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Beijing 2022: Colby Stevenson, el medallista del big air que logró superar un terrible accidente
El esquiador sufrió treinta fracturas en la cabeza tras un accidente en el 2016 y ayer logró colocarse en el segundo puesto del big air en los JJ.OO. de invierno.
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Colby Stevenson sufrió un accidente automovilístico seis años atrás, y allí lo guarda, en el pasado. No puede evitar los efectos de casi haber muerto al costado de un camino oscuro del estado de Idaho. Da forma a su perspectiva. Le devuelve la mirada cada vez que se mira en un espejo. Pero dejar atrás el accidente es un requisito laboral. Stevenson esquía por rampas hechas de nieve y realiza acrobacias mágicas mientras cae unos 40 pies del cielo. Lo hace con una placa de titanio en la cabeza.
“No quiero pensar en que me rompan el cráneo. Porque podría decir, ‘Oh, esto es un poco arriesgado’”, dijo Stevenson.
El miércoles por la tarde, Stevenson ingresó a la pista de Big Air Shougang con pocas posibilidades de subir al podio y cayó en el primero de sus tres saltos. Luego ejecutó un truco llamado Nose Butter Left Triple 1620 Japan, tres volteretas y cuatro giros y medio salpicados de adornadas técnicas. Nunca lo había intentado antes, ni siquiera en la práctica. Pero se convirtió en el eje de una actuación por la medalla de plata, el primero de dos saltos que llevaron a Stevenson desde casi el final de la tabla de doce esquiadores hasta cerca de la cima, solo detrás del noruego de 21 años, Birk Ruud.
“Estoy totalmente en una nube. Fue un milagro que haya terminado en el podio hoy, sinceramente. Fue un milagro que pude aterrizar ese truco de la manera que quería. Estoy muy agradecido por todo. Se siente como si hubiera pasado toda mi vida trabajando hasta este momento”, expresó el esquiador.
Stevenson esperó y observó después de su último salto. El estadounidense Alex Hall, considerado al comienzo como la esperanza dorada de EE. UU., intentó un doble 2160, una locura de dos vueltas y seis rotaciones que le valió su título en los XGames hace dos semanas, pero no pudo aterrizar y terminó sexto. Nadie más pudo superar a Stevenson tampoco. Cuando terminó la espera, se quitó el casco y las gafas y allí se pudo ver la cicatriz en su frente, oculta hasta ese momento. El mundo podía ver la U irregular y descolorida justo entre sus ojos.
El caída de Hall protegió la medalla de plata de Stevenson y permitió a Ruud esquiar la última manga con una bandera noruega en la mano, ya con la victoria asegurada después de dos bajadas impecables. Ruud aspira a ganar tres medallas de oro en sus segundos Juegos Olímpicos, los primeros desde que su padre, Oivind, murió de cáncer en abril de 2021. “Todos tenemos algo”, dijo Ruud.
Stevenson podría confirmarlo. El 8 de mayo de 2016, conducía a su casa en Park City, Utah, a altas horas de la noche desde Hood River, Oregon, donde había ganado una competencia de esquí de estilo libre. En la carretera interestatal 86 en la zona rural de Idaho, Stevenson se quedó dormido al volante. Se despertó en una cama de hospital rodeado de sus seres queridos, sin saber dónde estaba ni qué había sucedido.
La camioneta de Stevenson se había desviado de la carretera y volcado ocho veces, hundiendo el techo y casi matándolo. Stevenson se fracturó el cráneo en más de 30 lugares y se rompió los huesos de la mandíbula, las costillas y el cuello. Una herida abierta se abrió entre sus ojos, justo encima de su nariz. Los médicos lo indujeron a un coma durante tres días. Si su cerebro se hubiera hinchado incluso un margen imperceptiblemente pequeño, Stevenson probablemente habría sufrido un daño cerebral permanente.
Un cirujano implantó una placa de titanio en su cráneo. Los médicos se preguntaban si saldría del hospital y dudaban de que volviera a esquiar. Stevenson pensó que su carrera había terminado, pero estaba decidido a recuperarse. Sus padres habían iniciado en el esquí cuando tenía 14 años y, a partir de ahí, construyó su vida en torno a este deporte. En los primeros días de su recuperación, Stevenson apenas podía ir rengueando al baño con un dolor infernal. A pesar de eso, ocho meses después del accidente, ganaría su primera Copa del Mundo.
Stevenson dijo, a principios de esta semana, haber superado el accidente automovilístico, aparentemente motivado por el deseo sensato de no ser definido por lo peor que le ha pasado. Pero Stevenson no pudo evitar que su vida fuera moldeada por un incidente que podría haberle robado su habilidad para esquiar, caminar o algo peor.
“Tu carácter está realmente definido por los momentos difíciles de tu vida. Eso es lo que define quién eres. Es tu perspectiva en la vida, ¿sabes? A pesar de que te repartieron malas cartas, es cómo lo verás de manera positiva y avanzarás y aún empujarás hacia tus sueños. A pesar de que parecen tan fuera de alcance. Simplemente debes mantenerte fiel a lo que amas” reflexionó.
El esquí de estilo libre lo llevó el miércoles a la primera competencia olímpica masculina de este tipo, un día después de que la china Eileen Gu ganara el oro femenino y se convirtiera en una sensación internacional. Stevenson había llegado a la cima del esquí de estilo libre, pero no gracias al big air. Sus compañeros de equipo lo apodaron “Dios del Slopestyle” debido a su dominio artístico en esa disciplina. Stevenson nunca había aterrizado en un gran podio aéreo.
Aún así, ingresó a Beijing con optimismo en el “big air”, después de haber aprendido nuevos trucos este año, incluyendo giros de 1620 grados después de un despegue llamado “nose butter”: en lugar de elevarse directamente desde el salto, el esquiador gira 180 grados en el lip como untando manteca con la trompa de sus esquís.
“Si no saltas desde la parte delantera de tus esquís, corres el riesgo de engancharte en el despegue o quedar bastante incompleto”, dijo el estadounidense Mac Forehand, quien finalizó en el onceavo puesto, y agregó: “Es tan bueno haciendo Butter Nose. Lo idolatro por eso”.
En la ronda de clasificación del lunes, Stevenson había aterrizado un 1620 después de un Butter Nose con dos rotaciones verticales mientras ejecutaba un Japan Air, sosteniendo su esquí izquierdo con su mano derecha envolviéndose debajo de su pierna. Definitivamente podría hacer tres volteretas con ese, pensó. Le preguntó a Hall si podía lograrlo, y Hall le aseguró que tendría suficiente altura en el salto para hacer otra vuelta más.
Stevenson tuvo un día libre para probarlo por sí mismo, pero aseguró: “no me animé a hacerlo en el entrenamiento”. Y así llegó a la final del miércoles decidido a realizar un truco que nunca antes había realizado. “Lo he estado haciendo en mi cabeza durante mucho tiempo. Tenía buena fe de que iba a aterrizar” dijo el esquiador.
En su primer intento, clavó el despegue y las rotaciones, pero apenas se tambaleó y cayó cuando aterrizó. Aunque no logró registrar un puntaje competitivo, casi lograrlo solo mejoró su creencia. En el segundo salto, probando el truco por segunda vez en su vida, Stevenson lo logró. Los jueces le otorgaron 91.75, colocándolo de lleno en la mezcla del podio.
“Se fue al carajo. Fue muy épico”, dijo Hall.
En su último salto, Stevenson tuvo que tomar una decisión. Sabía que podía aterrizar un Switch Left Double 1800 Cuban (bajar la colina hacia atrás, girar dos veces hacia adelante mientras gira cinco veces sobre su eje y agarrando la punta de su esquí) y posicionarse para un posible podio. También tenía en mente un truco mayor, uno que podría permitirle desafiar a Ruud. Mientras Stevenson calzaba las botas en los esquís en la cima de la colina, todavía estaba decidiendo qué salto intentar.
“Solo haz el truco que sabes”, le dijo su entrenador, Skogen Sprang.
Stevenson recibió un 91,25 por su Doble 1800, lo que le otorga 183,00 puntos. Después de que los ocho corredores restantes no lograron superarlo. Así, el Slopestyle God se convirtió en el medallista de plata de big air.
Stevenson esperaba que los esquiadores más jóvenes pudieran ver en él un ejemplo de que las lesiones, por graves que sean, se pueden superar. Ha superado más allá de su pasado, pero el día que ganó una medalla de plata olímpica, quería que otros lo vieran de pie en el podio, lleno de cicatrices pero fuerte, y aprendieran una lección de ello.
“El cuerpo se cura”, dijo Stevenson. “Eso es un regalo”.
Fuente: The Washington Post
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