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Luca Vildoza con LA NACION: “New York, los Knicks y Rose a mi lado: no puedo pedir más”
El base argentino vive un sueño: será parte de la NBA y tendrá la chance de pisar cada día el Madison Square Garden; está ansioso por conocer el Central Park, por ser fanático de la serie Friends.
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Se le escapa la sonrisa. Ensaya un gesto más serio para concentrarse en cada respuesta, pero no puede manejarlo: vuelve a dibujarse una mueca de felicidad. Se acomoda en un sillón azul, de fondo unos ventanales ofrecen un verde intenso y él luce orgulloso una hermosa remera con la figura de Indio Solari en el medio del pecho y la inscripción “Argentina” en un ángulo derecho. Cuenta que la compró en España, y se acomoda una y otra veces en su asiento. Está inquieto, está flotando, está viviendo un sueño: está en la NBA. Luca Vildoza se despega del suelo, sobrevuela las calles de Nueva York, vuelve a su Mar del Plata natal, se remonta por Vitoria y planea con la camiseta de New York Knicks por sobre el Madison Square Garden.
Tiene 25 años, es un animal competitivo y está ante su posibilidad más deseada: ser parte de una franquicia de la competencia más poderosa del planeta, la NBA (acordó un contrato no garantizado por cuatro temporadas a cambio de 13,6 millones de dólares). Pero no quiere confundirse. En medio de esa locura se aferra a sus afectos, como sus papás, Gabriela y Marcelo, que están con él en España. Ubica en un lugar especial a su abuela Angélica, que desde Mar del Plata sigue todos sus partidos. Y ya lo invade una cuota de nostalgia por tener que dejar por un tiempo a su perro, Sam, un setter irlandés, que resultó determinante en parte de su crecimiento como persona. En una charla con LA NACION, el base argentino permite meterse por un rato en su intimidad para conocer cómo está viviendo su salto al mundo más cautivante, saber cómo toma ser el 15º argentino en llegar en la NBA.
–Hace menos de un año y medio fuiste subcampeón del mundo por la Argentina, hace casi uno te coronaste como MVP en el título de la liga española por Baskonia, y ahora, la NBA. ¿Cómo llevás todo esto?
–Pasó todo de golpe, no me dio ni tiempo de procesar todo lo que viví. Es muy loco, es impresionante. Es un sueño. Uno de chico sueña con llegar a lo máximo, y dar este paso en mi carrera es tremendo. Soy el jugador número 15 en la historia de la Argentina que llega a la NBA, y seremos 16 con Lea Bolmaro, que se sumaría el año que viene [a Minnesota Timberwolves]. Me hace sentirme especial y me hace sentirme más feliz porque la gente que está a mi lado está inmensamente feliz. Por eso estoy que exploto de felicidad.
Compacto de jugadas de Vildoza en Baskonia
–Vas a una franquicia mítica, New York Knicks. ¿Se podía pedir más?
[ríe] –Es muy loco. New York, los Knicks y [Derrick] Rose a mi lado: no puedo pedir más. Paso de Mar del Plata a Vitoria, que es una ciudad hermosa pero pequeña, y ahora a una de las mejores ciudades del mundo. Estoy seguro de que eso es lo que más va a impresionarme, independientemente de la organización y el equipo. Y voy a jugar en un estadio mítico. Es el único que conozco de nombre en Estados Unidos y el primero que voy a pisar... No sé cómo explicar lo que siento. Estoy en las nubes.
–Siempre dijiste que querías estar enfocado, que debías no castigarte tanto si las cosas no salían, y por eso hiciste un cambio. Incluso reconociste que dejaste de ser “el pibe de Quilmes que hacía cosas lindas” para convertirte en “un jugador de básquetbol”. ¿Esta chance llega en el momento justo de tu carrera?
–Creo que sí. Entiendo que esta temporada fue la que más me ayudó. Si bien el premio [MVP] del año pasado me permitió darme cuenta realmente de dónde estaba parado, creo que fue en esta temporada en España cuando mostré lo que puedo hacer. Y además siento que todavía no llegué a mi techo. Por eso me propuse trabajar, evolucionar y crecer físicamente, porque estoy convencido de que puedo dar un paso más. Soñaba con jugar la Euroliga, lo cumplí y descubrí que podía dar más. Por eso, cuando apareció esta oportunidad no dudé de tomarla. Hoy siento que definitivamente dejo atrás ese pibe de Quilmes. Sigo siendo ese tímido de siempre, pero convertido en la persona que soy hoy: un hombre, más que el nene que era antes.
–¿Te pusiste a investigar al equipo, cómo juega, los sistemas y demás?
–Estuve mirando los últimos partidos, para ver cómo juega. Le pedí a mi agente que pidiera el playbook de las jugadas, pero verlo desde afuera es distinto. Puedo saber cómo juegan mis compañeros, mirar highlights y estudiar sus estadísticas, pero hasta que me enfrente con ellos no voy a saber en qué nivel estoy. Estoy ansioso por llegar y ver qué va a pasar. Por saber si estoy o no a la altura, y qué debo mejorar.
–Por cómo te gusta saber sobre cada cosa, para vos no es novedad que llegas a una franquicia que tiene cuatro bases [Rose, Elfrid Payton, Immanuel Quickley y Frank Ntilikina]. Y que el francés Ntilikina, un tremendo talento, tiene poco lugar en la rotación. ¿Es un desafío más grande para vos?
–Para eso voy, porque quiero medirme con los mejores jugadores del mundo y quiero ganarme un lugar ahí. Sé de todas las dificultades que implica algo así, porque voy a un equipo que está armado, que tiene su química, pero voy a trabajar y a mejorar. Y después, a ganarme un lugar. Si bien hoy a los que van a ser mis compañeros los tengo allá arriba, cuando estamos en la cancha tendremos que enfrentarnos de igual a igual.
–Hay momentos de mucha intensidad en la carrera de un deportista de alto nivel y no es sencillo estar siempre enfocado. ¿Hacés terapia para encontrar ese equilibrio?
–De vez en cuando charlo con mi psicólogo [Pablo Pagnussat], que es el mismo que tenía cuando me fui de Quilmes, de Mar del Plata. En especial, en los momentos altos y los bajos. Cuando las cosas salen bien, no recurro tanto, pero cuando en el juego no me salen las cosas, cuando las lesiones aparecen, como me sucedió en el último tiempo, está bueno tener un espacio para descargarse. Realmente me ayuda mucho. Y seguro que voy a seguir en contacto.
–No es un detalle que Nueva York será tu nueva casa. En algún momento Kristaps Porzingis [hoy en Dallas Mavericks] contó que cuando estuvo en Knicks se llevó a su familia para no desenfocarse ante semejante ciudad. ¿Lo tenés en cuenta?
–La verdad es que sí. No la conozco. Vi planos y advierto que todo queda lejísimos. Acá, en Vitoria, estoy a tres minutos de auto del lugar de entrenamiento. Entonces, tendré que adaptarme a una nueva vida. Voy a ir solo allá, tendré la cuarentena y después voy a ir acomodándome. Estoy ansioso por conocer el Central Park: yo soy fanático de la serie Friends y me encantaría conocerlo.
–¿Cuando subas al avión lo primero que va a sonar es Flight 956, del Indio Solari?
–Exacto, pero también estoy escuchando mucho en estos días To beef or not to beef, en la que dice que se va en “un trip a gringolandia”. De todas sus letras siempre hay algo que me identifica. Muchas veces me refugio en la música.
–Facundo Campazzo, Gabriel Deck, Florencia Chagas, vos y el año próximo Leandro Bolmaro, todos en Estados Unidos y en el más alto nivel. ¿Motiva el doble?
–Está buenísimo y sin dudas me motiva. Y si bien Estados Unidos es muy grande, estar en el mismo lugar y hablar constantemente con ellos ayuda. Sabemos que la temporada de un jugador no va siempre hacia arriba, que tiene sus altibajos, así que está genial tener con quién compartirlo. Para mí es un orgullo y un privilegio ser uno de los que están en la mejor liga.
Juju se pone lindo esto!! https://t.co/mJWQ8IPsPx
— Facu Campazzo (@facucampazzo) May 5, 2021
–¿Cómo te llevás con el inglés?
–Es un poco argento, pero vengo bien. Jugar acá con extranjeros me ayudó en ese sentido. Lo hablo con algunos compañeros; me llevo bien con el inglés. Hice algunos cursos en España, pero sé que debo seguir estudiando cuando llegue allá.
–¿Por qué es tanto refugio para vos tu perro?
–Estuvo cuando yo estaba solo, le daba igual si venía de jugar un partido bien o mal o si me había peleado con alguien, estaba ahí esperando a que llegara para darme su alegría. Me ayudó a despejarme. Cuando estaba agobiado, tenía un compañero con quien podía poner la cabeza en otro lado. Es mi responsabilidad, también, y eso me ayuda a crecer como persona. Porque si bien no es un hijo, lo asumo como tal, ya que tener esa responsabilidad me permite concentrarme en cuestiones más profundas. Sé que hice muy bien en traer un perro a mi casa.
Mirá las almas a tu alrededor, mirá el amor que está a tu costado 🐶🍀 pic.twitter.com/okpGv0BzwJ
— Luca Vildoza (@LucaVildoza) July 16, 2020
–Te vas a dormir y ¿qué te viene a la mente?
–No puedo dormir; llevo dos semanas sin hacerlo. Creo que ayer por primera vez dormí más de cinco horas seguidas. Es que tengo millones de interrogantes. Pienso en cómo voy a presentarme, qué voy a decir, cómo voy a entrenarme... Hasta pienso qué cosas debo poner en las valijas. Todo eso me mantiene despierto y me mantiene viviendo este sueño, que pasa una vez en la vida.
–¿Sabés qué número vas a pedir?
–Quiero pedir el 17 porque es el cumpleaños de Sam [17 de julio]. Es como una forma de tenerlo cerca, como saber que está conmigo.
–¿Cuál es la imagen más recurrente que tenés?
–Hay una que tengo todo el tiempo dando vueltas: el entrenador me llama para mi ingreso, yo estoy sentado con la espalda contra los carteles de publicidad en el medio de la cancha, y cuando se da el cambio... se termina la secuencia. Son pensamientos que van y vienen. Es la ansiedad que tengo. Estoy esperando que llegue el momento. Que se cristalice el sueño.
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