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A Reveco se le secó el alma
Sangrante y en la lona. Son dos secuencias tan crudas como reales y representativas del acto decisivo de la carrera de un muy buen boxeador.
Este encabezamiento define lo expuesto por el mendocino Juan Carlos Reveco (50,800kg), en su caída por KO frente al japonés Kazuto Ioka (50,800kg), campeón mundial mosca (AMB), en el 11º round, en la ceremonia de la "noche vieja", realizada en el último día de 2015, en el estadio Edion de Osaka.
Con la buena base técnica de siempre, pero sin la frescura ni la alegría combativa que lo caracterizó durante 12 años de profesionalismo, Reveco -partícipe de 17 peleas mundialistas, rubricadas con sus dos coronas minimosca y mosca- sucumbió ante sus propios fantasmas. Fueron esos que lo llenaron de dudas ante un rival inferior, pero más joven, entusiasta y convencido de lo que hizo en un desquite ya a estas alturas consagratorio.
Decepcionado por aquel veredicto contradictorio por el cual Ioka lo destronó, en abril último, y la inadmisible cesión de la revancha inmediata que la AMB le otorgó a favor del cordobés Roberto Sosa -un compañero de equipo-, Reveco se convirtió en un retador quejoso y triste que alteró su talento purista en el ring por un andar agresivo y mecanizado en donde la cantidad de lanzamientos importó más que la calidad de éstos. Todo se le volvió demasiado complicado de esa manera.
Es muy difícil amoldarse a volver a pelear como retador para un gran protagonista que casi durante una década combatió en condición de campeón. Esto fue evidente, con amargura y decepción; visible, sobre todo, en su incapacidad de resolución cuando pudo dar vuelta el combate entre el 5° y el 7° round. En ese período, Reveco relegó aspiraciones en pasajes de dominio claro y escondió su arma letal: el gancho zurdo al hígado a la hora de demoler, en un cotejo atractivo y parejo hasta el 9° asalto, con tarjetas oficiales de: 97-93, 96-94 para el japonés y 96-94 para el argentino. Y estas evidencias son las que marcan este tipo de mutaciones: olvidarse cómo ganar en el momento de construir la victoria.
Con sus cejas "eternamente" heridas y muy mal curadas como siempre, denunciando su baqueteo en el gran boxeo, el malargüino de 32 años se transformó en "el gran desperdicio" del pugilismo argentino en el último lustro.
Intentó como pudo -años atrás- sacarse de encima los intereses locales (managers y dirigentes) y las presiones internacionales (AMB), que lo convirtieron en un campeón pobre y desprotegido. No lo logró, pero al menos lo intentó, a modo de reclamo laboral, sin tener idea de los precios que iba a tener que pagar.
Perenne y cercano a los cuadros de honor -exclusivos- para los patrones del boxeo local moderno: Sergio "Maravilla" Martínez, Marcos "Chino" Maidana, Lucas Matthysse y Omar Narváez.
Hay conductas sobre el cuadrilátero que presagian los finales de los ciclos deportivos. Reveco, con dolor y decidiendo por su cuenta el final del combate, así lo evidenció.
Las floridas mañanas de otros tiempos en los cuales desde Japón se escribían las páginas más románticas del boxeo argentino no se repitieron esta vez. Habrá que esperar por la concepción de otro gran boxeador para reeditar aquellas historias, "nacionalistas" y nostálgicas, que pertenecen a otro tiempo.
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