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Manu Ginóbili, contra la desconfianza eterna: nadie creía en el bahiense cuando recién empezaba en San Antonio
-Hola soy Manu Ginóbili , estoy con los Spurs .
-No lo estás.
Así fue el primer dialogo entre el 20 de San Antonio y Tim Duncan , que hace un tiempo confesó: "Pensé que era otro experimento de Popovich".
Y así se podría contar otras tantas. Ahora todos se admiran de que el bahiense esté en su 16ª temporada a la NBA y de que siempre participó en los playoffs. Y se derriten los hinchas porque con 40 años les enterró la pelota en la cara a los jugadores de Sacramento Kings para llevar a su equipo a una postemporada que –parecía– se le escapaba. Pero el propio Duncan lo miraba de reojo por entonces...
"No me querían. Ellos hicieron una apuesta conmigo, dijeron que era la última elección de la segunda ronda. Tomaron la decisión de «vamos a apostar por este jugador. Capaz que mejora dentro de unos años». De entrada dijeron «no te necesitamos, seguí entrenándote y mejorando, y algún día vas a llegar»", manifestó Manu en 2014.
La frase de Ginóbili, tras la conquista del cuarto anillo de la NBA, reveló que la desconfianza sobre su talento era una moneda corriente en Texas. Tenía sentido. ¿Quién iba a pensar que ese chico de Bahía Blanca iba a tener más partidos que Michael Jordan con anotaciones de dos dígitos a los 40 años?
"Los jugadores que triunfaban en Europa eran mirados con respeto pero también con algo de recelo. Algunos podían traer cierta arrogancia. Recuerdo que cuando Manu comenzó a trabajar con nosotros, en ese primer verano fui durísimo con él. Le bajé mucha presión y también fui muy intenso en el campo. Era necesario saber si estaba preparado para ser parte del equipo. Fui todo lo duro que debía. Nunca dijo nada, se levantó y siguió adelante. Todos queríamos saber de qué estaba hecho", recordó Bruce Bowen, campeón en 2003, 2005 y 2007.
Está claro que todavía están tratando de advertir en San Antonio de qué está hecho Ginóbili, porque Rudy Gay dijo que quiere un frasco de su sangre para transfundirse un poco. Y los demás compañeros aseguran que necesitan beber un poco del Grandpa Juice. Nadie puede creer que siga compitiendo de esa forma a los 40 años. "Pasan cosas raras en esta NBA", escribió el argentino en una de sus columnas en LA NACION.
"Cuando tengo la pelota en las manos ya no siento que puedo salvar al mundo como lo hacía antes. Las responsabilidades del equipo deben pasar por las manos de otros. No puedo resolver cosas como lo hacía antes. Me costó aceptar esa realidad, pero desde hace un tiempo la entiendo", dijo en una entrevista con LA NACION.
Y se trata de una situación lógica que no le den la pelota hoy para cerrar un partido. Sin embargo, marcó 34 puntos en los últimos dos juegos y torció el rumbo de los encuentros con Portland y Sacramento en el cierre de la etapa regular para clasificarse para los playoffs. No es todo: Popovich le asignó la pelota para que cerrara el duelo contra Boston con un triple un metro por detrás de la línea de tres puntos, y diseñó la ofensiva para que él definiera el partido frente a Dallas con una bandeja de zurda.
Ahora bien, quizás alguno crea que esto de mirar con cierto recelo al bahiense es producto de la arrogancia de la NBA, un universo que siempre se sintió dueño de la pelota. Nada de eso. También en el Viejo Continente tenían reservas sobre el argentino, que parecía tener talento.
El dueño de la desconfianza siempre fue el mismo personaje: Emanuel Ginóbili. Le tocó rendir examen cuando desembarcó en Kinder Bologna en 2001. En la primera semana de entrenamiento con el equipo italiano ya se encontró con pruebas en su camino.
Casualmente, hoy comparte la franquicia texana con Ettore Messina, que en ese momento era el entrenador del conjunto italiano. En el primer contacto entre ellos, el entrenador quería comprobar qué tipo de madera tenía en sus manos. ¿Por qué confiaría en Ginóbili? Para eso armó dos equipos. De un lado estuvieron los titulares, incluidos Sasha Danilovic, Hugo Sconochini, Alexandro Abbio y Antoine Rigaudeau, y del otro, Manu y Marko Jaric como las nuevas caras del club. El sistema de juego estaba ordenado y todo pasaba por los tiempos de Danilovic, que era el jugador más determinante de Europa, una estrella, un icono del deporte. Pero en un momento Messina decidió parar el partido y hacer algunos cambios para comenzar medir al nuevo: Ginóbili pasó a los titulares.
Y comenzó el show: el bahiense tomó la pelota, corrió todo el campo y tiró un triple a la carrera. Quería demostrar que no estaba ahí de casualidad. No se calmó, y como su cuerpo pedía más riesgo, en la jugada siguiente volvió a tomar la pelota, corrió de costa a costa y tiró otro triple. "Danilovic paró el entrenamiento, agarró la pelota, se la puso debajo del brazo, se acercó a Manu, le mostró la pelota y le dijo: «¿Ves esta? Esta es mía. Así que fijate lo que querés hacer»", recordó Hugo Sconochini.
A los pocos días Danilovic anunció su retiro y los planes de Messina se vieron un poco trastocados. Incluso, el entrenador italiano recordó que en su primer partido de Euroliga Ginóbili anotó apenas un punto desde la línea de tiros libres. Cuando terminó el encuentro que jugaba Bologna en Grecia, Messina se acercó a uno de sus asistentes y le dijo: "Si él [Ginóbili] va a ser nuestra primera opción ofensiva, estamos en muchos problemas".
Seis meses más tarde Manu recibió el premio al jugador más valioso (MVP) de las finales de la liga italiana y la Euroliga y conquistó la Copa Italia. Bologna celebró la triple corona en 2001.
Adam Silver, el actual comisionado de la NBA, asegura que el 20 de San Antonio es una fuente inspiración para todas las organizaciones de la competencia. Algo muy distinto a lo que presagiaba el propio Yuyo Ginóbili, el padre de Emanuel. Una mañana, a principios de los años ochentas, tomó el teléfono y marcó el número de Gabriel Colamarino, el director técnico de Bahiense del Norte: "Te llamo porque estoy preocupado como papá de Manu. Se esfuerza mucho, se entrena duramente, pero tengo la sensación de que no va a llegar a ser como los hermanos. Manu va a tener que dedicarse al estudio". Y en el documental Jugando con el alma contó que "lo veía muy chiquito para el básquet". Esto de andar peleando contra todo y todos es una cuestión de cuna para el bahiense.
Así que ahora, para los playoffs, nada de creer que va a resolver las cosas con una volcada o un triple, una bandeja o un robo. Está camino a los 41 años; es imposible que haga mucho más para su equipo...
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