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Leandro Bolmaro, a la NBA: "Cebollín", el nene que deslumbró en atletismo, hacía pelotas de papel y terminó en la élite del básquetbol
"Pasó todo tan rápido que no terminás de caer. Hace tres años estaba jugando una final, el 11 de noviembre, con el Inti Asociativo. El 29 de noviembre de ese mismo año (2017) debuta en Liga Nacional y de ahí fue todo vertiginoso"
Osvaldo
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"Muy juguetón. De muchos amigos, muy sociable… La casa estaba siempre llena de chicos que venían a jugar. Cuando se fue a jugar al básquet se perdió todo ese movimiento. Primero fue su hermana con el atletismo, después Leandro. Teníamos todos los fines de semana ocupados llevándolos a todos lados para competir, entrenamientos para la selección, a Córdoba, a Buenos Aires…"
Adriana
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"Un genio, un genio. Como hermano es un 10, pobre. Nosotros nos llevamos 6 años y cuando éramos muy chicos jugábamos a la escuela y él se sentaba para que yo le dé clases y se la bancaba todas… Siempre nos llevamos muy bien y cuando fue creciendo también. Nos contamos la mayoría de las cosas, desde preguntarnos cómo nos queda la ropa hasta situaciones de la vida que nos vamos apoyando"
Camila
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Cada definición permite comprender quién es el chico que domina la escena. El pulso exacto de la intimidad de Leandro, de Cebollín, del pibe eléctrico de Las Varillas, del enorme talento para el atletismo, de el Lean que se la pasaba horas tirando al aro que su papá le puso en el fondo de la casa. No hay misterios, una familia contenedora, un amor tremendo por el deporte, un calor de hogar incalculable, una ruta perfecta para llegar hasta cualquier objetivo, un horizonte que tiene a Minnesota Timberwolves como la futura casa de Leandro Bolmaro, de 20 años. Un combo perfecto, un destino de NBA que luce inevitable.
No estaba en el radar de las miradas más selectas del básquetbol argentino. Y eso fue hace no más de 8 años. El atletismo era lo que le gustaba a Leandro, porque claro, Camila, era una destacada atleta, especialista en 400 metros. Aunque para él todos los deportes eran una posibilidad cierta para divertirse: "No sabés lo que le gustaba. Se prendía en todas. Handball, básquet, fútbol… Era buen arquero. Tuve una agarradita con uno de los profesores, porque lo querían empujar a hacer fútbol. Le dije: ‘No lo exijo yo, no le va a decir otro lo que tiene que hacer’. Empezó con atletismo porque su hermana hacía atletismo. A los 9 o 10 años empezó con el básquet. Y saltó a preinfantil. Fue haciendo las dos cosas en simultáneo. A los 14, tenía condiciones para las dos cosas. En el U15 de atletismo, se pierde un 3x3 con San Francisco porque tenía pruebas combinadas y dijo: ‘Hasta acá llegué’. La mamá le dijo: ‘No vas a conocer lo que conocés con el atletismo en básquet’, relató Osvaldo con una mueca de broma. Las sonrisas brotan y Adriana se confiesa: "En el colegio andaba bien. Y a mí me daba lástima que dejara el atletismo. Le dije eso en ese momento y no sabés lo que me carga ahora".
Naturaleza total en la familia de Leandro y eso lo tiene él en su mochila de valores. Humilde, con muchas ganas de aprender, no pierde en ningún momento su ADN de Las Varillas, donde primero fue Cebollín: "Tenía los pelos paraditos, de atrás de la cabeza y de arriba. Primero fue Cebollín y ahora es Cebolla", cuenta Osvaldo. Y el papá de Bolmaro da un paso más y cuenta cómo lo llaman ahora en Barcelona: "El culeao", el sello de identidad para que cualquier cordobés. "En Barça le dicen culeao, porque él se la pasa diciéndole a todos así. Entonces, el otro día veía un video cuando viajaban a Valencia y Mirotic (Nikola), le decía: ‘dale culeao pasame las cartas’", revela con una carcajada Osvaldo.
El camino de Leandro fue atípico, porque su relación tardía con el básquetbol tiene que ver con que hace seis años (2014) era campeón nacional de hexatlón en la categoría Sub 14 de los Juegos Evita y dos años después iba a ganar el decatlón en la Copa Nacional de Pruebas Combinadas. "Empieza atletismo porque mis papás me llevaban a todos lados y como él andaba metido en todos lados, creo que mi entrenador lo anota en 60 metros llanos o en salto en largo y ahí es como que arrancó. Me acuerdo que en un torneo acá en Las Varillas, que ganó los 80 metros con vallas, pero cuando iba pasando esas vallas, lo hacía con una facilidad… Y la verdad que ahí pensé, este chico algo tiene, porque esa prueba requiere de mucha coordinación, de mucha técnica. No sé cuántos años tenía, pero cuando lo vi pasar las vallas como si fuera algo normal, de verdad que me asombró. Y después siguió con las pruebas combinadas y hacía bien. Tiene condiciones para todo", explicó Camila.
Siempre tenía mucha energía. Estaba todo el tiempo activo. "Era muy hiperactivo. Si le sacábamos la pelota hacía bollos de papel y jugaba con eso. No había manera. Le daba vuelta la casa a la abuela Lola", relata Adriana y Osvaldo, entre risas, saca una anécdota que permite conocer un poco más el humor y el temperamento de Bolmaro: "A los doce años, tenía un aro en el patio y estaba horas tirando. Yo dirigía, tenía una escuelita de básquet y le daba todos tipos de fundamentos. Un día le llamé la atención porque no estaba haciendo algo bien y me dijo: ‘qué te creés, que yo soy Ginóbili’".
Es una familia muy unida y cada paso fue celebrado, pero el desarraigo fue todo un tema. Es que Leandro siempre jugó para Almafuerte y Osvaldo lo acompañó a cada lugar. Después fue una experiencia corta, muy corta en El Ceibo, de San Francisco, en la Liga de Córdoba, lo que le permitía a la familia estar cerca. Cuando dio el salto a Bahía Blanca, para jugar en Weber Bahía Basket, tras desestimar la idea de ir a la Universidad en los Estados Unidos (una chance que le sugirió Shaquille O’Neal cuando lo vio en un NBA Sin Fronteras, en Bahamas) la puerta de Europa se abrió con fuerza y Barcelona apareció en escena. Eso fue todo un impacto para la familia: "La mamá lo disimula más, pero yo ya recurrí al psicólogo por el tema de Barcelona, era muy lejos…", reconoce Osvaldo.
Se divierten y se restriegan los ojos cuando advierten que su hijo está en la elite y el apellido Bolmaro está vinculado a la NBA: "Es algo loco lo que está pasando. La verdad que lo extrañamos. Tu hijo puede ser LeBron James o no, pero yo lo voy a ver siempre como a mi hijo. Pero a veces veo que lo nombran mucho en todos lados y es una locura. La ansiedad es complicada de manejar. Pero bueno, vemos que él está feliz y nosotros también", relata Osvaldo y Adriana dice: "Lo veo siempre que puedo, le veo la carita cuando juega. Vemos su estado anímico cuando juega. Es feliz. Me encanta seguirlo, desde chiquito que trato de verlo. El padre es el que lo siguió siempre por todos lados, pero nosotras, con Cami, siempre estamos atentas cuando juega el Lean".
Cada paso está perfectamente medido y la familia lo acompaña, aun cuando alguna sugerencia les pueda resultar algo extrañas para los 20 años de Leandro. La alimentación pasó a ser un tema importante, así como lo es para muchos basquetbolistas de elite de la Argentina. Si bien su plan de comidas era equilibrado porque Osvaldo es diabético y toda la familia siempre se acomodó a su estilo de alimentación, cuando desembarcó en Bahía Blanca cambió algunos hábitos y ya en Barcelona quedó bajo la lupa de Paulo Maccari, el fisioterapeuta que extendió la carrera de Manu Ginóbili y trabaja con la selección de la Argentina. "Está trabajando con Paulo Maccari. No comía pescado. Y ahora come pescado. Ya cambió todos los hábitos. Yo soy enfermera, al principio no estaba muy de acuerdo con la dieta. Él me explicó que todos la hacen. Pero yo pensaba que por estar en edad de crecimiento necesitaba otra alimentación. Pero comprendí que era lo necesario para él".
Un contexto perfecto, dicen lo que saben. La naturalidad del talento, la pasión a flor de piel, la compañía adecuada y una familia que lo acompaña, las piezas encajan a la perfección, por eso la NBA y en especial los Timberwolves, con Pablo Prigioni en el staff técnico, lo quieren dentro de su universo.
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