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Agustín Gauto vivió un infierno, pero nunca dejó de soñar con ser campeón mundial
Su dramática infancia no frenó su deseo de hacerse camino en el boxeo. A pesar de que le faltó continuidad en los últimos años, tiene un gran récord (17 victorias, con 12 KO) y muchos lo comparan con el “Huracán” Narváez
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En los umbrales de una tarde silenciosa, en un rincón del humilde gimnasio de la Sociedad de fomento Villa Argerich, en el corazón de Lanús Oeste, Agustín Mauro Gauto no para de asestar cortos y potentes golpes a la bolsa. Como si descargara cada azote contra el más temible de sus adversarios, con sed de revancha y hambre de gloria. Izquierda, izquierda, derecha. Hace una finta, retrocede y vuelve a golpear. Uno, dos, uno, dos. Pega firme. Parece disfrutar esos momentos de entrenamiento solitario inmerso en ese objetivo impostergable: ser campeón mundial. “Ojalá que este año tenga la chance”, lanza, ilusionado, antes de comenzar a desandar con LA NACION su historia.
El Avión, como lo apodan en el ambiente, es una de cartas bravas que desde hace tiempo el boxeo argentino se reserva para exponer al mundo. De técnica refinada, admirable velocidad y potente pegada, a los 24 años ostenta un récord inmaculado de 17 triunfos (12 KO) que lo posicionan como uno de los mejores clasificados en los rankings de la categoría minimosca. Sin embargo, desde hace dos años su proyección se limitó a sumar dudas y contratiempos debajo del ring: poca actividad, lesiones, problemas familiares y conflictos contractuales con su viejo promotor. Por eso ahora, con la premisa de barajar y dar de nuevo, está enfocado en lograr el despegue internacional que su talento merece.
–¿Qué planes tenés para este año?
–La idea es volver al ruedo en marzo, contra el filipino Miel Fajardo, en Dubai, y comenzar a sumar peleas exigentes en el exterior para aspirar a un combate por el título. En los dos últimos años estuve mucho tiempo inactivo y la última pelea no fue de gran exigencia.
–¿Por qué tuviste tan poca actividad?
–Pasaron muchas cosas, que me obligaron a repensar un poco mi carrera y mis prioridades. La pandemia, una lesión en mi mano derecha, fui papá de Benjamín, tuve que empezar a trabajar para poder vivir y, en el medio de todo, decidí cambiar de promotor.
–¿Por qué te alejaste de Osvaldo Rivero y comenzaste a trabajar con Chino Maidana Promotions?
–Sentía que no me daban bola y que no estaba teniendo continuidad. Peleaba poco y yo necesito pelear para poder vivir. Me ofrecieron algo mejor y decidí cambiar de aires por el bienestar económico mío y de mi familia.
–En este tiempo, hiciste una sola pelea, perdiste tu condición de retador obligatorio y cambiaron las posiciones en los rankings de los distintos organismos. ¿No tenés miedo de que esta situación sea una traba en tu carrera?
–Es lógico que al no pelear suba un poco en los rankings, pero si Dios quiere este año vamos a tener continuidad y la chance por el título va a llegar…
Rostro limpio, mirada chispeante, físico aparentemente frágil. Silencioso, respetuoso, amable. Tremendamente humilde y talentoso, levemente soñador. Hijo de Hernán, un albañil que truncó su prometedora carrera de boxeador al convertirse en padre, y Florencia, ama de casa, Agustín es consciente de que el éxito está sujeto a su responsabilidad, a su dedicación. Por eso, a pesar de lo extenuante que son sus jornadas laborales nocturnas en una empresa de recolección de basura, nunca negocia un día de entrenamiento. Tiene dos motivos excluyentes: Melanie, su esposa, y Benjamín, su pequeño hijo de un año. “Esto es mi futuro y el de mí familia. Un día que no voy al gimnasio pierdo yo…”, comenta Gauto, quien desde siempre es entrenado por su papá y Enrique Rulet.
–¿Cuánto te cambió ser padre?
–Mucho, porque tuve que dejar de dedicarme cien por ciento al boxeo y salir a trabajar. Hoy estoy enfocado en que no le falte nada a mi hijo y en entrenar para lograr el sueño que tengo como boxeador: ser campeón mundial.
–¿Por qué los boxeadores con condiciones y futuro, que no son campeones mundiales, no pueden vivir del boxeo?
–Esto no es nuevo, siempre fue así. Nosotros somos la materia prima del boxeo, pero los promotores son los que saben del negocio y los que le ponen precio a nuestro esfuerzo.
–¿Nunca pensaste en radicarte en el exterior?
–Nunca me lo ofrecieron, pero me gustaría poder vivir y entrenar en los Estados Unidos o México para crecer boxísticamente y estar más cerca de las grandes peleas. Sobre todo, por el nivel de sparrings…
Una infancia difícil, con padres adictos
Detrás de la historia del pibe con pasta de campeón, del laburante hincha fanático de Huracán, también existe un paño desconocido y doloroso. Agustín no tuvo una infancia sencilla. Padeció los problemas de dos padres adictos, creció en un clima hostil y a los 15 años abandonó la escuela y se puso a trabajar de albañil porque en su casa la plata no alcanzaba. “No era muy consciente de lo que pasaba en casa y de los problemas de mis viejos”, recuerda. “Ahora, con más edad, lo abordo de otra manera –explica el Avión–, aunque ya lo superaron”.
Sentado sobre el ring, con una toalla sobre el rostro, Gauto semblantea al cronista y se pone en guardia cuando la charla toca temas delicados de su pasado familiar. Los ojos se le reducen, como quien reflexiona las palabras que pueden ser y las que no pueden ser en ese tamiz de lo que puede convenir y lo que no puede convenir. Sin embargo, su maduración se palpa en la naturalidad con que los aborda una vez que entra en confianza. Es que hace poco, por recomendación de un amigo, comenzó a ir al psicólogo y está muy feliz con los cambios que está experimentando. “Aprendí a contar todo, a no guardar la mugre bajo la alfombra”, aclara.
–¿Qué te llevó a pedir ayuda profesional?
–Quilombos entre mis viejos. Uno piensa que va al gimnasio, le pega un par de piñas a la bolsa y los problemas se van, pero no... Llegó un momento en que no aguanté más y sentí la necesidad de buscar ayuda.
–¿Esos problemas tuvieron que ver con tu poca actividad en estos años?
–Sí, porque estaba desganado para entrenar y sentía ganas de largar todo. Durante muchos años callé cosas que pasaban en mi familia y ahora estoy mejor. Desde mi experiencia me di cuenta lo fundamental que es la ayuda psicológica para un deportista de alto rendimiento.
Hoy el presente de Agustín Gauto se construye de sueños y metas terrenales. El trabajo como recolector de residuos en la empresa Sol Baires le permitió independizarse y alejarse un poco de los problemas de sus padres. Añora poder tener su casita propia, que no le falte nada a su familia y consagrarse en al menos tres categorías diferentes: “Algo parecido a lo que hizo Manny Pacquiao”, especifica, aunque reconoce que “sería una locura”. No obstante, el pibe fanático de Roy Jones junior está apuntado por la prensa especializada como el sucesor de Omar Narváez, el último gran exponente del boxeo argentino en los pesos chicos. “Ojalá pueda tener una carrera tan estupenda como la de Omar. Yo estoy enfocado en hacer mi propia historia”, cuenta Agustín, que actualmente está clasificado N°3 en el ranking de la OMB, 5° en la FIB y 7° en la AMB.
–Llevás mucho tiempo esperando tener una oportunidad mundialista. ¿Cómo manejás la ansiedad que te genera la espera?
–Hace tres años que estoy en el freezer, mientras tanto yo sigo trabajando porque sé que la chance va a surgir. No me desespera esperar.
–¿A quién te gustaría enfrentar cuando te llegue la chance de pelear por el título del mundo?
–Yo me entreno para pelear con los mejores, que toque el que tenga que tocar. Obviamente, creo que, por estilo y condiciones, el japonés Hiroto Kyoguchi, el campeón de AMB, sería lo ideal.
–¿Le temés al fracaso?
–Sí, tengo mucho miedo de no poder cumplir con mis metas. Aunque soy consciente que los miedos existen cuando sabés que no estás bien entrenado y no confías en tus condiciones. El día que me toque pelear por el título del mundo voy a dejar todo para no fracasar.
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