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Río 2016: Un futuro con la generación del recambio, más terrenal y sin expectativas desmedidas
Las despedidas de Manu Ginóbili y del Chapu Nocioni dejan expuesta la renovación que necesita la selección de básquetbol; qué hay y qué falta en una situación que ya vivieron otros deportes
RIO DE JANEIRO.- "Más que una medalla, me importa el recambio y cómo reaccionen los nuevos". Sergio Hernández sabía perfectamente que los de Río iban a ser uno de los Juegos Olímpicos más especiales que haya vivido. Desde 1997, entre Julio Lamas, Rubén Magnano (dorado en Atenas 2004) y el Oveja se repartieron la conducción y asistencia del seleccionado de básquetbol, vivieron todo el proceso de decantación de un grupo que marcó la historia del deporte argentino. Deportiva y humanamente. Capaces de expandir su mensaje hasta las entrañas de la sociedad y de llegar a las fibras más íntimas, como cuando un padre le dice al hijo: "Quiero que seas más solidario, quiero que actúes como los del básquetbol, que a pesar de ser cracks, nunca se olvidan del sentido de pertenencia".
Manu Ginóbili no pensaba en Londres 2012 que habría Río 2016 a los 39. Las rodillas del Chapu Nocioni tampoco. Se dieron el último gran gusto que sus carreras merecían. No sólo dejan 17 años de habitaciones compartidas y miles de secretos y anécdotas: también un legado y una carga para los que vienen, los herederos de una campaña única. Por eso es que Luis Scola, el capitán, seguirá a los 36 haciendo de nexo entre generaciones, volcando su ejemplo y absorbiendo las presiones. Y eventualmente, tendría la colaboración de Carlos Delfino, que estaba casi retirado y le volvió a sentir el gusto a la competencia, además de cierto plus con la edad: con 33, todavía tiene mucho para aportar, más allá de que no haya alcanzado una buena performance aquí.
El futuro es ya y varios aspectos deben atenderse en un proceso crucial como el de la renovación.
Uno, es la continuidad de Hernández. Primero, ver si quiere continuar. No sería extraño que se tome un descanso después de su ciclo part time con Peñarol. Y en caso de continuidad, tampoco será fácil para él acomodarse a este momento. Ya no podrá darse vuelta y buscar un revulsivo en el banco, pedirle a Manu que cierre un partido caliente o descansar en el fuego que transmitía Nocioni en cada batalla, eso que Facundo Campazzo traduce en una palabra: contagio. Ser el timonel de este barco para el básquetbol implica ser más docente y paciente que nunca. Entrenador, psicológico y padre a la vez. Tiene mucha experiencia, sentido común, conocimientos y timming para ejecutarlo. ¿Si se va? La sucesión natural sería para Nicolás Casalánguida.
Otro punto crucial son los calendarios y la cesión de jugadores (ver aparte), ya que en medio de esta renovación de plantel, por los enfrentamientos entre la Euroliga y la FIBA, la Argentina podría llegar a verse impedida de contar con sus jugadores más importantes y que actúan en el exterior, lo que la obligaría a utilizar muchos de los que se desempeñan en la Liga Nacional.
En cuanto a los jugadores en sí, la base está cubierta. Campazzo (25 años), el nuevo dueño del equipo, y Laprovíttola (26), con sus diferentes estilos, son lo menos preocupante, aún cuando han tenido que sustituir a Pepe Sánchez, Montecchia y Prigioni. Y llegando está Luca Vildoza (21), un gran proyecto. El que mejor rendimiento mostró aquí de los nuevos fue el Pato Garino (23), afianzado en el quinteto titular y al que más suelto se lo vio. Contra Brasil, en un partido de alto voltaje, se notó su ausencia cuando fue sustituido y el equipo empezó a decaer. Tanto él como Nicolás Brussino (23), que también tuvo minutos, ya fueron reclutados por San Antonio y por Dallas y son cartas importantes como escoltas y/aleros que deberán seguir fogueándose, a partir de ahora con mayor presencia. Brussino todavía no quebró la timidez y necesita acostumbrarse a un roce físico superior.
El puesto de pivot sigue siendo el de mayores preocupaciones. Ya lo fue desde la salida de Oberto. En otros tiempos hubo alternativas, aunque no de ese relieve, entre Wolkowyski y Pipa Gutiérrez. Scola, y hasta temporalmente Nocioni, tuvieron que asumir ese rol. Las diferencias en estos Juegos Olímpicos se sintieron, y mucho. Jugadores como Nené Hilario, Pau Gasol, De Andre Jordan y DeMarcus Cousins hicieron estragos por el centro de la zona pintada y en los rebotes. Marcos Delía (24) y Roberto Acuña (25) son los que más deben progresar para poder pelear con consistencia. A la vista, no hay alternativas superadoras.
¿Es un futuro preocupante? Es un futuro para mirar con cautela, lejos de la euforia, y empezar a procesar que el tiempo mágico ya fue. Le sucedió al tenis argentino con la Legión cuando se empezaron a ir, por distintas causas, Coria, Gaudio, Nalbandian, Cañas, Puerta, Calleri, Acasuso, con la salvedad de que irrumpió un Del Potro. Pero fue uno, no una Legión entera. Le sucedió también al voleibol masculino, después de aquella camada de Hugo Conte, Kantor, Castellani, Uriarte, Quiroga y Martínez, que cambió el deporte en la Argentina entre 1982 y 1988; tuvo picos de regresos, con Milinkovic y Weber como abanderados, hasta saltar nuevamente a los primeros planos con Facu Conte, De Cecco, Solé, Poglajen y la sabiduría de Julio Velasco. Lo sufrieron las Leonas aquí, los primeros Juegos de la era post Aymar. ¿Cuánto pesaba psicológicamente dentro de la cancha la mejor jugadora del mundo? Y hablamos de un deporte, en la Argentina, que tiene un semillero importante. No son fáciles los recambios, sobre todo cuando hubo tanta calidad y satisfacciones.
Pasó la Generación Dorada, dejando su mensaje inmortal. Son tiempos de reacomodamiento, en los cuales habrá que acostumbrarse a ver más de lejos la posibilidad de podio, no crear falsas expectativas y fomentar la renovación. El Mundial 2019 y Tokio 2020 asoman como futuras grandes metas, pero siendo realistas. Utilizando, por qué no, a estas mismas leyendas, que algo saben. Y que llenaron de alegría y orgullo al deporte argentino.
cc
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