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Bien por la renovación: ahora hay que tener carácter para sostenerla
Sigue siendo cuestionable la forma en que Lionel Scaloni asumió como entrenador de la selección argentina. No fue el mejor camino, no porque sea su primera experiencia como DT, sino porque él formó parte de un grupo de trabajo anterior, el que condujo al plantel en el Mundial Rusia 2018 con groseros errores grupales, tácticos y estratégicos. Si a él lo había convocado Jorge Sampaoli , lo más aconsejable habría sido que se hubiera ido con él. Pero no. Y hoy la realidad indica que es quien está tomando las decisiones de cara a la Copa América Brasil 2019. En ese sentido, aún sin saber qué equipo terminará eligiendo cuando llegue el momento de jugar por los puntos en serio, es saludable ver la renovación de nombres por la que se está jugando.
Es cierto que quienes cuestionan varios puntos de las convocatorias tienen argumentos para agarrarse desde las "individualidades". ¿Por qué no está Agüero, con la temporada que está teniendo? ¿Cómo es que Matías Suárez, con pocos partidos en River, ya fue convocado? ¿Y Domingo Blanco? ¿Y Marcone? Hay algunos argumentos que Scaloni no termina de justificar acertadamente (como el nuevo llamado a Ángel Di María), pero la renovación está en marcha. Pero quizá lo que sorprendía era lo que pasaba antes: porque, por lo general, se convocaban jugadores destacados por separado que –no necesariamente– se potenciaban jugando juntos. Ni siquiera futbolistas que además de tener pergaminos para jugar en la Argentina y además eran amigos (como Messi y Agüero) eran garantía de éxito, de entendimiento o buen juego para la selección.
¿Entonces por qué genera tantas alarmas probar con nombres nuevos? ¿Acaso en definitiva lo que tanto se reclamaba no era que se armara un equipo que incluso vaya más allá de Messi o que contemple el escenario para cuando no pueda estar por lesión? Hace años que eran convocados Di María, Agüero, Higuaín, Banega… Sin embargo, incluso en el Mundial, la gente volvía a preguntarse quién era el mejor socio para el Nº 10. O, peor: ¿cómo hacer para que la selección no sea Messi-dependiente? O sea: jugadores que se conocen desde las juveniles de la AFA y que compartieron más de 100 entrenamientos juntos y que encima se llevaban recontrabien tampoco podían garantizarle a la selección un buen juego o un buen rendimiento. Y tampoco tenían la llave para hacer reaccionar a Messi cuando el 10 se iba de los partidos.
Claro: muchos podrán decir: ¿cómo llegaron sin jugar bien a tres finales? Esta afirmación también es discutible. La selección de Gerardo Martino, salvo por algunos pasajes, no jugaba bien. Y si le faltó fortuna para ganar la final de la Copa América ante Chile, fue la fortuna que tuvo antes para acceder al último partido. Edgardo Bauza quiso hacer equilibrio para moverse entre sus ideas de juego y los históricos de una selección que (sobre todo en los últimos años) se creían más importantes que la selección misma. Imposible que al Patón le vaya bien en ese contexto. Jorge Sampaoli no puede echarle ni el 10% de culpa a la suerte su flojo ciclo. El papelón de Rusia (dentro y fuera de la cancha) estuvo a la vista de todos.
El último gran técnico que tuvo la selección fue Alejandro Sabella . Es cierto que en Brasil 2014 cometió algunas fallas, pero si la selección llegó a la final fue bajo su plan de juego, con sus sistemas, cambios y estrategias, siguiendo su filosofía futbolera y no como querían jugar Messi, Agüero o Mascherano.
Así como el grupo anterior llegó a tres finales, el nuevo también puede conseguirlo. Siempre y cuando le den continuidad, claro. Porque muchos jugadores fueron importantes en la selección, pero porque le dieron 50 partidos seguidos con la camiseta celeste y blanca. Y muchos no por su rendimiento en la selección, sino sostenidos por sus rendimientos europeos. ¿Está mal llamar a Matías Suárez, Domingo Blanco o Marcone? ¿O hubiera sido mejor seguir llamando a los mismos nombres que hace diez años no pueden responder las preguntas que la selección reclama desde el juego y desde lo grupal? Vale aclarar que el propio Messi todavía ni habló de lo que pasó (futbolísticamente) en Rusia.
Quizá llegó el momento de pensar en características y no en nombres propios, en características que logren armar un equipo de fútbol que incluso vaya más allá de Messi, y no un conjunto de individualidades. Y quizás eso sea lo que está buscando Scaloni.
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