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Los 50 años del KO de Carlos Monzón a Nino Benvenuti: el aniversario de una acuarela de colección
Es muy difícil predecir cuándo un suceso popular se puede convertir en una piedra preciosa de la historia. Es como desafiar al tiempo y a la magia que fluye a cada instante de la vida. Nadie hubiese imaginado que aquel knock-out de hace 50 años en el Palacio de los Deportes de Roma, el 7 de noviembre de 1970, se convertiría en una escena inmortal. En un acto heroico protagonizado por un tirador de golpes de origen indio, criado como se pudo, con poca alimentación en el barrio La Flecha de San Javier y siempre entusiasta de empujar la vieja carretilla de latón pesado cargada de los ladrillos que le permitieron levantar, con sus propias manos, la precaria vivienda de material que habitó con "Pelusa", su primera gran mujer, de sólo 15 años y unos meses.
Aquel muchacho, con algo de surubí en la panza y poco bife de chorizo en el estómago, se llamaba Carlos Monzón. A los 28 años, asumiría una conversión personal increíble. Casi de película. De grandes triunfos y billetes de todos los colores. De pibas y mujeres de alto rango. De plata y de fama. De príncipes y princesas, de oro y de barro, que lo llevarían a todos lados: desde los castillos más lujuriosos de la costa azul europea hasta lo más profundo de la hoguera. De la gran vida a "la gran muerte".
Gestor de un KO único en la memoria activa del deporte argentino, comparable con las acuarelas sublimes de nuestro box: el vuelo fuera del ring de Jack Dempsey ante los cañonazos de Luis Ángel Firpo, las maniobras artísticas de Nicolino Locche frente a Paul Fujii o las escenas de sangre y arena que dibujó Oscar "Ringo" Bonavena con Muhammad Alí, bajo las luces del Madison Square Garden.
La historia de la pelea y una bolsa de US$ 15.000
El santafecino Julio Cantero –hijo de Julio Juan Cantero, crítico de pugilismo especializado en Monzón–, en una de las recopilaciones más idóneas y creíbles sobre la vida del boxeador, publicó en el diario Uno: "El 1° de julio de 1970 acordaron la pelea en Buenos Aires los representantes de Nino, su promotor Rodolfo Sabbatini y su manager Bruno Amaduzzi, con Tito Lectoure, por una paga de 15.000 dólares. Monzón era campeón argentino y sudamericano mediano, consagrado ante el notable Jorge Fernández en 1966 y 1967, y primero en el ranking de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). Amílcar Brusa, su entrenador, fue consultado desde el Luna Park el día posterior y por supuesto dio el OK".
Al momento de pelear por el título mundial, su récord era de 67 victorias (44 KO), 3 derrotas, 9 empates y 1 sin decisión.
La posición privilegiada de Monzón y su condición de desafiante obligado a la corona fue certificada en LA NACION, en el anuncio de su pelea del 18 de julio de 1970 ante el norteamericano Eddie Pace, a quien derrotó por puntos. La nota del periodista Emilio Ferés decía: "Monzón es el challenger oficial al título mundial mediano. Reglamentariamente, un revés previo puede hacer peligrar su oportunidad prevista para el 7 de noviembre próximo y liberarla a favor de su vencedor. Pace, segundo en el ranking de los medianos juniors, concita su último gran examen".
Increíblemente, la revista The Ring, dirigida por Nat Fleischer, lo ignoró entre los diez primeros clasificados de su ranking de octubre de 1970, lo que constituye un horror histórico en la publicación más prestigiosa de este deporte.
Ser campeón mundial, una tarea de equipo
¿Cómo se armó su carrera hacia el título? Con un hombre cumbre en su rincón y en su vida: Amilcar Brusa, con quien transcurrió su carrera desde su quinta pelea amateur en 1960 –se había iniciado con el maestro Ricardo Ceferino Minella– hasta el último match en 1977.
El sencillo gimnasio ubicado bajo la tribuna del Club Unión de Santa Fe fue base de su formación pugilística. En aquel equipo se destacaban Roberto Chetta, Marcial Franco y José Lemos, entre otros.
Para la elaboración de su carrera internacional, Tito Lectoure contó con dos colaboradores esenciales: los estadounidenses Dewey Fragetta y Don Majeski, que desde sus oficinas en el hotel Pennsylvania, de Nueva York, trazaron paulatinamente el ascenso de Monzón en el ranking con una oposición seria y creíble que amerita un lugar preponderante en esta recopilación.
Monzón batió en el Luna Park a adversarios que habían combatido con Benvenuti, Emile Griffith y los mejores de su peso, tales como Bennie Briscoe, Tito Marshall, Douglas Huntley, Johnny Brooks, Harold Richardson, Tom Bethea –que meses después noquearía a Benvenuti– y Eddie Pace, entre otros. Esos boxeadores se eligieron del mismo modo como se hizo en las carreras del chaqueño Ramón La Cruz y Oscar Bonavena, que surgían en modo paralelo al santafecino.
La madurez alcanzada por Monzón no fue tomada en cuenta por parte de los analistas. Y eso le jugó a favor.
¿Quién era Nino Benvenuti?
Nino era un héroe italiano de 32 años. Ganador de la medalla olímpica en Roma junto a un joven Cassius Clay. Bicampeón mundial (mediano junior y mediano). Fue el atleta elegido para cerrar el antiguo Garden de Nueva York, en 1967 e inaugurar el majestuoso Madison actual frente a Emile Griffith, en 1968. Dueño a esa altura de una popularidad y reputación superior a la de cualquier integrante de la selección italiana de fútbol subcampeona en México 70. Participaba en programas musicales junto a Mina, en el cine protagonizaba duplas junto a Giuliano Gemma en los spaghetti western, y había consolidado una miniserie de TV como "el nuevo agente secreto italiano".
Tenía 82 victorias, 4 derrotas y un empate. Había perdido por KO con Tom Bethea en el correr de 1970 y esto alimentaba las esperanzas de Monzón, que había doblegado a ese norteamericano sin problemas, en 1969.
Cuando uno es el campeón se siente el mejor, y deja de serlo cuando aparece uno mejor. Y Carlitos lo fue. Y en el momento que uno entiende el fuste de quien lo venció, lo asume sin problemas
Hoy, a los 82 años, desde su residencia de Roma, Nino recuerda aquellos tiempos en su charla con LA NACION: "Nunca uno se imaginaba en aquel entonces cómo sería su próximo rival. ¿Sabe por qué? Porque cuando uno es el campeón se siente el mejor, y deja de serlo cuando aparece uno mejor. Y Carlitos lo fue. Eso es todo. Y en el momento en que uno entiende el fuste de quien lo venció lo asume sin problemas. Me agrada y me da gusto que medio siglo después se recuerde nuestro encuentro".
La caída de Nino ante Monzón fue considerado un episodio dramático a nivel popular y deportivo en Italia.
La historia de las manos infiltradas
Al equipo de Monzón se agregaron sus sparring José Menno –uno de los hombres más queridos del boxeo de todos los tiempos– y Juan Aranda. También el profesor Patricio Russo, en la preparación física y como colaborador en el rincón con Brusa y Lectoure. Sobre la hora llegó Oscar "Ringo" Bonavena desde los Estados Unidos, para reforzar la tibia hinchada argentina. Sin embargo, había una preocupación: ¿quién infiltraría las manos de Monzón?
Lectoure se había comunicado con el argentino Juan Carlos "Toto" Lorenzo, por entonces director técnico de Lazio, en el calcio, para asegurarse de un médico local que infiltrase las manos de Monzón el día del combate. Todo había sido acordado. Aparentemente sin problemas. Pero ese mismo día, después del pesaje, el médico romano se negó inesperadamente a inyectar xilocaína en los nudillos de Monzón, originando un caos total a horas del match. Adversidad que fue resuelta minutos después, cuando otros "contactos" remediaron esa situación.
Emilio Ferés, enviado especial de LA NACION y comentarista en la transmisión de Teleonce, narrada por Ulises Barrera, cerró su comentario previo escribiendo: Todas las lógicas dicen del éxito de Benvenuti. Queda sólo un camino para la esperanza: una buena suerte de derechas de Monzón, siempre y cuando sus huesos respondan a la intención".
"¡Segundos afuera.... 12° round!"
Autor de una maniobra exquisita. Con paso firme, Monzón llevó a Benvenuti de esquina a esquina, combinando rítmicamente un medido jab de izquierda con un letal cruzado de derecha que derrumbó al campeón por toda la lenta cuenta del árbitro alemán Rudolf Durst. Fue una representación perfecta de la simpleza técnica en su máxima expresión. "¡Monzón campeón del mundo…Nocaut en el 12° round!"
Era el final de un match que espantaba en lo previo. El bailoteo del italiano no encontraba ángulos para su cross izquierdo y al entrar al cuerpo a cuerpo, al clinch sucio, no podía asustar a un Monzón seguro, crudo y desafiante. El último esfuerzo de Benvenuti se esfumó en el quinto asalto cuando con lanzamientos a la zona baja frenó a un pasivo Monzón.
La reacción del santafecino fue escalonada y prolija. Eran tiempos de 15 asaltos de combate y en el 10° y 11° pudo vislumbrarse lo que iba a pasar. Nino no pudo sostener a Monzón con un boxeo trabado y sucio. Monzón hizo todo eso mejor que él. Nació por entonces una frase básica en su recorrido boxístico: "Veía en la cara de Benvenuti al hombre que quería sacarle el pan a mis hijos. Por eso había que terminar con todo". Y terminó.
En esos tiempos, Muhammad Alí había regresado al cuadrilátero venciendo a Jerry Quarry y aguardaba enfrentar al porteño Oscar Ringo Bonavena en 30 días, los mexicanos Rubén Olivares y José "Mantequilla" Nápoles llevaban a lo más alto las banderas del boxeo latino, y eran los días en los que Joe Frazier se mostraba como el peso pesado más desafiante del planeta. Aquí, comenzaba el reinado de Carlos Monzón.
El deporte argentino se apoyaba en el último tiempo del San Lorenzo imparable del Lobo Fischer, de las palabras de Alberto J. Armando anunciando la inauguración de una nueva "Bombonera" , el Estudiantes de Zubeldía seguía ganando la Copa Libertadores de América, el fútbol nacional mantenía su pesar por la eliminación en la clasificación para el Mundial de México y Ángel Marcos continuaba seduciendo con sus gambetas en la Primera de Chacarita.
¡Dedicado a Santa Fe y al pueblo argentino!
"Se lo dedico a Santa Fe y al pueblo argentino". Las relaciones públicas nunca fueron su fuerte. Sólo había tres prioridades en sus dedicatorias. Y ésta no fue la excepción. Monzón ignoró por naturaleza a los gobiernos y los gobernantes.
Priorizó el saludo a Santa Fé. Luego, el país y posteriormente, la familia: Beatriz, su mujer (entiéndase Pelusa), los primogénitos Silvia y Abel, y sus otros hijos: Carlos, Raúl y Maximiliano (Monzón lo llamaba "Masi"). Ni Roberto Marcelo Levingston, presidente de la República, ni Guillermo Sánchez Almeira, interventor federal de Santa Fe, estuvieron a tiro de sus palabras triunfales.
Nunca fue detrás del poder. Al contrario, el poder y el adulón, siempre fueron tras Monzón.
¡Aquí los medios... Aquí la radio!
La radio era la gran reina del ring en esa época. Hernán Santos Nicolini, fue el narrador del golpe de gracia por Radio Rivadavia, junto a Osvaldo Caffarelli y Horacio García Blanco, quien se desvaneció tras el logro; un joven Ricardo Porta, junto a Pedro Oscar Roteta, con los micrófonos de LT9 de Santa Fe, le pusieron también música al combate para la zona del Paraná.
Monzón-Benvenuti se convirtió en un clásico supremo del historial del peso mediano. Comparable a las peleas más populares de Harry Greb o Stanley Ketchel. Cercano a Ray Robinson vs. Jake LaMotta, Rocky Graziano vs. Tony Zale, Marvin Hagler vs. Ray "Sugar" Leonard o Saúl "Canelo" Álvarez ante Gennady Golovkin. En ese listado inmortal ingresa este duelo.
Después vinieron un montón de cosas. Las mejores y las peores. Transitarán por su existencia un centenar de nombres propios. Brillantes y detestables. Pero esta descripción termina aquí: en una noche única que silenció a toda Europa cubriéndola de tristeza. Monzón había terminado con un artista del ring como Nino Benvenuti. Ni él sabía que se convertiría en una criatura fantástica de consumo universal. Un producto diferente que seduciría a los más rigurosos con una fórmula personal y registrada: su simplicidad y seguridad expuestas a la hora de ganar. Y en esto se sintetiza el gran fenómeno de Carlos Monzón, eyectado hace medio siglo en una noche inigualable, muy cerca del Coliseo, en la tierra de Julio César.
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