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Boca - River, por la Copa de la Liga. Miguel Angel Russo, con un planteo ADN de Sabella, le ganó el duelo táctico a Marcelo Gallardo
El DT xeneize, sin Cardona (el jugador xeneize con mejor presente) y con Tevez al 50% desde lo físico, utilizó un esquema 5-4-1 y una estrategia para contraatacar; desde el desarrollo, lo controló hasta el empate millonario y la expulsión de Zambrano
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En los últimos años, Marcelo Gallardo no sólo fue protagonista como DT de River por los títulos que logró, también porque en los duelos ante Boca potenciaba su capacidad creativa y sorprendió más de una vez a Rodolfo Arruabarrena, Guillermo Barros Schelotto y Gustavo Alfaro, respectivamente. Desde el “pizarrón”, el Muñeco empezó a ganar varios superclásicos. Alguna vez fue con la estrategia del foul táctico y la fricción en la zona de volantes, otra con Pity Martínez de enganche y haciéndole marca personal a Wilmar Barrios (por entonces N° 5 xeneize); más adelante con Lucas Pratto como wing derecho o jugando sin volante central para aprovechar el hombre de más…
Este domingo, la apuesta de Gallardo fue el 4-3-3. Dejó atrás el habitual 3-3-2-2 con los tres centrales con el que venía jugando y ubicó desde el arranque a un mediocampista más: Agustín Palavecino. Pero esta vez le tocó a Miguel Ángel Russo sorprender y salir bien parado: se apoyó en una estrategia con el ADN de Alejandro Sabella: 5-4-1, ceder la posesión, robar y contraatacar lo más directo posible. Y, en función de cada plan elegido, Boca lo representó mejor. Al menos hasta que los imponderables y la expulsión de Zambrano jugaron su partido.
¿Y Russo sorprendió a Gallardo con el planteo inicial con los 3 centrales? Era una alternativa que el DT de Boca ya manejaba entresemana, pero se la jugó por un sistema que hasta ahora no había aplicado en su regreso a la Ribera. Lisandro López de líbero, Zambrano e Izquierdoz tomando las referencias de Borré y Suárez. ¿Improvisó? No. Si lo ensayó y lo vislumbró por notar un déficit defensivo que el equipo tenía en los últimos partidos, fue válido independientemente al resultado. Porque, además de proyectar una mayor solidez atrás, así el técnico tenía un cabeceador ofensivo adicional para las pelotas paradas, una de las vías por las que los adversarios le hacen daño a River.
Lo mejor del partido
Boca, en los papeles, sin Cardona perdía “realismo” (como suele decir Carlos Bianchi): era el principal generador de goles y asistencias, las ejecuciones precisas en las pelotas paradas, remate de media distancia, pero -sobre todo- con respecto al funcionamiento colectivo, dejaba de contar con el principal conector para que los desequilibrantes de Villa y Tevez tengan esa pausa necesaria antes de intervenir ellos en las jugadas. Toda explosión necesita de un freno para generar engaño y eficacia en los últimos metros.
¿Cómo lo reemplazó Russo? ¿Lo consiguió desde el funcionamiento? Si ya de por sí, por continuidad de trabajo y niveles individuales, River está mejor que Boca, más todavía sin Cardona, su mejor jugador en la actualidad, y con un Tevez al 50% desde lo físico. En este contexto, jugó distinto. El partido le costó a Boca en el comienzo. Con Campuzano como eje central, la intención fue que los carrileros Capaldo y Fabra, más Maroni (de características más veloces y verticales que Cardona, sobre la derecha en el 5-4-1) y Medina, le hagan llegar la pelota a Tevez y Villa. Pero que, al mismo tiempo, respalden las jugadas. Pisen el área, lleguen a posición de gol. Si bien en la primera etapa sólo dos veces lo pudo hacer Boca, generó dos chances clarísimas: el mano a mano de Armani a Tevez, tras la combinación Maroni-Fabra, y el penal que Díaz le cometió a Capaldo tras el taco de Tevez y que Villa transformó en el 1-0. Atacar el espacio, ésa era la búsqueda de Boca.
Boca no estaba jugando bien, más allá del último 7-1 a Vélez de la fecha pasada. Por eso, si Russo incluso pensaba en esa variable antes de la lesión de Cardona, era viable el análisis. Utilizó un esquema y estrategia varias veces utilizada por Alejandro Sabella, otro entrenador identificado con Estudiantes de La Plata.
Gallardo fue en la dirección contraria a Russo: venía jugando con línea de 3 y ante Boca apostó por los cuatro en el fondo con el ingreso del experimentado Maidana: Casco, Maidana, Paulo Díaz y Angileri. Tuvo la posesión del balón (62% hasta los 30 minutos del primer tiempo y llegó al 70% en la segunda etapa) pero recién quedó mejor parado River tras el 1-1 y la roja a Zambrano. Hasta ahí, le costó generar situaciones claras. Y Boca había crecido a partir de dos golpes directos, como ese boxeador que plantea una estrategia defensiva pero que –a partir de un par de aciertos con movimientos breves- le genera una preocupación mayor a su rival. Y lo lastima. Y antes del 1-1, tuvo cuatro chances para convertir el segundo.
En el primer tiempo, River abusó de los pelotazos largos. Es cierto que así, con buena técnica en los lanzadores, lograba hacer cambios de frente y tiros frontales de 40/45 metros desde el fondo y que igual le llegaban a los pies a los delanteros Suárez, Borré y Carrascal; también a De la Cruz, involucrado en ese circuito ofensivo. Pero después le costó darle continuidad dentro del área a esas acciones. La excepción fue el gol de Palavecino, tras un centro de Angileri.
Russo tuvo su minuto negativo con el empate de Palavecino y la inocente expulsión de un Zambrano que, desde que llegó a la Ribera de la mano del Patrón Bermúdez, nunca jugó a la altura de Boca. Vio dos amarillas porque (como hace habitualmente) juega más con los brazos que con los pies. El DT puso a Rojo para seguir reforzando la zona central.
Así como muchas veces Gallardo estuvo lúcido para adelantarse a los cambios y las situaciones que podrían surgir, en este superclásico recibió el guiño del gol de Palavecino cuando estaba a punto de reemplazarlo. Y se demoró en sustituir a Casco, que estuvo al borde de la expulsión hasta que vio la tarjeta roja de Tello. Russo sigue sin poder ganarle a River como DT de Boca, pero -esta vez-, aún con miles de dificultades antes y durante el partido, tomó decisiones que lo dejaron bien parado.
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