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Rubén Magnano, la relación con la Generación Dorada y la leyenda de los celulares en la mesa
Siempre fue señalado como un entrenador muy exigente y que llevó al límite a aquel grupo; el cordobés reconoció que sus métodos eran los necesarios para ese proceso
Es un hombre muy cuidadoso de sus palabras Rubén Magnano. Sin embargo, son muchas las historias que encerraron ese proceso exitoso. En el medio de la escena apareció siempre un tema que generó algunas tensiones: sus exigencias para aquel grupo. Las normas del entrenador cordobés eran de las más estrictas, pero Magnano entiende que se exageró en algunos concepto respecto a la presión que le bajaba a aquel plantel. Incluso, mucho se habló que él no le permitía a los jugadores llevar los celulares a la mesa y que eso generó cierto fastidio en la relación.
–Mucho se habló siempre de sus exigencias como entrenador, ¿siente que llevó los máximo?
–Aprendí un concepto y entiendo que debe ser la bandera de un entrenador: el entrenador tiene que ser un facilitador de éxitos. Uno como conductor tiene la obligación de asumir ese compromiso. No se trata de las capacidades del entrenador, sino de comprender que la función es potenciar a los demás. No importa la empresa que se lleve adelante, las formas que se aplican para mejorar al otro son la clave de todo. Siento que fui un entrenador de ese tipo. Entiendo que con el tema de mis exigencias muchas veces se ha extralimitado con los conceptos. Porque esa forma siempre llevó una única intención: mejorar al otro. Exigir de manera individual, atendiendo siempre el deseo del otro también, permite confluir en un excelente producción de equipo. Así los objetivos van a estar al alcance de la mano. Y eso va más allá de un resultado. Siempre sentí que mis exigencias fueron coherentes y en pos de un objetivo colectivo.
–Se dijo que usted tenía un buena relación con la Generación Dorada, pero que había un vínculo por momentos tenso porque les bajaba mucha presión, ¿es real?
–Yo sé que soy un entrenador exigente, pero porque esa exigencia primero la tengo conmigo. No dejo las cosas libradas al azar e intento que la gente que dirijo entiendan ese grado de exigencia. Siento que eso lleva a una mejoría. Yo edifico esta historia, con una teoría bien clara, si entrenamos como jugamos, también jugamos como entrenamos. Se debe construir desde ahí. Lo importante es que se entienda el camino.
–En medio de aquel proceso con la Generación Dorada también se decía que usted era tan estricto que, por ejemplo, no dejaba usar celulares en los desayunos, almuerzos y cenas a los jugadores, ¿todas esas cosas fueron ciertas?
–Hoy sin duda sería inviable. Las personas que estamos al frente de grupos debemos aggionarnos. Hay momento en los que se puede, incluso, hay cosas con las que yo seguiría con la misma postura. En ese momento me parecía muy importante que en todas las actividades de equipo, todo el tema celulares y esas cosas, quedaran fuera del equipo. Por la comunicación entre el grupo, por el mensaje, por dialogar de cosas que nos interesaban. Pero no sólo de cuestiones deportivas, sino de todo. La intención era crear vínculos. Pretendimos siempre la equidad, buscamos el respeto ante todo. Teníamos normas. Sabíamos que había lugares que eran casi un santuario para nosotros. El vestuario para mí era inviolable. Los transportes que utilizaba el equipo, eran inviolables. Hay cosas de las que sigo convencido. Siento que es guardar la salud del equipo.
–El Rubén Magnano de hoy, ¿qué le diría al Rubén Magnano de aquel entonces?
–Que deje que los jugadores lleven los celulares a la mesa.
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