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Rubén Magnano, el DT de la Generación Dorada que no volvió a la selección: "No tengo idea por qué me despreciaron"
Nada ni nadie lo apura. No habla con metáforas ni eufemismos. Todo lo hace con simpleza y mesura. La serenidad con la que Rubén Magnano vierte los conceptos del otro lado del teléfono es digna de quien está disfrutando de sus vacaciones en una apacible localidad, como resulta la cordobesa Nono. Allí, entre sierras, ríos y cascada, lejos del ruido y del cemento de las grandes ciudades, junta fuerza para encarar el nuevo desafío que le demandará ser coordinador de los seleccionados nacionales de Uruguay. "Esto es un lugar de ensueños, que me llena de paz. Acá le doy orden a mis ideas. Siempre acompañado de buenos asados y ricos chivitos", lanza, apenas comienza el diálogo con LA NACION. A los 65 años, Magnano mantiene la esencia que lo llevó a ser la guía espiritual de la Generación Dorada y en su ADN no se advierten rastros de la condición de emblema del básquetbol argentino, característica que le concedieron los logros y las enseñanzas. Es sagaz para el razonamiento. Su actitud concentrada, su aire cauteloso, esconden a un hombre que experimenta otra vida, además del básquet y la docencia; sabe balancear situaciones y es muy consciente de lo que se propone en la vida.
–¿Qué lo sedujo para ser el director de selecciones de Uruguay y abandonar la dirección técnica?
–La seducción indudablemente tiene que ver con los desafíos que uno se va planteando a lo largo de los años. Y asumí esta nueva experiencia porque me quiero probar si estoy en condiciones de producir resultados positivos. Obviamente, que si lo asumí es porque estoy convencido que así será. Es un proyecto integrador que apunta al futuro del básquetbol uruguayo. No se reduce solamente a aportar experiencia y ganar partidos. Mi trabajo será apuntalar toda la parte técnico-táctica, coordinar futuras acciones en las diferentes categorías, llámese campus de entrenamientos o detección de talentos. Estoy muy entusiasmado por intentar algo nuevo, distinto. Lo nuevo me seduce…
–¿Qué debería cambiar para este nuevo rol?
–Será la primera vez que no me toque dirigir. Tal vez deba ser menos impulsivo y ajustar mi pasión por el básquetbol a la mesura de coordinador. Lo demás no va a variar demasiado, siempre me apoyé en los pilares del respeto, la disciplina y trabajo para desarrollar lo que sea. Hay cosas que son innegociables a la hora de pararse delante de un grupo en el rol que me toque estar.
–¿Lo sorprendió la actuación de la Argentina en el Mundial de China 2019?
–Fue una grata sorpresa lo exhibido en el Mundial de China. En los análisis previos pensar en salir subcampeones era algo descabellado. Yo apostaba a que iba a estar entre los ocho primeros. Afortunadamente me equivoqué y lo que asoma para los Juegos Olímpicos de Tokio es muy esperanzador. Los triunfos ante Serbia y Francia marcaron un hito más en la historia de la selección y nos volvieron a revitalizar las sensaciones de estar nuevamente a la altura de las mejores.
–¿Qué opinión tiene del ciclo que conduce Sergio Hernández en la selección?
–Siento que hizo un trabajo formidable, tiene un sello propio el equipo. Potenció a los jugadores, aprovechó el personal disponible… Le temía mucho al tema físico, como los kilos y los centímetros, sin embargo, tácticamente pudieron disimular esa desventaja. La mano del entrenador y su staff técnico fue muy importante.
–En los últimos 15 años el puesto de entrenador de la selección se lo repartieron entre usted, Julio Lamas y Hernández, y en las diferentes transiciones siempre existió la cordialidad y el orden. ¿Por qué se da eso en el básquetbol que en otros deportes no existe?
–Históricamente hubo un respetuoso feeling entre los entrenadores de la selección. La posibilidad de tener una relación laboral, siendo asistentes unos de otros, ayudó a la continuidad de los proyectos bajo un mismo objetivo. Cada uno con sus formas, sus ideas y sus comportamientos buscó el crecimiento y el cumplimiento de los objetivos, salvaguardando la salud de la selección. Siempre los intereses colectivos estuvieron por encima de los personales. La selección está por encima de todos.
–¿Cómo evalúa la tarea de sus sucesores?
–Hay un buen camino trazado, más allá de los estilos y las formas. A mí me gusta comparar los diferentes procesos con la posta 4x400 del atletismo, donde cada uno pasó un testimonio con el objetivo de llegar al final con un buen resultado. Si hoy la selección de básquetbol está donde está es porque todos trabajamos para mejorar el producto que recibimos.
–¿Por qué usted es el único que después de haber llegado a lo máximo con la selección nunca más volvió a dirigirla?
–Porque nunca más me invitaron (risa). Ni siquiera sonó el teléfono para preguntarme si quería volver. En 2015, cuando se cambió el entrenador full time por el part time, ni siquiera estuve entre los tres nombres postulados. No tengo idea por qué me despreciaron. A la vista están los hechos y las actitudes que marcan los comportamientos de las personas.
–¿Le duele ese desprecio?
–El tiempo me curtió. Uno va ganando en experiencia y las balas ya no me lastiman. En algún momento traté de buscar razones internas, de analizar causas y consecuencias, pero decidí no hacerme mala sangre. Entiendo que hubo una alta cuota de desconsideración de quienes tenían el poder para decidir. Nada más.
–¿Se quedó con ganas de tener otro paso por la selección argentina?
–Me considero un hombre de básquetbol, aprendí el nunca digas nunca. Todo lo que hago, primero lo evalúo y recién después tomo una determinación. Hoy por hoy siento que la selección está súper bien cuidada y dirigida por Sergio Hernández. Es por eso que ahora estoy en otra selección.
–¿Cómo es la relación con los integrantes de la Generación Dorada?
–Como fue siempre, con muchísimo respeto. Yo nunca fui de andar llamando y estar en contacto constante con los jugadores. Cada vez que tenemos la posibilidad de juntarnos, aprovechamos a dialogar y recordar esos momentos. Pero no mucho más. Tal vez los logros obtenidos exageran un poco el tiempo que convivimos.
–¿Cuál es el mejor equipo que le tocó dirigir?
–El equipo del mundial de Indianápolis fue el mejor equipo que dirigí a nivel selecciones. Ese plantel tuvo un altísimo grado de compromiso para llegar a donde llegó. Vimos equipos con muchas ausencias en el Mundial y nuestra selección fue con todo el personal que el entrenador pretendía, y eso muestra a las claras el sentimiento para con la selección y eso es para valorar. Fue una gran pena no poder coronar todo lo muy bueno que se hizo con el título.
–¿No extraña el éxito y los momentos vividos en aquellos años?
–Cuando uno va entrando en años las emociones y las sensaciones fluyen más rápidas y te ponés más sentimental. Pero proponerme nuevos desafíos me mantiene entretenido para no vivir de recuerdos.
–¿Por qué Brasil, con más jugadores de jerarquía y figuras talentosas, no pudo lograr lo mismo que la Argentina?
–El nombre propio no te garantiza absolutamente nada, al igual que el talento, si esas virtudes no se ponen a disposición del equipo. Brasil nunca tuvo más talento y jerarquía que la Argentina. Lo que sucedió fue que, a la vista, sedujo dar opiniones ligeras porque vieron una cantidad de jugadores que tenían participación en la NBA. Y asociaron directamente a un hecho talentoso o a una producción soberbia, sin tener en cuenta los pocos minutos que jugaban en sus equipos.
–¿Le queda alguna cuenta pendiente en su carrera de técnico?
–La dimensión de los desafíos es la que me obliga a superarme. No sé si tengo cuentas pendientes en mi carrera, estoy satisfecho con lo que logré y expectante por lo que pueda lograr. Todavía estoy en actividad y tengo desafíos importantes por asumir. Este trabajo nuevo con Uruguay es muy estimulante para mí.
–En la temporada 2008/09, usted fue el último técnico en consagrarse campeón con Atenas, de Córdoba. ¿Qué le genera ver este pobre presente deportivo del club?
–Atenas está atravesando un proceso de fuerte recambio. Entiendo que este sacrificio apunta a consolidar jugadores jóvenes para un futuro inmediato y ahorrar dinero en contrataciones. El club no es ajeno a la situación socio- económica del país. Estimo que está buscando recuperar esa identidad con una apuesta que no es sencilla. Tiene muchos pibes con talento, pero faltos de experiencia. Esperemos que pronto vuelva a recuperar el protagonismo que lo llevó a ser el equipo más ganador del básquetbol nacional.
–¿Cómo forja el éxito un entrenador de básquet?
–Hay muchas variables, pero la fundamental es la preparación: el respeto y el trabajo deben ser los puntales básicos de la construcción del éxito. Y también tener la fortuna de dirigir a grandísimos jugadores.
–¿Se considera un exitoso?
–A ciencia cierta no me interesa considerarme un exitoso. Básicamente, para que no me juegue una mala pasada eso de creérmela y entrar en una zona de confort. Prefiero considerarme un afortunado de haber vivido lo que viví con el básquetbol.
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