a pelear con Yang, no lo creí, lo tomé como una joda.
- En los retos importantes siempre fuiste de punto. ¿Pensaste por qué?
- Por la poca fe que me tenían. Continuamente me quisieron correr del negocio porque no tengo pegada. Es el pecado que me tocó: sé boxear, pero no pego tan fuerte. Hasta a mi actual manager (N. de la R.: Osvaldo Rivero) una vez le cagué un negocio, cuando le gané al Pumita Olmedo, en 2012. La OMB tenía arreglado que el ganador peleaba por el título, pero era si ganaba Olmedo. A mí me postergaron.
- ¿Te hubiese gustado pelear con Lamont Petterson?
- Es más boxeador que Yang, pero pelear con Petterson me seducía más. Deportiva y económicamente, me convenía.
- ¿Qué es lo peor de que se haya demorado tanto la chance?
- Lo económico. En deportivo me siento pleno. En la pelea que más gané fue con Olmedo, cuando negocié mi propia bolsa. Me querían dar 30.000 pesos. Dije que no peleaba. Terminaron dándome 90.000. Gracias a eso pude comprar mi casa.
- ¿Qué rival te gustaría enfrentar?
- Danny García. Le puedo ganar. Ahora en Estados Unidos se dieron cuenta de que tengo el mismo récord que Mayweather (N. de la R.: lleva 48 victorias -2 sin decisión- y sin derrotas). Esta chance me abrió las puertas para cosas grandes. Ahora me voy a tomar unos días para viajar a Tres Isletas. Quiero agradecerle a mi pueblo y llevar unas donaciones. Después sería lindo defender mi corona en la Argentina, con mi gente. En este nivel me quedan dos años como mucho, pero estoy dispuesto a pelear con el que sea.
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