Matías Cardozo va con fuerza a bloquear a un contrincante, su silla de ruedas golpea estruendosamente contra la del oponente. La colisión es tan fuerte que las ruedas se levantan y la silla de Matu, nombre que tiene escrito en su remera, termina girando como un trompo sobre el apoya pie. Por un segundo el asiento móvil queda estático, en perfecto equilibrio. Hay dos opciones: vuelve a su posición natural o cae para adelante. Y Cardozo, atado a ella, se va de cara al piso.
Oriundo de Ituzaingó, Cardozo era un adolecente de 15 años que estaba pasando sus vacaciones en Mar del Plata. Se encontraba en Playa Grande cuando empezó a sentir un dolor insoportable en su espalda. Al poco tiempo perdió el conocimiento y fue trasladado a un hospital. Cuando se despertó ya estaba cuadripléjico. Había sufrido un infarto medular por causas desconocidas. Entró en un profundo pozo anímico y pensaba que no iba a poder hacer muchas cosas en su vida. Hoy tiene 28 años, hace seis años que vive con su novia Catalina, maneja un auto, trabaja, viaja por el mundo y es parte de la Selección Argentina de Rugby sobre silla de Ruedas.
“Después de que me accidenté, en 2004, estuve unos meses en rehabilitación. Estaba muy bajoneado. El día que salí vino Carlos Breyaui a presentarme mi silla de ruedas, con la que iba a salir de ahí. Vi que venía andando en su silla de ruedas y que empujaba la mía con la mano”. A Matías lo impresionó la independencia de Carlos a pesar de su discapacidad. Cuando salieron de la clínica, Breyaui le dijo “mirá como hago la willy”: acto seguido, se tiró para atrás y levantó las dos ruedas delanteras de su silla para alinearlas con las traseras en posición vertical. “Yo quiero hacer eso”, pensó Cardozo.
Enseguida le pidió a su padre que le pagara un curso de vida independiente que organizaba Breayaui. Ahí le enseñaron a bañarse y cambiarse solo, a subir y bajarse de la silla por su cuenta, a hacer sus necesidades básicas sin depender de nadie. “Uno debe ser muy creativo para poder arreglárselas y no tener que andar pidiendo ayuda”, asegura Cardozo. En el curso descubrió el Quad Rugby: el Rugby sobre silla de Ruedas. Antes, Cardozo no había hecho ningún deporte de alto rendimiento, simplemente jugaba al fútbol con amigos. Se subió a una de las sillas adaptadas, le enseñaron cómo se jugaba y nunca más lo dejó.
Breyaui le dijo “mirá como hago la willy”: acto seguido, se tiró para atrás y levantó las dos ruedas delanteras de su silla para alinearlas con las traseras en posición vertical. “Yo quiero hacer eso”, pensó Cardozo.
“Nunca falto a un entrenamiento”, jura Cardozo. Son los lunes, miércoles y viernes de 19 a 21.30 en el Instituto de Rehabilitación Psicofísica del barrio porteño de Belgrano. “Si tengo algún evento en el mismo horario, no voy. Si tengo que ir a comer a lo de mi suegra, voy más tarde y todo chivado”. Por esta constancia cree que saca alguna diferencia a nivel local. Pero en el plano internacional dice que “hay otro nivel”. “Estamos muy lejos de otros países como Canadá, donde se creó el deporte, y Estados Unidos”, afirma.
A Estados Unidos es a donde fue a competir seis meses durante 2011. “Ahí la liga es súper competitiva. Hay 20 equipos, solo aceptan a un extranjero en cada uno, y casi todos los jugadores se dedican exclusivamente a eso. Se entrenan todos los días”, dice Matías, que agrega: “Tienen un concepto de igualdad muy fuerte, te ponen rampas en todos lados, los colectivos están muy bien adaptados y hay baños para discapacitados en cualquier lugar. Acá, en vez de igualdad hay lástima. En Estados Unidos, un día me olvidé el pasaje para el colectivo y no me dejaron viajar, porque sos igual que todos. Acá no te cobran, pero está todo mal adaptado”.
Cardozo cree que el Quad Rugby le cambio la vida: “Cuando sea viejo no sé qué voy a hacer. Jugar al Quad Rugby te da una fuerza de brazos tremenda que después te ayuda para ser independiente en la vida. Yo subo al auto solo, me muevo solo, puedo hacer muchísimas cosas por mi cuenta”. Y agrega: “Yo sé que si un día estoy enojado voy a entrenarme y descargo toda la energía, después ya ni me acuerdo por qué estaba enojado. Además, es un lugar donde uno comparte algo y se comunica con muchísima gente que tiene problemas similares a los que tiene uno".
Cuando sea viejo no sé que voy a hacer. Jugar al Rugby te da una fuerza de brazos tremenda que después te ayuda para ser independiente en la vida
Dinámico y con mucho contacto, el Quad Rugby fue importado en 2005 por Juan Foa, quien se había lesionado al golpearse con el borde de una pileta. Se utilizan sillas especiales ruedas y apoya pie metálico. Los jugadores están sujetos por un arnés en la cintura. Se juega de a cuatro contra cuatro en cancha de básquet con pelota de vóley. Hay dos conos en cada punta de de la cancha que marcan el ingreso a la zona de anotación. Cuando alguien logra entrar a esa zona con la pelota en posesión, anota un punto.
A diferencia del rugby tradicional, en este deporte la pelota sí se puede pasar para adelante. En vez de tacklear, los jugadores bloquean a los que tienen la pelota chocándolos con su silla. Esos golpes producen un ruido metálico que puede llegar a ser de gran intensidad. No hay formaciones fijas y se anotan puntos constantemente. Es común que un partido termine 50 a 50, por ejemplo. Los choques entre sillas son tan fuertes que son una constante las caídas. “Al principio te da un poco impresión, pero después te das cuenta que estás muy atado; no te puede pasar nada”, dice Cardozo.
Matu no solo juega, sino que difunde el deporte: “Vamos por centros de rehabilitación para reclutar jugadores, para mostrarles que hay otra vida después de la lesión. Muchos piensan que la vida termina ahí, pero hay mucho más. Mucha gente cuadripléjica se casa y tiene hijos”. Pero advierte: “Hay que estimular rápido todos los músculos que te queden operativos, sino es muy tarde. Una vez fui por zona norte a buscar a un chico que había sufrido un accidente y estaba postrado en cama sin hacer nada. Le dije que yo no lo iba a obligar a nada, pero que había una vida increíble, que no era el fin del mundo. Él se quedó mirando el techo y no me dijo nada. No lo vi más”.
Vamos por centros de rehabilitación para reclutar jugadores, para mostrarles que hay otra vida después de la lesión. Muchos piensan que la vida termina ahí, pero hay mucho más
A pesar de esa negativa, pudo convencer a otros: “Hay un ex policía, José que juega con nosotros hace un par de años. Yo lo conocí en el hospital Churruca, donde trabajo como administrativo. Está en silla de ruedas por un balazo. Le venía diciendo desde nueve años que viniera a jugar. Si hubiera arrancado cuando le dije, hoy estaría mucho mejor”, asegura Matías.
Remar, así le dicen ellos, eso es lo que hace la gente en silla de ruedas cuando se traslada de un lado a otro haciendo girar sus ruedas con las manos. Eso es lo que hace Cardozo cuando el Quad Rugby está de vacaciones: sale a remar por la Avenida Juan B. Justo, cerca de su casa en el barrio de Monte Castro. Para hacerlo más rápido y con más estabilidad, le agrega a la silla una rueda que va metro y medio delante de él conectada por fierros al asiento.
Distintos fueron sus inicios sobre ruedas en Ituzangó. “Había muchas calles de tierra y todo se complicaba”. En la casa de sus padres lo ayudaban con todo, “me estaban todo el día encima”. Fue en EEUU cuando se dio cuenta que podía valerse por sus propios medios: apenas volvió a la Argentina, se mudo de la casa de sus padres, consiguió trabajo y empezó a manejar su auto adaptado. Todo a los 22 años.
Matías juega en Caranchos: un equipo que formó con un grupo de jugadores que separaron de Buitres, el otro equipo de Buenos Aires. Rosario, Córdoba y Tucumán tienen un equipo cada uno. De esos equipos son elegidos los representantes de la Selección Argentina.
El equipo nacional no tiene ningún nombre, jugó múltiples competiciones sudamericanas y panamericanas y solo llegó una vez a ir al mundial, en el 2010. Nunca logró clasificar a un juego paralímpico. Los deportistas del Quad tienen una beca de la secretaría de Beca secretaría de deportes y también los apoya la Fuar: Fundación de la Unión Argentina de Rugby que ayuda ex jugadores de Rugby lesionados. Algunos lesionados del rugby juegan al Quad Rugby. De hecho, uno de los impulsores del deporte en el país fue Patín Colombo, ex jugador de La Plata Rugby que se lesionó jugando al deporte ovalado.En la cancha, Matu se muestra como uno de los de mayor fuerza, velocidad y criterio: “a nivel internacional, que es lo que me interesa a mí, estoy muy por debajo de la media. Me encantaría poder vivir de esto. Los amputados hacen la diferencia en serio. Ellos, a pesar de que pueden no tener ninguna de las dos manos, tienen una movilidad muy superior. Hay que conseguir uno para el equipo, nos tenemos que mover para conseguirlo. En córdoba tienen uno, y sacan mucha diferencia”.
Es una noche de calor y humedad en Buenos Aires, pero más calor hay en el gimnasio de Belgrano donde Caranchos y Buitres se pelean con desesperación por la pelota. Federico Menini, entrenador de ambos equipos, hace de árbitro con el torso desnudo. Matu no puede agarrar un pase que lo dejaba solo a un metro de la línea de anotación. Un suplente le dice algo para cargarlo y Matías, siempre en tono de complicidad, sale de la cancha para chocarlo. Ambos ríen.
Matías Cardozo Rema con fuerza para bloquear a un contrincante, su silla de ruedas golpea estruendosamente contra la del oponente. La colisión es tan fuerte que las ruedas se levantan y la silla de Matu, como dice en su remera, termina girando como un trompo sobre el apoyapié. Por un segundo queda estática en perfecto equilibrio. Hay dos opciones: o vuelve a su posición natural o Cardozo cae con la silla de cara al piso. Matías cae, pero logra poner las manos para sostener el peso de suyo y de su silla. Se empuja para arriba y de alguna forma logra quedar tirado de espaldas al piso, siempre atado a la silla, y con las patas para arriba. Se ríe, esta vez lo van a tener que ayudar: El entrenador se acerca y lo levanta.
La caída no lo amedrenta: Matías va a marcar de un lado al otro, da la sensación de que quiere tirarse de cabeza para marcar en cada jugada. Y lo hace, involuntariamente, cuando cae de costado entre dos sillas. Se golpea un poco la cabeza. Queda tirado, atado a la silla, de costado. Se ríe y, una vez más, el entrenador lo levanta para volver a jugar.
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