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Una relación marcada por las tragedias: dos hombres que siguieron adelante apoyados en la NBA
Las historias de Ryan Anderson y Monty Williams, dos relatos que impactaron a los Estados Unidos
Recibir el golpe, sufrirlo, aceptarlo. Seguir. El deporte, la vida. O enfocarse en el deporte para seguir adelante. Ryan Anderson y Monty Williams trabajan en la NBA. Sus carreras se cruzaron como tantas otras por cuestiones deportivas, pero también quedaron vinculados para siempre, por un caprichoso y trágico designio.
Anderson es jugador. Hace unos días su equipo, Houston, quedó eliminado tras perder la serie con el San Antonio de Manu Ginóbili. Williams fue entrenador, asistente y actualmente es vicepresidente de operaciones de los Spurs. Pero antes había sido jugador (de San Antonio y New York, entre otros) y fue entrenador de New Orleans. En este último equipo, los Pelicans (lo dirigió entre 2010 y 2015), es donde coincidieron por primera vez.
El coach pidió contratarlo por su virtud como ala pivote que juega de frente al aro. Mide 2,08 metros pero tiene muy buen tiro de tres puntos. Con altura de pivote, puede jugar en posiciones exteriores y eso siempre ayuda a abrir defensas. Además, puede ser un anotador consistente. Aunque no es tan sólido en la defensa del juego interior, rindió lo que se esperaba en su primera temporada con los Pelicans, con promedios de 16,2 puntos y 6.4 rebote por partido.
Además, la exposición mediática de Anderson excedió el deporte, por su romance con Gia Allemand, una modelo de 29 años. Los medios la presentaban como la pareja soñada. El jugador de la NBA con la famosa participante del exitoso show de TV The Bachelor.
Pero siempre lo que muestran las revistas o la televisión es una porción recortada de la realidad. Anderson compartía con Gia buenos momentos, desde vacaciones en lugares que los dos anhelaban conocer, como las que tuvieron en China, hasta excursiones de adolescentes en Disney World. Pero después de lo que ocurrió el 12 de agosto de 2013, la investigación periodística hurgó tan profundo en sus vidas que todo quedó a la vista. Desde las discusiones que tenían hasta los detalles de las pericias policiales de la tragedia.
Aquel día, tras discutir en un almuerzo en un restaurante en New Orleans, Anderson dejó a Allemand en su casa y volvió a la suya. Se dejó caer en el sofá agobiado por los problemas.
No se movió de allí hasta que unas horas después, a las 19.28, recibió un llamado de Donna Micheletti, la mamá de Gia, que se encontraba en Nueva York. Estaba preocupada porque, según le contó, temía que algo le hubiera pasado a su hija. Le dijo que estaban hablando por teléfono cuando sintió ruidos extraños y ella dejó de hablarle. Esperó en la línea durante diez minutos, pero no tuvo respuesta.
Anderson subió a su camioneta y fue a la casa de Gia. La encontró sentada en la escalera caracol, con el cable de una aspiradora rodeando su cuello. No respiraba. Sus gritos desesperados hicieron que los vecinos llamaran al 911 a las 19.50. Mientras tanto, él quitó el cable y trató de revivirla. Vencido, llamó a su entrenador, Monty Williams. El coach llegó cuando la ambulancia se llevaba a Gia en estado desesperante.
Lo encontró tirado en el piso, con el rostro hundido en la alfombra. Lo abrazó y con la ayuda de un policía lo subió a su auto. Seguía en shock y lo trasladaron arrastrando los pies.
Ya en su casa, Ingrid Williams, la esposa del entrenador, trató de consolarlo. Anderson se sentía culpable y ella, que hacía unos meses había perdido a su hermano, que se suicidó, trató de convencerlo de que no debía buscar explicaciones.
Anderson durmió esa noche en el sillón de la familia Williams. Monty tiró un colchón en el piso y se quedó a su lado. “Me quedé callado y sólo lo escuchaba sollozar. Hablamos sólo cuando él quiso. Se durmió un poco después de que saliera el sol”, contó más tarde el entrenador.
Al día siguiente, Anderson entró en el hospital en silla de ruedas. No podía caminar. Allí se encontró con Donna. Los médicos les dijeron que Gia estaba viva por el respirador artificial, que tenía muerte cerebral y que la situación era irreversible. La desconectaron unas horas después.
Devastado, el jugador vivió en la casa de los Williams durante un par de meses. El funeral fue en Nueva York. Los medios le dieron una amplia cobertura al caso. Se dijo que Donna lo acusaba a Anderson por la muerte de su hija, que no supo detectar lo sensible que era. Que se pelearon porque él la engañaba. Que ella era ciclotímica e inestable.
Cuando finalmente volvió a su casa, sus padres, que lo acompañaron, taparon las ventanas del frente para evitar que los paparazzi pudieran obtener una imagen.
Mientras tanto, Ingrid y Monty Williams le dieron apoyo y lo convencieron para que volviera a jugar al básquetbol. Muchos de esos detalles fueron revelados en una entrevista que el jugador le dio un año después a Sport Illustrated. “Ella era hermosa. Tenía una gran carrera, dinero, fama. Tenía todo. Estaba en la cima de su vida. Era la persona más increíble que conocí”, contó Anderson.
Al principio, Anderson no quería ver a nadie. “No hubiera soportado que mis compañeros de equipo me miraran y me dijeran ‘lo siento’”. Pero eso pasó muy rápido. Cuando volvió a los entrenamientos de la pretemporada 2013/14, al primero que se cruzó fue a Al Faraq Aminu, que lo saludó naturalmente: “¿Qué pasa, hombre?”. Poco a poco, la rutina, el vestuario y el juego lo devolvieron a una vida un poco más normal.
En aquel reportaje con Sport Illustrated, Anderson explicó: “La NBA me da la oportunidad de ser la cara para hablar de estos temas. La gente necesita enfrentar la realidad y trabajar en la prevención del suicidio. Alguien tiene que ser la cara de todo esto. No me gusta hablar de la experiencia más dolorosa de toda mi vida, pero puedo ayudar a mucha gente para que se fije en esta historia y que sepa que se puede salir”.
Anderson no se animaba a jugar y se perdió los primeros nueve partidos de la temporada. En un partido de pretemporada con Dallas se animó. “¿Qué era lo peor que me podía pasar, errar mis tiros? No era nada”. Empezó a jugar con otra libertad y tuvo muy buenos promedios de puntos. Algunos hasta señalaron que debería estar en el All Star. Pero en enero de 2014 sufrió una lesión durante un partido con Boston. Tuvo que pasar por una importante operación cervical en Los Angeles y se perdió el resto de la temporada.
En 2015, Williams fue despedido de New Orleans y se fue a trabajar a Oklahoma City. Anderson jugó en los Pelicans otra temporada.
El 11 de febrero de 2016, los Pelicans visitaban a Oklahoma City. Por supuesto Anderson planeaba ver a los Williams. Ellos lo devolvieron a la vida después del drama. Pero dos días antes, mientras el equipo se encontraba en Utah, Anthony Davis, la estrella de New Orleans, golpeó la puerta de la habitación de Anderson en el hotel. Le contó que Ingrid había sufrido un accidente automovilístico. “Es grave”, le dijo. Un auto conducido por Susannah Donaldson, perdió el control, se cruzó al carril contrario, por el que venía Ingrid, y chocaron de frente. Más tarde, los informes análisis forenses indicaron que la mujer había consumido metanfetamina.
Al día siguiente viajaron para jugar contra los Thunders, justo la noche en la que la esposa de Monty Williams murió.
Anderson habló ante la prensa: “Ella estuvo conmigo en el momento crucial de mi vida, esto es devastador. Cuando sentí que nadie podía entender lo que yo sufría, Ingrid me abrazó y me explicó que no es algo que se pueda entender. Su hermano también se suicidó. Ella me ayudó durante meses, estuvo siempre para mí”.
En el funeral de su esposa, Monty Williams dio un discurso que fue transmitido por televisión y conmovió a los Estados Unidos. Gregg Popovich, que estuvo presente en el funeral, comentó luego: "Tenía miedo de lo que pudiera pasar, pero al final no pude creer lo que vi. Un ser humano, en un momento así, que supo tener el control total de sus sentimientos y al mismo tiempo ser amoroso y magnánimo".
El entrenador de los Spurs lo invitó a trabajar en San Antonio como vicepresidente de operaciones. Allí viven los padres de Ingrid y en su nuevo cargo no tiene que viajar con el equipo. Puede volver todas las noches a su casa para estar con sus hijos, que además, estarán desde ahora cerca de sus abuelos.
¿Qué fue lo que dijo Williams en ese discurso? No sólo no culpó a la persona que provocó la muerte de su esposa, sino que recordó que otra mujer había muerto, y que había gente sufriendo por ella. “Hubo dos víctimas en esta tragedia. Esa otra familia no se despertó queriendo lastimar a mi esposa”, dijo. Y enseguida, hasta logró hacer reír a las aproximadamente mil personas que concurrieron: "No la perdí. Sé exactamente dónde está. Cuando nos alejamos de aquí hoy, vamos a celebrar porque mi esposa está donde todos necesitamos estar. La envidio por eso, pero tengo cinco enanos con los que tengo que lidiar".
Anderson estuvo allí para apoyarlo, por supuesto. Para darle un abrazo. Y se sintieron más unidos que nunca.
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