

Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.
CORDOBA.– “Mi vida parece una película, no puedo tener tanta suerte”, dijo hace una semana Marcelo Milanesio. Le faltó aclarar que era un filme del estilo norteamericano, de esos que tienen un final intenso y feliz, con mucha acción y en el que el muchachito termina consiguiendo su objetivo. Así ocurrió anteanoche, en el Polideportivo Carlos Ceruti, donde Atenas derrotó a Estudiantes, de Olavarría, por 87 a 81, en el quinto partido final, y obtuvo su séptimo título de la Liga Nacional de básquetbol.
Marcelo había convertido sólo 7 puntos y, a siete minutos del epílogo, estaba sentado en el banco de suplentes mientras Estudiantes arremetía y se colocaba a dos tantos para el sufrimiento de las 4500 personas que esperaban la histórica fiesta. Apenas ingresó metió un triple espectacular –el único de su equipo en todo el partido–, desde casi 8 metros; enseguida tomó dos rebotes y empezó a sumar un doble tras otro hasta totalizar 11 tantos casi consecutivos y aseguró el triunfo. Fue un broche brillante para la carrera más exitosa de un basquetbolista en la Liga. A los 37 años enseñó el camino de la victoria, como tantas veces en sus 18 temporadas, y cumplió en una noche todos sus sueños: se retiró del basquetbol argentino –a las 23.02 de anteayer– con más campeonatos (7) y partidos (848) que nadie; se quedó con la última pelota en sus manos, dio la vuelta olímpica en andas y provocó un delirio emocionante, que se extendió por una hora más en el estadio y terminó en la madrugada con una caravana que llegó hasta Colón y General Paz, en pleno centro de esta ciudad, donde 5000 personas gritaron su nombre y cantaron “dale campeón, dale campeón” y “Marcelo no se va...”
Desbordante de felicidad, tras saludar a su gente, se trepó sobre uno de los aros, tomó un micrófono y dijo: “Se lo dedico a mi viejo, a Palito –por el fallecido Carlos Ceruti, su mejor amigo y compañero de equipo–y a Pichi Campana... Le agradezco a Dios por haberme dado tanta suerte y espero quedar presente por mucho tiempo en el corazón de todos ustedes... Yo los llevaré por siempre muy adentro mío”. La disciplinada muchedumbre, que se apiñó en el estadio y cubrió todos los pasillos, explotó en miles de voces y acompañó a su ídolo en su momento cumbre. Después, Marcelo hizo lo que había programado hace más de quince años: colgó las zapatillas Adidas N° 45 del aro y enseguida agitó una botella gigante de cerveza Quilmes, tomó un trago y se tiró el resto encima. Así, bañado en sudor, cerveza, lágrimas y alegría, cortó la red, que luego le regaló a su compañero de habitación, Bruno Lábaque.
Mientras en el otro aro Walter Herrmann y Leonardo Gutiérrez festejaban fumando un habano sin que muchos lo advirtieran, Milanesio se golpeó el pecho, levantó las manos, entonó algunos cánticos y se metió por adentro del aro para llegar al piso. Se abrazó efusivamente con la Mona Giménez, enfrentó a decenas de cámaras y se trepó luego a la platea. Allí cumplió otro sueño: le entregó su empapada camiseta N° 9 a Doña Beti, la madre de Ceruti, que nunca más había pisado el Polideportivo desde que falleció su hijo. “Vengo porque hoy es la despedida de Marcelo”, le confesó a Gastón Blasi –ex dueño de la camiseta N° 11 de Atenas, que Milanesio siempre quiso y nunca usó– a las 19.52, en la puerta del estadio antes del partido. Beti lo abrazó y lloró. También su esposo, Pocho, y su hija Miriam, padres y hermana del fallecido Palo. “Perdoname Coco (Bello), pero la camiseta es para ellos”, le dijo a su amigo, manager y consejero, el que lo paseó en andas, y que terminó conformándose con los pantaloncitos.
El otro aro, donde estaban sus compañeros de equipo –“les arruiné la fiesta a ellos”, confesó a sus íntimos– fue otro de sus podios. Allí volvió a cantar, levantó banderas y paraguas, siguió saludando gente y le dijo a Zarina, su esposa, que se vaya a comer porque él se iría en un ómnibus al centro, para seguir la fiesta.
Pasadas las dos de la mañana llegó al restaurante Betos y compartió la comida con 14 amigos que tiene fuera del ambiente del básquetbol. Al llegar se le comentó que sus zapatillas ya no estaban más colgadas del aro, que un tal Luis Paolassi se había llevado la derecha y que la señora que límpia el Polideportivo, Sandra Maldonado, se había quedado con la izquierda, y que la iba a colgar en una pared de su casa. Milanesio sorprendió con su respuesta: “Eso era lo que yo quería, que se las llevara cualquier hincha”. Hugo Frascchia y Quico Pistelli, sus dos inseparables amigos de la infancia, que observaron todo con naturalidad, como si ya conocieran cada uno de los detalles del festejo, reflexionaron: “Parece una película ¿no? Fue todo como él lo soñó desde chico y con un final perfecto”.
Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.