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Pepe Sánchez, aquel amigo de la infancia de Bahía: "Manu rompió todas las lógicas"
SAN ANTONIO, Estados Unidos.– Apura un café y suelta una sonrisa. Se recuesta sobre un enorme sillón en el hotel Grand Hyatt. Camina por detrás viejos conocidos de hazañas, Pablo Prigioni y Andrés Nocioni. Saluda e invita a sumarse a la charla. No puede eludir la emoción. Pone la vista en el horizonte y piensa, trae recuerdos: Bahía Blanca, Bahiense del Norte, la selección argentina, la medalla dorada olímpica de Atenas 2004, las comidas en familia, la vida.
Juan Ignacio Sánchez, "Pepe", habla de Manu Ginóbili y le brotan las palabras. Confiesa que los pañuelos descartables son los primeros elementos que guardó para la noche en la que su amigo le pondría el mejor cierre a una carrera fantástica. Fue, en definitiva, la velada en la que Manu, "el narigón" –así suele decirle al 20 de San Antonio– logró lo que ellos, cuando tenían 12 años, pensaban como un cuento fantástico que podrían alguna vez vivir.
Era una cita tan importante para Pepe que decidió vivirla con Andrea, su esposa, y con Vicente, su hijo. Era una cuestión casi de familia, porque su mujer es amiga de "Many", Marianella, la esposa de Manu. Así que, después de la ceremonia, continuarán juntos por unos días y tanto los mellizos Dante y Nicola como Luca, el pequeño de los Ginóbili, andarán corriendo de un lado al otro con el pequeño Vicente. Pepe está movilizado y no hace ningún esfuerzo por disimularlo. Su amigo está en el olimpo y él disfruta.
–¿Qué implica lo que pasó con el retiro de la camiseta de Manu? ¿Qué sentiste como amigo?
–Me voló la cabeza. La verdad es que no tengo este tipo de conversaciones con Manu, pero recuerdo que hace como dos años le dije "el día en que te retiren la camiseta yo voy a estar ahí. No me importan si me invitan o no; yo voy a estar en ese momento". Fue un día muy especial para todos. Más allá de que el homenaje fue para Manu, en algún punto todos nos sentimos parte de la ceremonia. Es raro decir algo así de un logro de otra persona. Transitamos nuestras carreras prácticamente juntos: como amigos, como compañeros, después yo como admirador, como parte de la familia... Y este día fue increíblemente emocionante. Me parece que el mayor elogio respecto a lo que vivimos es que sentimos su logro como de todos.
–¿Creés que se toma dimensión de lo que se vivió?
–Yo estoy tomado por la emoción, no puedo despegarme de eso. Para el público Manu apareció cuando entró a la NBA, pero estuve compartiendo todo con él desde los 12 años... Pero sí en parte no puedo creer lo que pasó. No estamos hablando de la carrera de un futbolista, en la que todo es más lineal: muchos la rompen, se convierten en cracks, juegan en Europa y se consagran. En el básquetbol es diferente. Manu es un argentino que se metió entre los mejores jugadores de la historia y le retiraron la camiseta; eso es extraordinario. Hay que pensar que nosotros crecimos con los posters de los jugadores de la NBA en las puertas de nuestras habitaciones. Soñábamos con ver alguna vez un partido de esos, y de repente Manu jugó en la NBA, la dominó, fue campeón, lo reconocieron como a uno de los principales jugadores de la historia... Entonces uno piensa "¿qué pasó?". Y la verdad es que Manu rompió todas las lógicas.
–Siendo exjugador de NBA, líder de una organización deportiva [Bahía Basket], ¿podés poner en palabras qué representa que una franquicia le retire la camiseta a un jugador?
–Lo que ha hecho Manu es muy, pero muy grande. Es complejo ponerlo en palabras para darle dimensión. Incluso nosotros, que hemos tenido la suerte de ser parte de la elite del básquetbol, cuando vemos lo que pasó con Manu decimos "pfff, esto es otra cosa. Es imposible de igualar". Luis Scola tuvo una gran carrera en Houston, Fabricio Oberto fue campeón en Spurs, Prigioni dejó grabado su nombre en la NBA en el final de su carrera, Nocioni la rompió en Chicago, Carlos Delfino fue importante en Detroit, Wolkowyski y yo jugamos en el arranque... pero lo que hizo Manu es de otro universo. Se mete en la pelea con los grandes de la historia de la NBA. No con los de FIBA, sino con los de ¡la NBA! Como competidor lo comparan con Kobe Bryant. ¿Qué más hace falta?
–¿Cómo juegan los recuerdos de niños frente a esto?
–Vuelvo a los chicos de Bahía. Todo bien con el estadio con 18.000 personas, las ceremonias y todas esas cosas. Sin embargo, ante el momento exacto del retiro de la camiseta, con su familia acompañando todo, sus amigos mirando cómo Manu era homenajeado y amado, la imagen que vino a mi cabeza fue la de cuando teníamos apenas 12 años y jugábamos en preinfantiles contra cualquier equipo local. Y no puedo dejar de preguntarme qué pasó. Incluso alguna vez hemos charlado en vacaciones en la playa y nos miramos y nos preguntamos cómo era que nos había tocado vivir todo esto, cómo habíamos llegado hasta ahí. Y la ceremonia fue una culminación de la magia de lo inesperado, de lo impredecible, de lo imposible. De chicos soñábamos las mismas cosas y teníamos un sueño mucho más terrenal, cotidiano... Después las cosas se elevaron y nos animamos a pensar un poco más en grande. Pero no hay ni forma de soñar lo que logró Manu. Es difícil hacer cosas que nadie siquiera imaginó. Él las hizo y ahí está la magia.
–Además, Manu guarda los valores que trajo desde Bahía Blanca, ¿no?
–Siento que él no está cómodo con todo lo acartonado y lo ceremonial, pero eso no le sucede con la emoción sincera de la gente que lo quiere. Es muy cercano a la gente que es genuina con la alegría de sus logros. Siempre fue muy inteligente emocionalmente para poner lo que realmente importa por delante de lo que no. Admiro mucho su capacidad de decir que no y advertir lo que sí vale la pena. Y eso es dar prioridad a lo humano, a estar cerca de su familia por encima de cuestiones que pueden alimentar su ego. Cerca de los afectos, de sus amigos. Está siempre activo, con inquietudes, con deseo de cultivarse… Manu siempre eligió enriquecer su costado emocional por encima del material.
–¿Cómo manejás tu emoción?
–Intenté hacer el ejercicio de pensar poco. Me concentré en vivirlo y estaba seguro de la emoción que se iba a vivir. Estoy movilizado, porque post retiro uno hace el ejercicio de dejar de ser el superdeportista para volverse una persona vulnerable como cualquiera. Entonces, no luché con la emoción y tenía a mano mis pañuelos para disimular. Fue todo muy loco aquí, todo muy fastuoso. Pero la sensación fue ver al chico de Bahiense con 12 años parado en el medio del AT&T Center. Y acompañado por su familia; ver ahí a Many, su compañera incondicional... Es todo muy fuerte.
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